jueves, 29 de octubre de 2015

'Edipo', una tragedia contada con humor y muchísimo arte


José Joaquín Rodríguez Lara


Esto sí es divertido, esto sí es un espectáculo, esto sí es arte, esto sí es teatro. 'Edipo'. El 'Edipo' de Sófocles. El mito clásico de toda la vida. El 'Edipo' de tantas y tantas y tantas representaciones, pero representado de un modo diferente, genial.

Sólo tres intérpretes sobre el escenario del teatro López de Ayala, de Badajoz. Jorge Cruz, Nadia Santos y Tiago Viegas. Ni un solo decorado; la escena completamente vacía. El reparto, vestido de calle, como si los actuantes hubiesen bajado a comprar el pan. Y el público, riendo, hipnotizado durante sesenta minutos justos. 

Una función de teatro puede durar algo menos, pero no necesita extenderse mucho más para satisfacer. Lo importante no es que sea larga, lo importante es que cumpla su función.

¿Qué tiene este 'Edipo' que la Companhia do Chapitô, de Lisboa, ha traido al 38 Festival de Teatro de Badajoz?

Tiene arte, mucho arte. Tiene imaginación, mucha imaginación. Tiene inteligencia, mucha inteligencia. Y tiene dominio del medio. Mucho dominio. Y el medio, ya se sabe, es el mensaje. No es lo mismo representar una obra de teatro, con palabras, con gestos, con acciones, con ocupación del espacio escénico, como hace esta compañía portuguesa, que recitarle, por no decir leerle, un texto teatral, por muy bueno que pueda parecer, a los amigos sentados en la primera fila de butacas. El teatro, o es un espectáculo o no es teatro.

En la undécima entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, tres intérpretes, sólo tres, han encarnado a los numerosos personajes del culebrón clásico -que en modo alguno es un clásico culebrón-, y lo han hecho con una calidad formidable. Con humor, con eficacia y sin necesidad de tergiversar las líneas maestras del mito universal.

No es imprescindible conocer la epopeya edípica para disfrutar de esta propuesta de la Companhia do Chapitô. Pero si la conoces, si sabes algo, aunque sea poco, de Yocasta, del rey Layo, del ciego Tiresias y de la Esfinge de Tebas, entonces el gozo se multiplica.

Este 'Edipo' portugués, dialogado en castellano, es sin duda una de las mejores ofertas, y son muchas y diversas, incluidas en la programación del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Y sus intérpretes, Jorge Cruz (Layo, Creonte, el pastor de Corinto..., entre otros muchos personajes), Nadia Santos (Yocasta, Tiresias, la Esfinge, una oveja...) y Tiago Viegas (Edipo, el de los pies hinchados, el asesino de su padre, el marido de su madre, el padre de sus hermanos, el viudo de su progenitora, el cuñado de su tío, el vencedor de la Esfinge, el animal que primero anda a cuatro patas, luego a dos y por último a tres, el ciego, en fin, el desgraciado Edipo) van a permanecer durante algún tiempo en la memoria de quienes les hemos visto sobre las tablas del teatro López de Ayala. 

Porque su trabajo consigue que te rías de Edipo y de su tragedia sin perderle el respeto que el mito y Sófocles merecen.

La oveja, la montaña y Edipo. (Imagen bajada de www.youtube.com)


miércoles, 28 de octubre de 2015

'Algo en el aire' que resulta infumable


José Joaquín Rodríguez Lara



El mundo del teatro está lleno de héroes. La gran mayoría de ellos existe gracias al escenario. Muchos son héroes de ficción, simples personajes. Otros son héroes de carne y hueso, simples personas.

Pero, en ocasiones, los héroes no están sobre las tablas, sino en las butacas. Son héroes anónimos, simple público.

Durante la representación de 'Algo en el aire', décima entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, había mucha heroicidad entre el respetable; personas que han pagado su entrada, que han ocupado su localidad, que han visto la función de cabo a rabo y que hasta han aplaudido al final. No como otras, que se han marchado a mitad de la representación, comportándose como simples héroes impacientes.

Ciertamente tiene mérito tanto quien se levanta como quien aguanta. 'Algo en el aire', de David Harrower, representada por José Vicente Moirón y Pilar Massa, es una obra difícil de digerir. No es entretenida, no es divertida, no es conmovedora, no emociona... Carece de acción. Casi no es teatro. Más que una obra dramática parece un ejercicio académico de virtuosismo profesional.

