viernes, 13 de febrero de 2015

El búmeran del PSOE


José Joaquín Rodríguez Lara


Iba a ser la crisis del tranvía de Tomás Gómez y se ha convertido en la crisis del cerrajero de Pedro Sánchez. Un cambio que tiene su importancia icónica.

Iba a ser un golpe contra la corrupción. Contra la corrupción no ya demostrada, ni siquiera imputada, presunta o presentida, sino contra la corrupción supuesta, meramente sospechada. Pero se ha quedado en un gran golpe. Y no en un golpe de timón, ni tampoco en un golpe de autoridad. En un golpe autoritario. En un puñetazo sobre la mesa. En un aquí mando yo que suena a un aquí empiezan a mandar otros.

Iba a ser una retirada discreta, un paso atrás de Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños, y se ha convertido en una sentada, en un de aquí no me muevo hasta que venga ‘la pasma’ y me saque a rastras.

Iba a ser el desalojo solapado de un ‘okupa’ y se ha convertido en la exaltación de la víctima de un desahucio, con su cerrajero y su encuesta con canesú incluidos.

Y todo ello a tres meses de unas elecciones que se presentan difíciles para todos, pero especialmente para algunos. Y no en cualquier escenario. Precisamente en Madrid, rompeolas de todas las baronías, capital patria de los tranvías.

El tranvía del PSOE circulando de Parla hacia Madrid por la vía ¿2?, por la ¿3?, por la ¿4?, ¿fuera ya de la vía electoral?, con Sánchez a los mandos, el cerrajero de copiloto y un Ángel Gabilondo, de los Gabilondo de toda la vida, en la recámara, como bulto sospechoso, sin carné, no se sabe si facturado como equipaje o como pasajero.

Pedro Sánchez tira de la cadena y hace sonar el chiflo del tranvía, pero Tomás Gómez, sentado sobre la vía lo tiene claro: “¡Chifla, chifla, que como no te apartes tú, Pedro!”.

Dos hombres (Tomás Gómez y Pedro Sánchez)
 y un tranvía, el de Parla.
(Imagen publicada por La Vanguardia)
Iba a ser la solución de todos los problemas y se ha convertido en un problema que necesita solución. Las elecciones primarias no sólo garantizaban la incorporación definitiva de la militancia a la elección de los elegidos -mediante el peaje de los avales- por el partido, sino que eran el arma arrojadiza con la que los socialistas atacaban a los demás partidos que no elegían a sus candidatos con primarias, democráticamente, como debe ser.

Pero el arma arrojadiza se ha convertido en un búmeran y no ha vuelto a las manos de quien lo lanzó. Le ha golpeado directamente en toda la boca.

¿De qué sirve pregonar la bondad de las primarias si cuando no gusta el resultado de las mismas se saca el dedo y se aprieta el gatillo de la designación digital? ¿Qué podrán decir ahora quienes han sido objeto de críticas, y hasta de burlas, por no hacer primarias? ¿Qué democracia hay en un partido cuyos estatutos le permiten al secretario general y a la Ejecutiva Federal anular las decisiones tomadas democráticamente por las bases? ¿El PSOE debe reformar el proceso de las primarias, como sugiere Guillermo Fernández Vara, o lo que procede es eliminar la potestad de la cúpula federal para anular las decisiones de las bases?

Y lo más importante, ¿qué piensan de todo esto doña Susana Díaz y sus huestes andaluzas?

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