martes, 31 de marzo de 2015


Coser y callar


José Joaquín Rodríguez Lara

Guillermo Fernández Vara, líder de los socialistas extremeños, afirma que Extremadura “necesita muchos costureros”. En su opinión, en esta tierra hay mucho que coser, mucho que unir. Vara culpa al presidente José Antonio Monago de la división que el propio líder socialista detecta en la región. Considera que la VIII legislatura del Parlamento extremeño concluye en un ambiente de crispación y de enfrentamientos.


Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la opinión de Fernández Vara, pero como son impresiones personales, es difícil confirmar o negar que esté o no esté en lo cierto. Simplemente a título de ejemplo: hay pilotos de motos y de la Fórmula 1 que se sienten más seguros en un circuito, volando a 300 kilómetros por hora, que circulando a 60 por una carretera.


Y tienen razón, porque sopesan su seguridad con una balanza personal e intransferible. Lo mismo debe de ocurrir en el caso de Vara y en el de otros líderes del Parlamento extremeño que, al valorar el desarrollo de la legislatura que ahora concluye, han destacado el alto nivel de acuerdos alcanzados entre los grupos que han habitado el hemiciclo durante los últimos cuatro años.


Se han aprobado muchas leyes. Nada más y nada menos que 41. Bastante de ellas por unanimidad. Leyes como la de 'Igualdad Social de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transgéneros, Transexuales e Intersexuales y de políticas públicas contra la discriminación por homofobia y transfobia en la Comunidad Autónoma de Extremadura', más conocida como Ley LGTBI, que han conseguido hacer coincidir el voto de personas y partidos que, por tradición, partían de posiciones muy alejadas.


Indudablemente, durante la legislatura ha habido momentos de crispación, de enfrentamientos que, en ocasiones, han sido a cara de perro. Algunos de los casos más significados –la moción de censura, las acusaciones contra Monago por los viajes que como senador hizo a Canarias, las críticas sobre los premios Ceres, sobre la política educativa y sobre la sanidad, el asedio a la vivienda particular del presidente extremeño en Badajoz, la polémica del pádel, etcétera, etcétera- han sido propiciados, originados, mantenidos o no condenados por el PSOE y por Vara.


Y nadie, salvo Guillermo Fernández Vara, ha considerado que para reparar esas desavenencias políticas o sociales, que en alguna ocasión se adentraron en lo personal, se necesitasen muchos costureros.


Al hacer su personal valoración de la legislatura, tal vez pesen en el ánimo del líder de los socialistas extremeños las irregularidades, presuntamente delictivas, que el Gobierno de Monago ha detectado en los cursos de formación de personas empleadas. Delitos que hasta ahora, en ningún caso, se dice que hayan cometido Vara o su equipo de gobierno, aunque se deriven de una convocatoria de subvenciones aprobada por el Ejecutivo socialista en las últimas fechas de su mandato.


Evidentemente, para nadie es un plato de buen gusto que le lleven a la Fiscalía y que le reclamen, en conjunto, más de tres millones de euros. La patronal (CREEX y CEPES) y las centrales sindicales (UGT y CC OO) se sienten agredidas y se defienden como pueden y consideran oportuno. ¿Hay crispación asociada a este presunto fraude? Claro que la hay. Al menos, a mí me lo parece. ¿Hay enfrentamientos? Desde luego que sí. Pero, ¿debe silenciarse el uso irregular, cuando no claramente delictivo, de los fondos públicos, del dinero de todos? ¿Hay que pagar facturas presuntamente falsas, supuestamente infladas, para no causar crispación ni enfrentamientos? ¿El precio de la concordia y de la paz social debe ser tragar y pagarle a unos pocos, con el dinero de toda la ciudadanía, lo que no está debidamente justificado? Cuando se detecta un posible delito y no se denuncia ante la Justicia, ¿se cosen las costuras o se cae en la complicidad?


Y alguna irregularidad, algún desajuste, debe de haber en las cuentas presuntamente infladas, pues tanto la patronal CREEX como la central sindical UGT reconocen que cuando las facturas suman tanto dinero -casi siete millones de euros-, la existencia de alguna discrepacia, miles de euros arriba o miles de euros abajo, es inevitable. Y no debería ser así. Ni en miles de euros ni en un céntimo. Precisamente para evitar eso se inventaron la contabilidad y la buena gestión.




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