José Vicente Moirón es actualmente uno de los mejores actores extremeños. Es expresivo, tiene voz y con 'Algo en el aire' demuestra que puede interpretar simultáneamente a varios personajes recurriendo simplemente a pequeños cambios en la entonación. No obstante, su indudable calidad interpretativa no puede convertir en una fiesta a un espectáculo tan falto de empatía como es 'Algo en el aire'.

En la función sólo hay dos intérpretes: José Vicente Moirón, que encarna a Athol, y Pilar Massa, que le pone voz a Norma. Athol y Norma permanecen durante toda la representación sobre el escenario, pero no conversan. Simplemente monologan en paralelo y de forma alternativa. Son como dos raíles de ferrocarril que ni siquiera está unidos por las traviesas. Athol y Norma son hermanos, pero llevan catorce años sin hablarse, pasa en las mejores familias, y no iban a romper con la tradición precisamente en el 38 Festival de Teatro de Badajoz.

El espectáculo me ha resultado infumable, pero hay gente a la que le ha gustado y está en su derecho de proclamarlo a los cuatro vientos y de aplaudir. El mismo derecho que tiene cualquier persona a levantarse de su butaca y marcharse del teatro sin esperar a que acabe la función.

La mayoría del público que asiste a las representaciones teatrales suele ser muy complaciente. En otros espectáculos -el fútbol, los toros, incluso la ópera- el desagrado se demuestra con silbidos, abucheos, pateos y hasta lanzando almohadillas. En el teatro no, en el teatro el público observa, escucha, calla y hasta aplaude, aunque sea sin entusiasmo.

Quedan ya muy lejos los tiempos de los 'chorizos', de sus rivales los 'polacos' y de sus sucesores los 'panduro'. El castizo universo de los reventadores teatrales hace tiempo que reventó, por falta de efectivos. Del viejo patio de butacas del teatro español ya sólo nos queda la claque -familiares, amigos, paisanos, compañeros...- y no se la ve en todas las funciones. A veces, hasta se la echa de menos.

Pilar Massa y José Vicente Moirón en 'Algo en el aire'. (Imagen bajada de hoyesarte.com)





martes, 27 de octubre de 2015


Silvia Marsó y otros seres enjaulados en 'El zoo de cristal'

José Joaquín Rodríguez Lara


Casi todo el mundo sabe que los zoológicos son cárceles de animales. Por mucho que se disimulen los barrotes y los fosos, ni siquiera puede afirmarse que los inquilinos de las jaulas vivan en una situación de libertad vigilada. Hasta las propias bestias asumen que están presas y suelen mostrarse dispuestas a aprovechar cualquier oportunidad para huir de su encierro. La huida es la primera obligación de quien se siente injustamente cautivo.


Los personajes de 'El zoo de cristal', de Tennessee Williams, también están enjaulados. Ninguno de ellos lo ignora y todos buscan, de forma casi compulsiva, un agujero en el cerramiento que les permita escapar de su lamentable situación.

Amanda, la madre sureña que una vez fue rica, intenta escapar de la pobreza impuesta por su trayectoria sentimental y agravada por la Gran Depresión que hundió a Estados Unidos a partir del año 1929. Tom, el hijo, trata de huir física y mentalmente, y además lo consigue, de su madre y de toda su familia, así como de un trabajo que le causa alienación. Laura, la hija, coja y retraída, se refugia en una colección de figuritas de cristal, su frágil zoo particular, para no exponerse a la curiosidad del público que la considera una joven rara. Y Jim, compañero de trabajo de Tom y excondiscípulo de su hermana Laura, huye de la muchacha y de la velada galante que le ha organizado la autoritaria y manipuladora Amanda en cuanto comprende que, sin darse cuenta, se está metiendo en las feroces fauces del afecto, antesala del compromiso.

'El zoo de cristal' es una de las grandes obras del teatro universal. Tennessee Williams plasmó brillantemente en este drama las calamidades de su propia familia y de unos Estados Unidos de Norteamérica abatidos por la crisis.

La obra ha sido llevada a las tablas y al cine, repetidamente, además, por destacadas figuras de la interpretación, en muchos países. Como espectáculo es un clásico. Williams descarnó tanto los sentimientos que el interés de 'El zoo' persiste, más allá de las circunstancias, aunque en la Gran Depresión que viven países como España, resulte inimaginable buscarle marido a la niña para asegurarse los garbanzos. Más que nada porque, ¿quién puede garantizar que el yerno de ahora, en vez de traer comida a la mesa, no se limite a aportar una boca más a la hora de comer? Representar esta obra es un reto profesional importante. Francisco Vidal, como director, Silvia Marsó y sus compañeros de reparto lo han afrontado con decisión. Más que en los hechos que se representan, el gran mérito de 'El zoo de cristal' está en la forma en la que el carácter de los personajes radiografía su realidad y a la sociedad de su tiempo.

