viernes, 25 de julio de 2014

El Teatro Romano de Medellín recupera la voz y el alma


José Joaquín Rodríguez Lara


Si estuvo usted en el Teatro Romano de Medellín la noche del 25 de julio del año 2014, en la representación de 'Áyax', de Sófocles, guarde la entrada y el programa de mano con la información de esta obra. Conserve ambos documentos. Son históricos.


Imagine el valor cultural, emotivo y hasta material, que tendrán siempre una entrada y un folleto del espectáculo con el que se reanudaron las representaciones en el Teatro Romano de Mérida; la importancia de sendos documentos originales de aquella 'Medea' a la que, una plácida tarde del 18 de junio del año 1933, la gran actriz Margarita Xirgu puso aliento y voz y carne artística hace más de 81 años. Aquel día comenzó a andar el Festival de Teatro Clásico de Mérida que ahora, en la noche del 25 de julio del año en curso, ha vuelto a hacer historia. Esta vez en Medellín, donde hacer historia es un hábito desde mucho antes de que 
Quintus Caecilius Metellus diese nombre a un asentamiento que ya estaba habitado en la prehistoria.



Tecmesa, esposa de Áyax, llora sobre su cadáver
 en presencia de uno de los soldados de Salamina.
 (Imagen del estreno de 'Áyax' en el Teatro Romano de Medellín.
 Fotografía de Jero Morales)

El acto ha sido impresionante. Los espectadores, que llenaban las cáveas del tercer teatro romano hallado en Extremadura -más de 800 localidades hábiles- han seguido la representación de la tragedia de Sófocles con una emoción contenida, conscientes de que tenían el honor de participar en un acontecimiento artístico y cultural de primerísima magnitud histórica.




Atenea intenta seducir a Áyax. (Escena del estreno de 'Áyax'
 en el Teatro Romano de Medellín. Fotografía de Jero Morales)



Subyugado por la belleza de un espectáculo que tiene muchísimo y muy bueno de Extremadura, deslumbrado por la magia de un teatro romano que recuperaba el aliento y el alma y la voz tras dos mil años de sepultura, de olvido y de silencio, el público presente en el reestreno del recinto y del montaje sobre la tragedia de Sófocles, envuelto en la roca viva de la Roma que nos habitó, ha gozado con la gran belleza plástica del texto dramático -nobles palabras esculpidas en la noche- y con la calidez poética de las evoluciones sobre la escena -puro ballet- que se han fundido con las piedras del monumento sin necesidad de recurrir a las colas de milano que usaban los romanos para sujetar los sillares de sus edificios públicos.




El Teatro Romano de Medellín impresiona. Por supuesto no es tan grande como el de Mérida y ha perdido la suntuosidad que debió de darle el mármol, pero refleja como pocos monumentos de su índole  el afán y la tozudez de aquellos romanos asentados en la ribera del Guadiana que fueron capaces de doblegar la roca viva de una ladera para engastar en ella una joya de enorme valor cultural y social, así como de gran autenticidad. Vida pura, aunque sea vida inerte.


El público vuelve a ocupar su lugar en las cáveas
 del Teatro Romano de Medellín, a los pies del castillo.
(Imagen publicada por www.turismoextremadura.com)

El Teatro no está completamente excavado y su frente escénico se reduce actualmente a un muro desnudo, dos trozos de cornisa y cuatro atisbos de columnas, así que los espectadores que asistimos al estreno desde la parte alta del hemiciclo hemos visto la representación recortada contra las calles de Medellín, a las que el alumbrado público y la luz fugaz de los vehículos le daban un aspecto de firmamento nocturno tendido sobre la tierra, de cielo fluyendo al alcance de la mano. Aquí el paisaje se transforma en un decorado espectacular. Pero aún más espectacular es la vista que se tiene desde la escena del Teatro, con esas cáveas colgadas del cerro, con esas piedras que se agarran a la roca viva clavándole las uñas, con esas paredes cortadas a pico en las que los ladrillos que sostenían la bóveda de cañón de los vomitorios asoman como raigones de una dentadura empeñada en seguir rumiando el tiempo de los hombres, tan distinto al tiempo de las piedras.


Y todo ello vigilado por un castillo medieval de altas torres, corona regia de un cerro que es un libro, todavía sólo entreabierto, a medio leer, y un paraíso para vivir la historia y para hacerla vida. Desde la noche del 25 de julio del año 2014, a la historia prerromana, romana, medieval, moderna, americana y contemporánea de Medellín, le hemos escrito entre todos un nuevo capítulo: la magia del teatro ha vuelto a un Teatro que, dos mil años después, recupera el aliento, la voz y el alma.



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