domingo, 31 de diciembre de 2017

Vara y sus asesinos

José Joaquín Rodríguez Lara


La violencia machista es una tragedia, un gravísimo problema contra el que aún no se ha encontrado un remedio eficaz.


Todo lo contrario. En ocasiones se ponen en circulación consignas bienintencionadas que no sólo no terminan con esta lacra social, sino que la tergiversan y la desvirtúan convirtiendo la tragedia en un sainete.


Cuando se dice “si te controla la ropa no te quiere”, ¿se está alertando a las y a los (supongo) adolescentes de que detrás de cualquier estilista puede haber una persona maltratadora?


¿No es una simpleza, por no emplear un término de más grueso calibre, vincular la preocupación por el atuendo de la pareja con el maltrato?


Las mujeres empiezan a controlar la ropa de sus hijos incluso antes de llegar a ser madres. Desde el momento que tienen el resultado de la primera ecografía. ¡Es niña! Pues lacitos y patucos rosas. ¿El hecho de que le controlen la ropa anuncia, sin remedio posible, que las madres no querrán a sus bebés?


Y el control se prolonga durante año. A veces, durante toda la vida. Cuando todavía existía el servicio militar, las madres aprovechaban el primer permiso de los soldados para arreglarles la ropa militar. ¡Qué mujeres más desalmadas eran aquellas, controlándoles los uniformes a los ejércitos para demostrarles a sus hijos que no los querían!


¿Y acaso no hay esposas, compañeras y novias que le dicen, un día sí y otro también, a sus maridos, compañeros y novios no te pongas esa camisa, anda y ponte este jersey? ¿Hay un tufo de maltrato en ese control cotidiano?


Me parece a mí que el origen de la violencia en la pareja es mucho más profundo de lo que puede atisbarse por el simple control de la ropa, y que considerar el control del armario como una alerta contra la violencia machista es una ridiculez, aunque a alguien pueda parecerle una evidencia sublime. Ya se sabe que la línea que separa lo ridículo de lo sublime es finísima.


Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura, ha vuelto a ponerlo de manifiesto al decir que los hombres matan a las mujeres simplemente porque son mujeres, y que para terminar con este gravísimo problema, los hombres tienen que cambiar de mentalidad.


Vayamos, por partes, señor presidente. Ni los hombres pueden evitar nacer hombres ni las mujeres pueden evitar nacer mujeres. Pero eso no significa que todos los hombres sean asesinos y que todas las mujeres sean víctimas. Si así fuera, la especie humana ya habría desaparecido de la faz de la tierra.


No creo yo que la matrona o el comadrón que atendió a su señora madre cuando usted nació le dijera. “Enhorabuena, ha tenido usted un asesino de mujeres”.


El origen y la persistencia de la violencia machista no es tan simple, ni tampoco tiene una solución tan sencilla como la que usted plantea en su discurso de fin de año.


Los hombres no matan a las mujeres por ser mujeres, como quien extermina alimañas. En primer lugar, porque no todos los hombres son asesinos. En segundo lugar, porque hay hombres que matan a otros hombres. Y en tercer lugar, porque también hay mujeres que matan a los hombres y hasta a otras mujeres.


El asunto es demasiado complejo para reducirlo a esa ocurrencia de que los hombres matan a las mujeres por ser mujeres y que todo se solucionaría con un cambio masculino de mentalidad.


No es verdad, señor presidente, y la persona que incluyó en su discurso de fin de año esa exposición simplista del gravísimo problema de la violencia machista debería saberlo.


Hay hombres que, precisamente por serlo, no tienen que cambiar de mentalidad, porque no son asesinos de mujeres. Ni las matan ni las ofenden ni las desprecian. Porque son y se sienten hombres, y no bestias irracionales.Tal vez usted no conozca a ninguno, pero le aseguro que los hay.


Y hay hombres que, a pesar de haber sido educados en una sociedad machista, luchan contra los clichés acuñados durante siglos y tratan a las mujeres como iguales. Como compañeras en todos los órdenes de la vida. Lamento que la ausencia de personas de este talante a su alrededor le haya hecho caer en el error de llamarnos asesinos de mujeres a todos los hombres, aunque sólo sea asesinos en potencia.


Puedo asegurarle que la lacra, la tragedia, la vergüenza del machismo no se erradicará tratando de emborronar los viejos tópicos con nuevas trivialidades.


El machismo y la violencia que, en ocasiones concretas, genera se debe combatir propiciando que la mujer sea protagonista del devenir de la sociedad al mismo nivel que el hombre. Ni más ni menos.

 

Nadie debería tener privilegios por ser hombre, ni tampoco por ser mujer. El ‘mujeres gratis’, genera machismo, pues se las usa como cebo para atraer al público masculino, por ejemplo. Las sentencias de divorcio manifiestamente desequilibradas acentúan el resentimiento y pueden generar violencia.


En una sociedad habitada por personas con los mismos derechos y las mismas obligaciones, independientemente de cual sea su sexo y su inclinación sexual, seguro que habría menos sexismo y mucha menos violencia intersexual.

Mi impresión, disculpe que se lo diga, señor presidente, es que usted no contribuye a la extensión de esa igualdad con su discurso de fin de año. Es un evidente borrón en su libreto hacia la paridad.



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