'El zoo' ha llegado a Badajoz envuelto en la programación del 38 Festival de Teatro. Es su novena entrega. Las butacas del López de Ayala se han llenado para ver a Silvia Marsó, a Alejandro Aréstegui, a Pilar Gil y a Carlos García Cortazar encarnar, con no poco acierto, a unos personajes que, gracias a la genialidad del gran dramaturgo estadounidense, tienen más vida que muchas personas de carne y hueso.

A fin de cuentas, la vida es esa cosa que palpita sobre el escenario mientras el público la contempla refugiado en el confortable burladero de sus localidades.

Silvia Marsó, la madre, intenta engatusar a Jim, el joven al que le ha asignado
el puesto de futuro yerno, mientras el padre de la muchacha,
que abandonó a la familia hace años, contempla la escena desde una fotografía
que tiene mucho de aparición fantasmagórica. (Imagen bajada de www.teatrobellasartes.es)


- Mauri ha hecho mucho más por la visibilidad y por la aceptación social
de la homosexualidad, desde su ficción, que todas las romerías del orgullo gay,
que en el mundo han sido, desde su realidad


lunes, 26 de octubre de 2015

Lo increíble de la comedia 'En familia' es que resulta muy creíble


José Joaquín Rodríguez Lara


Un cuerpo es un conjunto de células y un país es un conjunto de familias. De familias tradicionales, de familias modernas, de familias ideológicas, de familias mafiosas... De todo hay en la gran viña de la familia.

En la octava jornada del 38 Festival de Teatro de Badajoz se ha estrenado la comedia 'En familia', de Eugenio Amaya que, además, dirige con mucho acierto el montaje, producido por la compañía Aran Dramática.

En esta obra se expone la parte más conocida y menos criticada de la corrupción: la desvergüenza familiar. En España hay delincuencia de alto standing, pero también abunda la delincuencia de andar por casa. Y no por su carácter doméstico y familiar es menos delincuencia y atenta menos contra los intereses de la colectividad que la delincuencia política.

Este es un país aparentemente muy religioso pero realmente es muy impío. Sólo se ve la paja en el ojo ajeno. Hay más hipocresía que buenas intenciones. Se critica a los políticos en general, por el mero hecho de dedicarse a la política, pero, fuera de los juzgados, no se suelen deslindar sus actos delictivos de los que no lo son. Tampoco se acostumbra a reflexionar sobre si las personas honradas se corrompen tras entrar en política, o entran en política porque ya son personas corruptas.

Estoy plenamente convencido de que hacer política es una obligación que nos atañe a todos, no sólo a los 'políticos', y tengo la completa seguridad de que cada vez que una persona honrada que podría dedicarse a la política no lo hace, avergonzada por la corrupción, le está abriendo las puertas de las instituciones a una persona sin vergüenza.

¿Hay corrupción en una madre que pretende amañar una oferta pública de empleo para colocar a su hijo? ¿Es corrupto un padre que vende una vivienda y exige que una parte del pago se haga en dinero negro? ¿Es decente el hijo que completa su sueldo vendiendo droga? ¿Hay que alabar a la mujer de la limpieza que hace de mula y le proporciona al muchacho la hierba que su marido cultiva en casa? ¿Es digna de aplauso la resplandeciente joven verde esmeralda que corona al chaval, engañándole con su jefe? ¿Carece de ética y de deontología el abogado que compra viviendas pagando en negro?

Si hubiese que salvar de la cárcel a alguno de estos personaje, ¿usted, a quién salvaría? Yo no tengo dudas: a la chica. Por muchas razones, pero principalmente porque no comente delito alguno.

Sin embargo, es quien más insultos recibe. En la ficción y en la realidad. Socialmente, su conducta es la más denigrada. A fin de cuentas, a la madre le mueve el amor de madre; al padre, la responsabilidad del cabeza de familia preocupado por dejarle un capitalito a sus vástagos; al hijo y a la asistenta, la necesidad, y al intermediario, el oficio. Pero a la chica... Esa es una zorra. Lo dice la asistenta, que encarna a la acusación popular.

Está muy mal visto engañar a la pareja, aunque no lo castigue el Código Penal, pero infringir la ley amañando las ofertas públicas de empleo, cobrando y pagando en negro o traficando con droga, eso no recibe la censura general porque no se le da importancia. Está tan visto que ya ni siquiera se ve mal. En España, engañar a la pareja se considera una canallada; engañar a Hacienda, es decir a la pareja y a todo el mundo, es un deporte. Con un par. Diga usted que sí.

