martes, 20 de octubre de 2015


'Carne de gallina', una comedia que se agrava con los años



José Joaquín Rodríguez Lara


El 38 Festival de Teatro de Badajoz ha cubierto su segunda jornada con la representación de 'Carne de gallina, una comedia negra como el carbón'.


La obra comenzó siendo película y ha devenido en obra de teatro. Y, por el camino, ha pasado de comedia algo fantástica a tragedia muy realista.


El montaje puesto sobre las tablas del teatro López de Ayala, de Badajoz, por las compañías Teatro del Cuervo (Asturias), Arteatro (Madrid) y La Estampa Teatro (Extremadura), es un espectáculo excelente. No incita a la carcajada, porque le queda poco de comedia, si es que alguna vez realmente lo fue. Sí tiene bastante de cine. Sobre el escenario se suceden, con un ritmo vertiginoso, secuencias enhebradas unas con otras en el hilo de los fundidos en negro. Los cambios de plano son constantes. Las entradas y salidas de mobiliario, también. Se notan mucho más los mutis de los muebles que los de las personas que interpretan la obra.


Tanto movimiento no impide, sin embargo, seguir el desarrollo del argumento sin perder ni una brizna de su mensaje. Hay mucha agilidad en 'Carne de gallina' y mucha calidad en sus intérpretes.


La obra está ambientada en el declive de la minería asturiana del carbón, pero es perfectamente extrapolable a cualquier territorio en crisis socio-laboral. Los grandes rasgos de la penuria son universales.


Existen concomitancias muy perceptibles entre 'Carne de gallina', en la adaptación teatral de Javier Maqua, Maxi Rodríguez y Sergio Cayol, y 'La camisa', de Lauro Olmo, obra escrita en 1960 y estrenada en 1962. En ambos casos, los personajes se mueven sobre el escenario atrapados en la cochambre de una sociedad sin esperanzas, aferrados a ilusiones vanas. Hay muchas similitudes entre aquella España que empezaba a salir de la posguerra, como Lauro Olmo retrató en sus obras, y esta que sueña con salir de la crisis.


Y la mayor diferencia entre ambos mundos, separados por más de medio siglo, no está en los teléfonos móviles que ahora repican en los mismos bolsillos vacíos, sino en la pensión de los abuelos que está permitiendo llenar de garbanzos, o de fabes, los pucheros baldíos.


'Carne de gallina' es una tragedia de la miseria, una tragedia de gente trabajadora venida a pobre. Al contrario de lo que ocurre con las tragedias de ricos, aquí no hay brillos; ni siquiera hay oropeles. No hay oro ni plata ni tampoco púrpura. Por no haber, no hay ni sangre. Sólo sombras.


Es una tragedia a ras de suelo, muy distinta a las tragedias de gente de altura en las que la desdicha enviada por los dioses cae en picado sobre algunos de los personajes y los destroza para escarmiento de los demás. Aquí no. En 'Carne de gallina', la tragedia no es un halcón, ni siquiera es un milano u otra sanguinaria ave de rapiña. Aquí la tragedia es un gusano. No ataca a sus víctimas desde lo alto. Vive dentro de ellas. Y no de algunas, solamente, sino de todas, rumiándolas y vaciándolas de cualquier esperanza de redención.


Con tales ingredientes bien se puede hacer un panfleto demagógico ahora que, como siempre, estamos en vísperas de elecciones, pero 'Carne de gallina' no lo es. No es un panfleto. Es un aguafuerte que se agrava y revaloriza con la crisis. En esta etapa negra de la historia de España, se acaba el carbón, pero no la tizne, porque, como escribió Miguel Hernández, "la pena tizna cuando estalla". Y la pena fue siempre el estiércol que abona la típica y secular alegría española.


Escena de 'Carne de gallina'. No se puede explicar. Hay que verla. (Imagen bajada de http://teatro.ponferrada.org)


4 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por tu progunda crítica, José Joaquín. Un placer leerte

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  2. Muchísimas gracias por tu progunda crítica, José Joaquín. Un placer leerte

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    1. No las merece. Gracias a vosotros por buscar la excelencia artística.

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    2. No las merece. Gracias a vosotros por buscar la excelencia artística.

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