jueves, 5 de octubre de 2017

El corrido de la patata


José Joaquín Rodríguez Lara


El ser humano es el único animal capaz de asesinar a un semejante y erigir un monumento para celebrarlo. Ándese usted con tiento. De semejante bicho puede esperarse cualquier cosa.

Las personas, en general, parecen ser más proclives al enfrentamiento que a la colaboración. Los animales también luchan. Los tiburones se devoran unos a otros incluso antes de nacer. Y no es una exageración literaria. Es una verdad documentada.

Pero los animales luchan por bienes tangibles: la comida, el territorio en el que está la comida, la actividad sexual, que les asegura la continuidad de sus genes en el tiempo, y el liderazgo, el poder, que les facilita y les garantiza la reproducción.

Los seres humanos luchan, a muerte, por esas cosas y por otras que parecen no interesarles ni poco ni mucho ni nada a los animales. El color de la piel, el lenguaje y la ideología, por ejemplo, no despiertan instintos sanguinarios en los animales.

En las personas, sí. El instinto tribal y el sentimiento de propiedad, que no deja de ser un tribalismo al menudeo, se atrinchera contra los demás, enroscándose como una serpiente sobre sus huevos.

Eso explica el rechazo al extraño, ya sea extranjero, forastero o simplemente vecino de otro barrio. De la empalizada hacia fuera, nadie es buena gente. Más que la conducta importa el campanario. No me ha hecho nada, pero, cuidado, es de izquierda. O de derechas.

En las ideologías hay pocas ideas y muchos tópicos, frases hechas y prejuicios. Si no piensa como yo, es mala gente. Si no adora al mismo dios, o no dios, al que le rezo yo, es un pecador, un pagano, un infiel, un sectario condenado a condenarse.

Esto es lo habitual, pero no creo que sea lo natural. ¿A qué deidad adora la naturaleza? ¿Qué ideología defiende? Los peces, las plantas, las aves, los insectos, los mamíferos, los virus, las bacterias... ¿son de izquierdas o de derechas?

¿No tienen ideología? ¿Por qué no iban a tenerla si nosotros sí la tenemos y antes que personas fuimos animales arborícolas y hasta seres unicelulares? ¿Quién ha demostrado que la naturaleza no sea de izquierdas, de derechas o de centro? ¿Las plantas y los animales, y todos los seres que interactúan con el medio natural, son conservadores o revolucionarios?

¿Es conservadora la planta que le pone alas, o garras, a sus semillas para que viajen lo más lejos posible y conquisten nuevos espacios? Creo que no. Parece más revolucionaria que otra cosa. Siempre oteando el horizonte y lista para el cambio.

¿Es revolucionario el animal que se adapta a un determinado enclave natural, con su comida, su clima, sus refugios, y no sale de él salvo que se le eche a la fuerza? A mí me parece más conservador que cualquier otra cosa. Los hay que los sacas de su entorno y se mueren. No hay revolución ahí.

¿Y no existe un termino medio? Estoy convencido de que sí. La patata, por ejemplo, pariente cercana del tomate -rojo a rabiar-, de la berenjena -azuloscuracasinegra-, y del tabaco -verde en el campo, pardo en la fábrica y negro en los pulmones-, entre otras hierbas pertenecientes a la importantísima familia de las solanáceas, la planta de la patata, la patatera, no es ni de izquierda ni tampoco de derecha. Es de centro. Su ideología está equidistante entre la socialdemocracia y la democracia cristiana.

La patatera es de centro a pesar de que, en su juventud, fue revolucionaria; como la zanahoria, la remolacha, el cacahuete y otras plantas que, para evitar que los herbívoros devorasen sus frutos, impidiéndoles la reproducción, optaron por esconderlos bajo tierra. El suyo fue un invento revolucionario, pero con los siglos se ha convertido en una práctica conservadora. La patatera esconde su riqueza en la oscuridad del subsuelo para que nadie se la quite. Y si alguien o algo desentierra algún tubérculo -tan feo de cara como de nombre- exponiéndolo a la luz del sol, la planta no se resigna a perderlo, así que lo envenena con un buen chute de clorofila verde para que le siente mal a quien se lo coma. La patata, que un día fue revolucionaria, entró en el Consejo de la Revolución y se ha convertido en funcionaria.

"Mi padre fue peón de hacienda / y yo un revolucionario, / mis hijos pusieron tienda, / y mi nieto es funcionario", que dice el corrido mexicano.

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