Lo increíble de la historia que nos cuenta esta comedia de Eugenio Amaya es que resulta absolutamente creíble. Y se debe tanto al libreto como al buen hacer del reparto. He visto mucha naturalidad y mucha fuerza de convicción sobre las tablas del teatro López de Ayala. 'En familia' es una comedia para verse, en familia. La recomiendo.

María Bigeriego (la chica infiel), Quino Díez (el marido y del Atlético de Madrid),
María Luisa Borruel (la madre funcionaria), Elías González (el hijo informático
 y herbolario), Beli Cienfuegos (la asistenta y mula) y Pablo Bigeriego
(el abogado de la mafia), ponen en escena la comedia  'En familia'.
(Imagen bajada de blogarandramática)


- Vivir mata.


viernes, 23 de octubre de 2015


'Atchúusss!!!', un estornudo delicioso

José Joaquín Rodríguez Lara


Es un espectáculo delicioso, pero no es un pastelito, sino toda una bandeja de dulces, un surtido de pasteles que dejan en el paladar un regusto a buen teatro.


El secreto está en la masa, en los ingredientes. Empezamos con una base de alta calidad: Antón Chéjov. Palabras sabiamente engarzadas las suyas. Y seguimos con Malena Alterio, con su hermano Ernesto Alterio, con Enric Benavent, con la grandísima Adriana Ozores y con el muy popular Fernando Tejero. Con semejantes aditivos resulta muy difícil hacer un mal pastel.

Pero, además, 'Atchúusss!!!' es una caja  de música, una de esas delicadas y elegantes cajitas de música que fascinan, tanto por su melodía -la pone Ernesto Alterio, que durante toda la función toca el piano en directo- como por las evoluciones de las actrices y actores actuantes.

Y si todo ello no fuese suficiente, el montaje es de la compañía Pentación espectáculos, y el productor ejecutivo es nada más y nada menos que Jesús Cimarro, director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida durante los cuatro años de rescate y despegue del certamen.

Mire usted, si con tales mimbres no sale bien el cesto, es que lo está mirando un tuerto.

'Atchúusss!!!' es una comedia entretenida, divertida, interesante, elegante, muy artística, muy dulce y nada empalagosa.

Es muy larga, más de dos horas, y se hace corta. Es un 'collage', una ristra de piezas y no resulta difícil de seguir. La gente llenó el teatro López de Ayala de Badajoz y se puso en pie para aplaudir con afición. Es decir, un éxito marca Cimarro en el 38 Festival de Teatro Clásico de Badajoz, que dirige el dramaturgo Miguel Murillo.

Allá donde vaya esta obra triunfará. Y eso que, en mi modesta opinión, tiene un fallo enorme: el título. 'Atchúusss!!!' es un sonido difícil de recordar, de escribir correctamente, de reproducir... Y, encima, no habla de la obra.

'Atchúusss!!!' es una colección de relatos de Chéjov convertidos en pieza de teatro. Pero el relato titulado 'El estornudo', que debía darle título a la comedia, no forma parte de ella porque alargaba demasiado el espectáculo.

"El estornudo es una pieza muy divertida, pero nos íbamos a las dos horas y media de espectáculo y no se incluyó", afirma Malena Alterio, mujer amable y risueña, además de un gran actriz. Se quitó el relato, pero se quedó la referencia al asunto en el título. Hubiese sido preferible al revés, incluir el relato y desechar el título, pero la producción teatral, sea ejecutiva o no lo sea, suele tener este tipo de cosas.

Confiemos en que el empresario Jesús Cimarro tenga la ocasión de incluir en la programación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida a Malena Alterio, a Ernesto Alterio, a Enric Benavent, a Adriana Ozores y a Fernando Tejero. Con Chéjov y sin Chéjov, el público del certamen emeritense se lo merece. El teatro grecolatino está lleno de papeles que fueron escritos para que los encarne un grandísima actriz como Adriana Ozores, Y son imnumerables los que hay para grandes profesionales como Ernesto Alterio, Fernando Tejero, Enric Benavent y Malena Alterio.

AñMalena Alterio y Fernando tejero en una de las escenas más divertidas de 'atchúusss!!!'. (Imagen bajada de www. teatrolalatina.es)


jueves, 22 de octubre de 2015

La madre que alumbró a la telerrealidad


José Joaquín Rodríguez Lara


Juan Copete firma el texto, Paco Carrillo asume la dirección, Ana Trinidad, Esteban G. Ballesteros, Lourdes Gallardo y Paca Velardiez ponen carne a los personajes y el público aporta las risas.

