lunes, 4 de septiembre de 2017


La revolución conserva


José Joaquín Rodríguez Lara


La izquierda, en general, es bastante conservadora. De hecho, no hay nada más conservador que un revolucionario.


Los revolucionarios nacen con orejeras. Sólo pueden mirar al frente y sólo ven lo que les bulle entre las orejas. ¿Y qué es lo primero que hace un revolucionario cuando triunfa? Constituir, con la mayor solemnidad posible, el Consejo de Defensa de su Revolución. Poner en marcha un órgano monolítico y endogámico con el irrenunciable propósito de conservar congelados los trazos inspiradores de su idea. En no pocas veces, de su única idea. Los consejos de la revolución son frascos llenos de formol en los que se custodian, se conservan y se momifican los principios revolucionarios.


Para formar parte del Consejo de la Revolución es necesario haber sido jefe revolucionario y muy allegado al líder supremo de la revolución. De lo contrario no se entra en el frasco. Cuando un consejero de la revolución muere, no se le reemplaza, no vaya a ser que al retirar el tapón se introduzcan en el recipiente ideas nuevas, simplemente se amortiza la plaza.


Los revolucionarios se acartonan y se enmohecen retorciéndose entre las viejas consignas de los días de guerra, pero mantienen el ideario bélico pase lo que pase. Lo que ocurra fuera del frasco les trae al fresco. Muchos, ni siquiera cambian de atuendo. Parecen daguerrotipos colgados en las alcayatas del pasado.


Tampoco aceptan que deban morirse. Un revolucionario de verdad es para siempre. Fidel Castro vivió 90 años; Mao Zedong, 83; Ho Chi Ming, 76... El revolucionario que muere joven lo hace de muerte natural: tiroteado.


En el apartado de la longevidad los totalitarios de izquierda se parecen mucho a los totalitarios de derecha: se gastan menos que las pilas del conejo. Augusto Pinochet vivió 91 años y Francisco Franco, 83.


Si se considera lo mucho que ha adelantado la medicina, son pocos años, pero si se tiene en cuenta que Castro, Mao, Ho Chi Ming, Pinochet y Franco organizaron una y mil batallas, es un prodigio que llegasen a viejos.


El secreto de su longevidad resulta evidente: las revoluciones, incluso las que parecen de izquierdas, suelen ser muy conservadoras.


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