viernes, 30 de junio de 2017


En Almendralejo tuestan el pan



José Joaquín Rodríguez Lara


Almendralejo se ganó el título de ‘ciudad del cava’ y lo pregona con orgullo, coronando con acero calado varias de sus rotondas. Es una pasión tribal, pero legítima, pues ‘la ciudad de la cordialidad’ se encaramó a pulso al trono de los cavas y eso –innovar, crecer, conquistar mercados y disfrutar reinados- tiene mucho mérito si ocurre en Extremadura.

Pero igual de legítimo sería que Almendralejo presumiera de ser ‘el pueblo (vulgo ciudad) de las tostás’. (Vulgo tostadas.) Otro título que el municipio también se gana a pulso cada día. Y es que en el ‘reino del vino’, en la ‘capital de Tierra de Barros’, en el ‘paraíso de los melonares’, en la ‘ciudad del cava’, en la ‘capital de las tostás’ hay tostadas para desayunar cien veces cada día. Sin repetir el menú.

Pocas ciudades pueden ganarle a Almendralejo en la variedad, cantidad y calidad de sus tostás. Hay restaurantes de tronío con cartas menos extensas que el repertorio de tostás que ofrecen algunos establecimientos de esta localidad extremeña.

Y no es un bar o dos, ni en esta o en aquella cafetería. Ocurre en muchos establecimientos. Y no sólo en una o dos calles sorprendentemente desalineadas. En todo el casco urbano y hasta en el extrarradio, allí donde las aceras se amartelan con las viñas en una lujuria de pámpanos.

Están las tostás típicas extremeñas, de cachuela, caldillo o pringue colorá, que todo viene a ser lo mismo. Pero pides una y te pregunta la camarera si la quieres molida, como paté, o con el hígado trozeado. “A mí tráigamela con cachos”. Y te traen una tostá redonda que sabe a gloria y huele a chimenea de pueblo. Esto ocurre en el Alberti. Claro que, enfrente, al otro lado de la carretera de Aceuchal, está el bar del restaurante Los González, en el que hay tal variedad de tostás que te puedes morir de hambre dudando con cual de ellas saciarás hoy tu apetito.

En los González las tostás se hacen con libritas, que es el pan de toda la vida, afirma muy serio el más que eficiente camarero, con la insobornable seguridad de quien cree que el mundo entero es un barrio de Almendralejo.

La librita es un pan redondo al que se le puede poner encima casi de todo. Incluso cachuela con cachos de hígado. La tostá con pan de librita más famosa y más demandada en Los González es la Bechamel. Está buenísima, pero no puedo asegurar que sepa mejor que las demás, pues a dos libritas por día con sus correspondientes cafés, aún me quedan muchos desayunos para hablar con suficiente conocimiento de causa sobre la carta de tostás de Los González, de el Alberti, de La Tacita y de todos los bares tostaeros que hay en Almendralejo. Todavía ni siquiera he tenido tiempo de entrar en El Abuelo.

 

En algún caso ni siquiera hay que entrar, pues es el bar el que sale a la calle colocando en las aceras fotografías de sus tostás, como si fuesen pizzas en librita o platos combinados. Es su bandera. La enseña de los puestos fijos-discontinuos en los que venden sandías coloradas y melonas amarillas es la roja y gualda, la de España.


Bechamel, una tostá que despierta pasiones. (Imagen robada de Internet.)

Otra cosa me ha llamado la atención de los pocos bares de Almendralejo en los que he podido desayunar hasta ahora: tuestan el pan. ¡Como lo está leyendo! ¡¡¡Lo tuestan!!! No lo queman. No hay que rasparlo para eliminar lo negro, esos ribetes carbonizados que, en unos segundos, pasan de apetitoso alimento a detonante cancerígeno. En el ‘pueblo de las tostas’ tratan al pan con mimo, en vez de abandonarlo en el fuego y no acordarse de él hasta que ya está a punto de incendiar el infierno. Se ve que en la ‘capital de las tostás’ saben tostar el pan. Y un pan correctamente tostado, sea librita, mollete, rebanada o lo que fuere, es la base de cualquier buena tostá. (Vulgo, tostada).