La obra se titula 'Madrecita del alma querida' y, en el programa de mano de la función, es presentada como "una comedia negra (sic) sin moral, agresiva y despiadada", pero menos lobos, Caperucita. Bastantes menos lobos.

'Madrecita del alma querida' es un espectáculo divertido, entretenido y de fácil digestión. En ningún momento sobrecoge. Si hubiese que etiquetarlo con algún color, sería con el rosa; con el rosa chicle y ensalivado de la telebasura.
 
No es que 'Madrecita del alma querida' sea un espectáculo basura, no. Es que reproduce un supuesto programa basura de telerrealidad y de la madre -Mami TV- que la alumbró.
 
El 'reality' lo protagoniza una familia: madre, padre, hija y abuela. Falta Belén Estebán, pero no se puede tener todo dentro del mismo contenedor televisivo. Además, tampoco se echa en falta su ausencia, pues el trabajo del reparto es notable. Especialmente en los casos de Ana Trinidad y de Esteban G. Ballesteros.

Esta comedia, con tintes de sainete, es de la compañía Las 4 Esquinas y ha sido la cuarta entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz, que tiene el mérito de ofrecer teatro durante 16 días seguidos y con un espectáculo diferente cada jornada.

Una de las escenas finales de 'Madrecita del alma querida'. (Imagen bajada de http://teatrolopezdeayala.es)


miércoles, 21 de octubre de 2015


El final feliz de los suicidios asistidos

José Joaquín Rodríguez Lara


Con cara de felicidad, y hasta esperanzado, ha salido el público asistente a la tercera entrega del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Esta vez se ha representado 'Happy End', una comedia muy negra, que es el color de moda en lo que llevamos de festival.


El espectáculo de la compañía Vaiven Producciones dedica hora y media a promocionar el suicidio asistido. Con escaso éxito, desde luego.


A pesar de lo tétrico que puede ser el argumento, el público pacense ha reído con el humor disparatado de esta comedia y ha aplaudido con entusiasmo el buen trabajo de las tres personas que la interpretan.


Suicidarse no debe de ser fácil. Sobre todo, no debería serlo. Hacer reír con el suicidio, tampoco lo es. Xabi Donosti, Garbiñe Insausti y Ana Pimenta lo consiguen en 'Happy End', así que es lógico que el público se lo reconozca y hasta se ponga en pie para aplaudir su trabajo, que se basa en un texto de Borja Ortiz de Gondra y está dirigido por Iñaki Rikarte.


Curiosamente, la calidez de los aplausos y, consecuentemente, el agradecimiento del público aumenta a medida que las dos actrices y el actor se asoman una y otra vez a la corbata del escenario para mostrarle su respeto al respetable.


Lo mejor del argumento de 'Happy End' es su estrambote con final feliz, una pirueta casi circense que reconcilia a la desesperación con el deseo de seguir viviendo.


Aunque sea más negro que la tinta de calamar, 'Happy End' es un plato bien cocinado y muy bien servido. Si lo prueba, le gustará.


Los personajes de 'Happy End' en plena acción. (Imagen bajada de internet.)


martes, 20 de octubre de 2015


'Carne de gallina', una comedia que se agrava con los años



José Joaquín Rodríguez Lara


El 38 Festival de Teatro de Badajoz ha cubierto su segunda jornada con la representación de 'Carne de gallina, una comedia negra como el carbón'.


La obra comenzó siendo película y ha devenido en obra de teatro. Y, por el camino, ha pasado de comedia algo fantástica a tragedia muy realista.


El montaje puesto sobre las tablas del teatro López de Ayala, de Badajoz, por las compañías Teatro del Cuervo (Asturias), Arteatro (Madrid) y La Estampa Teatro (Extremadura), es un espectáculo excelente. No incita a la carcajada, porque le queda poco de comedia, si es que alguna vez realmente lo fue. Sí tiene bastante de cine. Sobre el escenario se suceden, con un ritmo vertiginoso, secuencias enhebradas unas con otras en el hilo de los fundidos en negro. Los cambios de plano son constantes. Las entradas y salidas de mobiliario, también. Se notan mucho más los mutis de los muebles que los de las personas que interpretan la obra.


Tanto movimiento no impide, sin embargo, seguir el desarrollo del argumento sin perder ni una brizna de su mensaje. Hay mucha agilidad en 'Carne de gallina' y mucha calidad en sus intérpretes.


La obra está ambientada en el declive de la minería asturiana del carbón, pero es perfectamente extrapolable a cualquier territorio en crisis socio-laboral. Los grandes rasgos de la penuria son universales.


