viernes, 30 de diciembre de 2016


Dice Vara que mis problemas son sus problemas



José Joaquín Rodríguez Lara



Acabo de escuchar y de releer por tercera vez el discurso de fin de año de Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura. Su contenido me ha resultado tremendamente desalentador.

No encuentro en las palabras de Vara ni una sola medida para hacer frente a los gravísimos problemas que, persona por persona y tiro porque me toca, tenemos la gran mayoría de los extremeños. Hay, eso sí, muestras de buena voluntad, de ese buenismo tan característico de Vara. Pero nada más.

Los buenos deseos, por muy paternales y presidenciales que sean, no solucionan los problemas. El esfuerzo y la capacidad de un grupo de jóvenes extremeños que emigraron para poder trabajar no resolverán los dramas de Extremadura, por mucho que Vara los alabe. Si prosperase, aunque sólo fuera como ejemplo, la emigración en masa de los jóvenes extremeños sería aún más nefasta para la región de lo que lo fue la de los adultos en los años 60 del siglo pasado. Detrás de esa anécdota, que Vara presenta como categoría, el presidente de la Junta debería haber anunciado medidas para que los jóvenes no se vean obligados a emigrar. Con limitarse a desear que vuelvan no se consigue nada. ¡Pero nada de nada!

Vara pregona la bondad de aferrarse a las tradiciones, algo más que discutible, pues las tradiciones nos han traído hasta donde estamos. En la misma frase, el presidente nos propone que no dejemos de "ser reivindicativos". ¿Son la aptitud y la actitud reivindicativas una tradición extremeña? Vara parece creer que sí. Habla a continuación de que no nos resignemos nunca. ¿En qué Extremadura vive? ¿Habrá en el mundo gente con más resignación que la extremeña? ¿Y qué hoja de ruta ofrece Vara en su discurso para terminar con la resignación? Ninguna.

"Tenemos que ser exigentes", Vara díxit. Pero, ojo, sólo "en tres o cuatro cosas". Díxit también Vara. "Se agotó nuestra paciencia con el ferrocarril". "Tenemos que plantear en nuestro país una batalla frontal contra la precariedad laboral." ¡Qué bonito, pero qué bonito suena! "Tenemos que ser capaces algún día de que el principio constitucional del derecho a una vivienda sea una realidad." Esto si que es tradición: palabras que se repiten y se repiten y se repiten discurso tras discurso y no nos sacan de la ciénaga. Más que tradición, es folklore, puro folklore.

Vara se siente orgulloso de la ley extremeña que establece la paridad de mujeres y hombres en las instituciones y aspira a que, entre todos, le pongamos fin al chorro de los crímenes machistas, pues está convencido de que "a nadie nos gusta". Palabras ciertas, pero simples palabras. ¿Cómo se pondrá fin a los uxoricidios? Vara no lo dice.

La Junta ya no mantiene su tradicional aspiración de que alguna gran empresa se instale en Extremadura y genere miles de empleos entre directos e inducidos. Ahora Vara bendice las inversiones atomizadas. "El coworking o el crowfunding son el cooperativismo de hace 20 o 25 años."

Confiesa Vara en su discurso de fin de año que está preocupado por los "viejitos" y las "viejitas" que sufren de soledad. Y lo hace en un tono que excede el paternalista para adentrarse en el terreno de lo beatérico. Pero, nuevamente, todo se queda en deseos, palabras, invocaciones a la buena voluntad ajena. La familia es la solución, según Vara, que no cae en la cuenta de que la familia sin empleo o sustentada por la caridad pública es el callejón del gato, la encarnación de la desesperanza.

Además de por los "viejitos" y por las "viejitas", el presidente Vara confiesa su preocupación por "nuestros pequeños". Motivos no le faltan, pues vamos de mal en peor. "Hace unos años teníamos el problema del consumo de alcohol de los jóvenes -dice el presidente-, y hoy tenemos el problema del consumo de alcohol de menores, de niños de 12, de 13 y de 14 años." La persona que ha escrito esta frase sabe como contar las desgracias in crescendo, para que no disminuya el interés de la ciudadania por el relato.

En fin, Vara pide la colaboración de la sociedad y ofrece diálogo para solucionar los problemas de todos, como si el problema que aflige a la mayoría de los extremeños fuese la enemistad. Dialogar es imprescindible, pero el diálogo necesita bases, propuestas, iniciativas políticas y sociales. Propuestas e iniciativas que faltan en el discurso de Vara; carencias que reducen su mensaje a un amable e insustancial conjunto de frases bienintencionadas.

Yo esperaba más, mucho más, de Guillermo Fernández Vara. Porque Vara no es el Rey, que reina pero no gobierna, ni tampoco es el padre prior de un convento sin presupuesto ni capacidad de gestión. Vara es el presidente del Gobierno de Extremadura. Y parece lógico esperar de quien nos gobierna bastante más que buenas intenciones. Un mensaje de fin de año en el que, como medida que eliminará una carencia, sólo se anuncia que "dentro de unos meses, Canal Extremadura se podrá ver en todo el territorio nacional, tal y como (le) pedían los extremeños de la diáspora", me parece un discurso baldío. Más que pobre. Paupérrimo.

El presidente Vara cierra su intervención invitando a "mirar hacia adelante con esperanza y mirar hacia detrás sin ira". Y añade: "Vuestros problemas son mis problemas, vuestras alegrías son mis alegrías."


¿De verdad, señor Vara, mis problemas son sus problemas? Entonces, ¿el porqué no me dice, ni a mí ni a nadie, cuándo y cómo los vamos a solucionar?


jueves, 22 de diciembre de 2016

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Nada bajo los pies



José Joaquín Rodríguez Lara



Se acaba el año. Estamos apurando los últimos escalones del 2016. Subimos hacia la rampa de lanzamiento. Temerosos, confiados, descorazonados, optimistas, resignados, engañados, sonámbulos... nos acercamos al tobogán del 2017, dispuestos a lanzarnos por el túnel del destino. Somos gorriones que saltan del nido sin saber exactamente en qué consiste eso de volar.