miércoles, 8 de julio de 2015

Sócrates y la negra sombra del euro


José Joaquín Rodríguez Lara


Mario Gas y Alberto Iglesias firman el texto de 'Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano' que acaba de estrenarse en el Teatro Romano emeritense. Es el segundo estreno del 61 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y el segundo montaje -el primero fue 'Medea', con texto de Vicente Molina Foix- en el que se aborda el mundo clásico con una obra nueva. Sobre todo en el caso de 'Sócrates'. 


Hasta ahora lo que se acostumbraba a hacer en Mérida era reescribir la obra, o las obras, de los clásicos, manteniendo el título y el nombre del autor, que ya no puede reclamar sus derechos, ni económicos ni literarios, y destrozarla con el pretexto de actualizarla, tanto en el lenguaje (haciendo que la sordomuda no pare de hablar, por ejemplo), en el vestuario (cambiando las togas por uniformes nazis, generalmente) o en la escenografía, llenando la escena del Teatro Romano de automóviles, neumáticos o cualquier otro objeto que descontextualice el mensaje original.


En 'Sócrates' no ocurre casi nada de esto. Y es de agradecer. Se trata de una obra nueva, basada en documentos históricos, lógicamente, que aporta su grano de arena a la amplia, pero también limitada, panoplia de textos teatrales sobre el mundo clásico.


Aunque sólo sea por esto, por ver un 'clásico de hoy mismo', ya merece la pena asistir a la representación de 'Sócrates'. Si además el protagonista es el gran José María Pou, la asistencia está más que justificada.


José María Pou y Carles Canut en los papeles de Sócrates y Critón. (Fotografía de Jero Morales.)

Pero hay más. A Pou le acompañan en escena seis buenos profesionales del teatro que ofrecen una actuación notable. Especialmente en el caso de Carles Canut, de Pep Molina y de la impresionante Amparo Pamplona, que ha vuelto al Teatro Romano diecisiete años después de su última actuación y está estupenda en el papel de la mujer de Sócrates. El público asistente al estreno aplaudió el mutis de la actriz tras un pequeño monólogo en el que explica la relación con su esposo el filósofo.


'Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano' es una obra de muy poca acción y de mucha reflexión. No es una obra sencilla ni fácil de seguir. Hay que mantener la atención en todo momento. Y escuchar, escuchar sin distracciones, tratando de beberse las palabras. Se puede cerrar los ojos, a veces hasta conviene hacerlo, pero hay que tener completamente abiertos los oídos durante toda la representación.


Además de poquísima acción, en este espectáculo también hay muy pocos diálogos. La obra se basa en los monólogos. Hay muchos y en diversos formatos: monólogos a varias voces, monólogos interiores, monólogos que se aproximan al diálogo con el público, monólogos grabados que semejan voces en of, aunque el actor permanece en escena...


Es una combinación interesante desde el punto de vista de la mecánica teatral, pero dificulta el seguimiento de la obra, en la que, en una especie de prefacio, se explica la muerte de Sócrates, a continuación se desarrolla el juicio en el que se condena a muerte al filósofo, más tarde, Sócrates reflexiona en voz alta sobre su vida, su condena, la justicia y la injusticia y, por último, se vuelve a explicar la ejecución.


La escenografía es sobria, minimalista. La escena rectangular, de corredor, propia del Teatro Romano adopta las formas redondeadas de un teatro a la griega con la incorporación de un círculo que ocupa gran parte de la orchestra y permite que los actores estén más cerca del público. El círculo parece un gran disco de gramola, con algún rayón, pero quiere ser una plaza o una corte de justicia, cuando no simplemente la cueva en la que Sócrates fue encerrado y obligado a suicidarse bebiendo un mejunje elaborado a base de cicuta.


Aunque leyendo el texto que Mario Gas firma en el programa de mano de la función, el círculo también podría ser interpretado como la negra sombra de un enorme euro clavada sobre el solar griego. 


Como coautor y director de 'Sócrates', Mario Gas dedica el "espectáculo al pueblo griego, y a su gobierno, esperando que el caso de Grecia sirva para que avance la Europa de los ciudadanos y retroceda la Europa del gran capital".


Curiosamente, Gas homenajea a un Gobierno griego que lleva meses reclamándole más dinero a "la Europa del gran capital", con un ciudadano Sócrates que rechaza el dinero que, para salvarle la vida', le ofrece su amigo y seguidor Critón, una persona adinerada. Aunque no se sabe si tanto como la troika, reencarnación comunitaria de las 
'muy benévolas' y muy clásicas Euménides griegas, antecesoras de las muy justicieras Furias romanas. 


Don Mario, perdóneme, pero creo que el ciudadano Sócrates, el Sócrates auténtico, se hubiese tomado la cicuta voluntariamente y con mucho gusto antes que ver supeditado el cobro de su pensión de filósofo a las concesiones de "la Europa del gran capital". 


Estoy convencido de ello pero, para cerciorarme, voy a intentar ver otra vez su obra, porque considero que merece la pena y porque seguramente hay en ella cosas que me perdí la noche del estreno.


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