Existen concomitancias muy perceptibles entre 'Carne de gallina', en la adaptación teatral de Javier Maqua, Maxi Rodríguez y Sergio Cayol, y 'La camisa', de Lauro Olmo, obra escrita en 1960 y estrenada en 1962. En ambos casos, los personajes se mueven sobre el escenario atrapados en la cochambre de una sociedad sin esperanzas, aferrados a ilusiones vanas. Hay muchas similitudes entre aquella España que empezaba a salir de la posguerra, como Lauro Olmo retrató en sus obras, y esta que sueña con salir de la crisis.


Y la mayor diferencia entre ambos mundos, separados por más de medio siglo, no está en los teléfonos móviles que ahora repican en los mismos bolsillos vacíos, sino en la pensión de los abuelos que está permitiendo llenar de garbanzos, o de fabes, los pucheros baldíos.


'Carne de gallina' es una tragedia de la miseria, una tragedia de gente trabajadora venida a pobre. Al contrario de lo que ocurre con las tragedias de ricos, aquí no hay brillos; ni siquiera hay oropeles. No hay oro ni plata ni tampoco púrpura. Por no haber, no hay ni sangre. Sólo sombras.


Es una tragedia a ras de suelo, muy distinta a las tragedias de gente de altura en las que la desdicha enviada por los dioses cae en picado sobre algunos de los personajes y los destroza para escarmiento de los demás. Aquí no. En 'Carne de gallina', la tragedia no es un halcón, ni siquiera es un milano u otra sanguinaria ave de rapiña. Aquí la tragedia es un gusano. No ataca a sus víctimas desde lo alto. Vive dentro de ellas. Y no de algunas, solamente, sino de todas, rumiándolas y vaciándolas de cualquier esperanza de redención.


Con tales ingredientes bien se puede hacer un panfleto demagógico ahora que, como siempre, estamos en vísperas de elecciones, pero 'Carne de gallina' no lo es. No es un panfleto. Es un aguafuerte que se agrava y revaloriza con la crisis. En esta etapa negra de la historia de España, se acaba el carbón, pero no la tizne, porque, como escribió Miguel Hernández, "la pena tizna cuando estalla". Y la pena fue siempre el estiércol que abona la típica y secular alegría española.


Escena de 'Carne de gallina'. No se puede explicar. Hay que verla. (Imagen bajada de http://teatro.ponferrada.org)


lunes, 19 de octubre de 2015


Els Joglars llena el teatro de Badajoz con un pequeño dictador


José Joaquín Rodríguez Lara


El público ha llenado completamente el teatro López de Ayala para asistir a la primera representación del 38 Festival de Teatro de Badajoz. Era lunes y llovía. El López de Ayala se ha llenado de personas maduras, en su mayoría, para ver una obra que las critica con dureza.


Se ha representado 'VIP' (Very Important Person) de Els Joglars. No está claro si la obra es una comedia negra o si, por el contrario, es una tragedia blanca. Lo que parece evidente es que está inspirada en la vida misma.


'VIP' trata de reflejar desde la escena, desde el universo de los actores, algo que sucede fuera del teatro, en el escenario de los espectadores. Muestra lo que ocurre con una parte importante de la población: la infantil. El mensaje de 'VIP' es muy sencillo: por incapacidad, por hastío, por dejadez, por cansancio, por indiferencia, por estupidez, por bobería y por un millón de sinrazones más, a los niños actuales se les está consintiendo todo. Ni en la escuela ni en el hogar ni tampoco en la calle se les educa como ciudadanos respetuosos, sino que se les incita a transformarse en tiranos, se les corona como reyezuelos, se les convierte en personajes insoportables.


Esto ya lo decía Sócrates cuando se quejaba de la mala educación de la que hacían gala los jóvenes de su época (siglo IV antes de Cristo), y estoy convencido de que los tiranos, reyezuelos e insoportables niños del primer cuarto del siglo XXI -es decir, muchos, aunque afortunadamente no todos, de los de ahora mismo- también lo dirán de sus hijos y de sus nietos.


Nada nuevo hay bajo el sol. Ni mucho menos sobre las tablas del López de Ayala, donde el teatro es vida y, cada carnaval, las murgas dan rienda suelta a todas sus ocurrencias.


La puesta en escena de 'VIP' y la actuación del elenco catalán es marca de la casa. Els Joglars tiene su propio sello de calidad. Por eso llenan las salas. Al público, en general, le gustó la obra. Al menos eso indicaban los comentarios que se escuchaban a la salida del patio de butacas de López. No obstante, los espectadores se rieron poco. Ignoro si porque les costaba tomarse a broma algo tan serio y que, desgraciadamente, conocen muy bien, o porque el humor de 'VIP' es demasiado grotesco, cuando no burdo, lo que choca con la trascendencia del asunto abordado.


El pequeño dictador de 'VIP' está muy lejos de alcanzar la elegancia artística de 'El gran dictador', de Chaplin, y la escenificación de la concepción, de la gestación y del nacimiento de Lucas, el niño insoportable, no llega, en la obra de Els Joglars, a los niveles de hilaridad de 'Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar', de Woody Allen, pero, lógicamente, el cine tiene capacidades que al teatro le están vedadas. Son comparaciones heterogéneas; si se aducen aquí es para significar que la falta de elegancia juega, en mi opinión, en contra del mensaje de 'VIP'.


No obstante, el público, aunque riera poco, aplaudió y comentó la obra. Hay quien criticaba cierto desequilibrio entre las diferentes partes del montaje, pero, más allá de gustos personales, cuando el teatro está lleno, cuando el público aplaude y comenta lo bueno y lo menos bueno del espectáculo que acaba de ver, puede hablarse con total propiedad de una cosa: éxito.


El nacimiento de Lucas, niño isoportable. (Imagen bajada de http://www.comedia.cat/es)


miércoles, 14 de octubre de 2015


Pasión sin límites




José Joaquín Rodríguez Lara


El color de su piel, las curvas de su carne, su inmensa soledad, su pasión sin límites... No es arena, son cuerpos y sábanas ondeando en el paisaje. Toda la imaginación y toda la sensualidad del mundo caben en una palabra: desierto.






martes, 6 de octubre de 2015


Menos mal que tenemos costados


José Joaquín Rodríguez Lara


Me encantan las palabras.


Sobre todo las palabras que, por sí mismas, explican lo que significan.


Por ejemplo, paraguas.


Clara, rotunda, sencilla, concisa...


Lo tiene todo para enamorar.


En cambio, chubasquero...


Chubasquero no es una palabra que esté totalmente conseguida.


El panadero hace pan, el sillero, sillas, ¿el chubasquero hace chubascos?


Otras palabras preciosas son acostarse y acostado.


Están llenas de significados y los explican por todas sus letras.


Porque cuando nos metemos en la cama, tarde o temprano, depende de la hora, siempre terminamos durmiendo acostados.


Debe de ser la posición más cómoda, pues también es la más común.


Descansamos acostados, de costado, recostados...


Menos mal que tenemos costados, porque dormir sobre la espalda debe de resultar verdaderamente agotador.


La cama y la novia, monólogo doméstico


José Joaquín Rodríguez Lara


Las tareas domésticas se dividen en dos grupos: las agradables y las desagradables.


Las agradables se parecen a las ranas del Amazonas: son pequeñas, son hermosas y están en serio peligro de extinción. De hecho, hay días, incluso semanas y hasta meses en los que te adentras en la selva de tu vivienda, abriéndote paso a machetazos entre el ficus y los potos, te cargas de valor y exploras el pasillo, llegas como puedes al salón y acampas en el sofá, miras en tu rededor y no consigues ver ni una sola tarea doméstica que parezca agradable.


Mirar al televisor no es una tarea doméstica. Y, mucho menos, es una tarea doméstica agradable. El televisor es un tótem, un ídolo pagano que te mantiene encerrado en la disciplina de la tribu escudriñándote con su gran ojo maléfico.


Sin embargo, a las tareas domésticas desagradables te las encuentras sin querer, en cualquier sitio y a cualquier hora. No hace falta ir a verlas. Ellas mismas salen a tu encuentro. Como indígenas selváticos. Se conocen que se aburren en la espesura y buscan tu compañía.


Lo he intentado muchas veces, pero no consigo entender el porqué las tareas domésticas desagradables se aburren. Son tantas que hasta podrían irse de romería al dormitorio o montar una verbena en la cocina o hacer telebasura, con confesionario incluido, en el cuarto de baño. Pero, no. En vez de irse de juerga, se ponen todas de acuerdo para ir a buscarte al sofá. Como si no hubiese más sitios en la casa para que den rienda suelta a sus bajos instintos. Salen de excursión para ir a buscarte a ti. Al sofá. Desde luego, hay tareas domésticas que son unas desagradables compulsivas.


A su vez, las tareas domésticas desagradables se dividen en eléctricas y en manuales. Las eléctricas suelen venir acompañadas de manual, pero son caras. Las tareas domésticas manuales carecen de manual y pueden ser de tradición oral o sobrevenidas. Tanto las tradicionales como las de nuevo cuño se subdividen en imprescindibles, obligatorias, necesarias, convenientes, aconsejables e inútiles.


Me niego rotundamente a hablar de las cinco primeras. No deseo hacerle publicidad gratuita a ninguna de ellas. No admito que el desorden se empeñe en ordenarme la vida. Que cada plato se duche por su cuenta. Yo estoy muy a gusto acampado en el sofá.


Sí hablaré de las tareas domésticas desagradables inútiles. Hay varias, pero la más tarea, la más doméstica, la más desagradable y la más inútil de todas es hacer la cama.


¿Por qué hay que hacer la cama? Si ya está hecha. Aunque sea de Ikea y entrase en el dormitorio en fascículos, una vez que descifré el mapa del tesoro y atornillé las tablas, la cama quedó hecha. Para los restos. Mira, sólo se tambalea un poco. No hay que volverla a hacer.


Hacer la cama es una tarea tan desagradable que ni siquiera dice como se llama. Porque no se trata de hacer la cama. Ese no es su verdadero nombre. Se trata de arroparla, de vestirla con su sabanita y su canesú. Sabanita a la que, a mediados del otoño, le llega la pubertad y le salen pelos. De felpa. Y canesú que, ya cerca del invierno, engorda y se convierte en un edredón nórdico relleno de huevos de ganso, pues sus plumas no pueden pesar tanto.


Hacer la cama es la tarea doméstica más desagradable, inútil y urgente que se conoce. Aún no has acabado de despertarte y ya hay que hacer la cama. Todavía no has desayunado ni te has lavado la cara ni has tirado aún de la cadena y, ¡hala!, a hacer la cama.


¿Para qué? ¿Se constipará la cama si no la tapas con la colcha? ¿Acaso espera visita la cama? ¿En el dormitorio? ¿Está enferma y vendrá a verla el carpintero? ¿Se ha liado la cama con algún catre de la vecindad? ¿Es ninfómana, la cama, y ha puesto sus ojos en la litera de tres catres siameses que vimos aquella noche en un folleto publicitario poco antes de dormir?


¿Por qué hay que vestir la cama con tanta urgencia si la única visita que debería recibir es la tuya, y cuando ya casi te hayas olvidado de su apariencia, al menos quince horas después de haberte levantado?


Pues, no. La cama hay que hacerla porque una cama desecha da mala imagen. ¿Mala imagen? ¡Ya te digo! También da mala imagen un coche con el capó rayado y yo no lo repinto cada mañana. Y no es por falta de ganas.


¿Y a quién le da mala imagen una cama sin hacer, si la única persona que va a acercarse a ella en las siguientes quince horas soy yo? Y me acercaré con la firme intención de deshacerla. Tendré los ojos casi cerrados, por el sueño, y el cuerpo tan molido que ni en mitad de una borrachera le pondría yo reparos ni discutiría con una cama deshecha. Si la cama estuviese abierta, mucho mejor, pues a la hora en la que yo me suelo ir a la cama ya no me quedan fuerzas ni para abrirla.


Así que hacer la cama nada más levantarse, para que se pase el día vestida, y verse obligado a desnudarla por la noche, es una tarea muy doméstica, muy desagradable y muy inútil.


Mucho más inútil que vestir de novia a una novia que habitualmente suele vestir simplemente de mujer, aunque sea novia.


¿Para qué tanta organza, para qué tanto tul, tanto organdí, tanto tafetán? ¿A qué viene tanto velo, tanta cola, tanta lencería nupcial y tantas flores? ¿Cual es el objetivo?


¿Que a la novia más guapa del mundo se la vea como a una novia muy guapa, muy bien vestida, muy hecha un primor de novia?


¿Es eso lo que se pretende? ¿Que, quince horas después, más o menos, cuando los párpados estén a punto de echar el cierre y el cuerpo esté molido de tanto bailar 'Paquito el chocolatero' -que no es un baile, es día y medio de gimnasio-, justo entonces, cuando ya no puedes ni con tu alma, tengas que ponerte a deshacer la novia?


No, no, no. Perdón, quise decir ¿para que tengas que ponerte a desenvolver la cama...? A desenvolver la novia. Tampoco. A desnudar la cama. Eso es. A desnudar la cama.


Bueno a lo que sea que tengas que ponerte a esas horas.


Y ahora, si me disculpan... Se me ha hecho muy tarde y aún tengo tareas domésticas que eludir. Buenas noches. Que descansen. Hasta mañana.


Decididamente, lo mejor del sofá es que no hay que hacerlo.


Y no gasta edredón.


Y encima eso, sin un nórdico huevón acostado toda la noche sobre ti.