lunes, 28 de abril de 2014

Plátanos contra el racismo


José Joaquín Rodríguez Lara



Aplaudo a quienes se han comido un plátano y lo han mostrado públicamente para expresar, con ese gesto, que rechazan el racismo y se solidarizan con Dani Alves. Al jugador del Barcelona le lanzaron un plátano desde la grada, como si fuera un mono encerrado en una jaula y no una persona. Ocurrió durante el partido de fútbol entre el Barcelona y el Villarreal, cuando el conjunto local perdía por 0 a 2. Dani Alves, en una reacción sorprendente, pues en otra situación tal vez le hubiese mostrado el objeto al árbitro, peló el plátano y se lo comió sin dejar de jugar.

Poco después, como si la fruta fuese el bálsamo de Fierabrás, Alves lanzó dos centros al área, modalidad en la que no es especialista, que terminaron en sendos goles. El Barcelona empató el encuentro y unos minutos más tarde consiguió el tanto que le permitía ofrecerle la victoria a Tito Vilanova, que fue su entrenador y acababa de fallecer, a los 45 años, víctima de un cáncer.

El resultado es lo de menos, por muy emotivo que resultase para los azulgrana. Me parece mucho más importante el incidente del plátano, la reacción del defensa del Barcelona y, sobre todo, lo que ocurrió al día siguiente. Deportistas, políticos, famosos y personas sin popularidad social -me niego a llamarlas 'personas anónimas', como si no tuviesen identidad, y más cuando realizan un gesto tan necesario y plausible como el que protagonizan- ciudadanos de ámbitos muy diferentes llenaron las redes sociales de imágenes, las suyas, comiendo plátanos.

Secuencia fotográfica de como Dani Alves
 recoge el plátano lanzado desde la grada y se lo come.
(Imagen publicada por www.foxsportsla.com)
Ha sido esta una respuesta contundente contra el racismo, aunque no la única. Pero se necesitan más; muchas más. En España hay racismo y no poco. Y hay que hacerle frente en todo momento y en cualquier lugar, porque todos los crímenes son abominables, pero el racismo es uno de los más abominables de todos. No es lo mismo sentir odio por una persona o por dos o por doscientas que odiar a todas las personas que tienen el mismo color de piel, la misma vinculación geográfica, idéntica cultura, lengua, religión, ideología o camiseta. Porque el racismo y la xenofobia no se circunscriben al color de la piel o al origen étnico, sino que van mucho más allá. Y en España, desgraciadamente, se ve cada día.

El racismo es, además, contagioso y muy difícil de controlar cuando se desborda. Y no suele ser un problema unidireccional, de una persona o de un grupo contra otro, sino que la mayoría de las veces es bidireccional. Son dos odios que chocan frontalmente y suman los efectos de su animadversión, como sucede en las colisiones frontales entre vehículos. La fuerza del impacto es la suma de las velocidades a las que circulan ambos racismos.

Salvo honrosas excepciones, en España no se reacciona con rapidez para erradicar las actitudes, y de paso, también las aptitudes, xenófobas. La directiva del club de fútbol Villarreal, con la ayuda de sus seguidores, lo que también es digno de aplauso, ha identificado inmediatamente al abyecto individuo que lanzó el plátano, ha reconocido que es socio de la entidad valenciana, ha anunciado que le expulsa como socio y que le impedirá, de por vida, acceder a su estadio. Además propondrá al Comité Antiviolencia que le sancione con una multa importante. Bien. Pero no es suficiente. Hay que hacer más. Y no sólo en este caso. En todos. No se trata sólo de sancionar un comportamiento delictivo, sino de hacerlo de forma ejemplarizante, para disuadir a cualquiera que tenga un impulso xenófobo. Nadie nace racista. El racismo lo aprendemos en el seno de la familia, en la calle, entre los amigos, en los campos de fútbol. La xenofobia es una endemia que está en nuestra sociedad y hay que vacunarse y revacunarse contra ella.

La Federación Española de Fútbol no parece estar por la labor de hacerle frente de modo contundente. El seleccionador Luis Aragonés, ya fallecido, intentó motivar a un jugador español, por cierto, gitano, diciéndole que él era mejor que "ese negro". "Dígale de mi parte a ese negro que usted es mejor que él", dijo el seleccionador nacional.

La arenga hubiese tenido los mismos efectos si se hubiese referido a "ese negro" por su nombre. Luis se defendió de las críticas diciendo que él no era racista, que tenía un amigo negro que era como su hermano. Luis era racista, lo que pasa es que él no lo sabía. No es el primer caso ni será el último. Las palabras del seleccionador dieron la vuelta al mundo y fueron criticadas en todas partes, menos en España. La Federación no hizo nada y Luis siguió en el cargo. Menciono este caso porque me pareció en su momento muy sintomático de lo que ocurre en este país: una persona que no se considera racista hace comentarios racistas en público y nadie le sanciona. La situación no ha cambiado.


A Cristiano Ronaldo, jugador del Real Madrid, se le ha gritado hasta la saciedad "ese portugués que cabrón es". Quienes gritan esa consigna vinculan el insulto con la nacionalidad; es pura xenofobia, aunque lo disfracen de rima ripiosa. La Federación Española no ha sancionado a ningún club por ello. Y lo que pasa en los campos de Primera División tiene eco y se multiplica en los de las categorías inferiores, sin que los responsables del fútbol patrio hagan gran cosas para evitarlo. Tenemos muchos comités, pero son lentos, blandos, acomodaticios y hasta sectarios; o al menos, eso se deduce de sus resultados.

En la NBA, una de las ligas más importantes del deporte mundial, se toman mucho más en serio el abominable crimen del racismo. A Donald Sterling, dueño del club Los Ángeles Clippers, se le han atribuido unos comentarios racistas. Según parece, le reclamó a su novia que no se relacione con 'afroamericanos'. Sterling no es un simple hincha de un equipo, su novia no es jugadora de un conjunto rival, el incidente no ha tenido lugar sobre el terreno de juego, pero sus palabras han causado tal impacto que hasta el presidente Obama, que estaba en Malasia, las ha criticado. La NBA ha reaccionado con celeridad y Adam Silver, el comisionado-presidente de la liga de baloncesto profesional de EE UU, ha ordenado una investigación. La 'recomendación' de Sterling a su novia puede salirle muy cara. Se baraja hasta la posibilidad de declararle no apto para tener un equipo en la NBA y obligarle a que lo venda. Confío en que el comisionado Silver resuelva con rapidez y, si Sterling es considerado culpable, con contundencia. Por cierto, hay afamados periodistas deportivos españoles que están criticando, y con razón, al dueño de los Clippers con una dureza que no recuerdo que empleasen en el caso de Luis Aragonés. Otro síntoma.

Aquí no tenemos comisionados-presidentes como Adam Silver, tenemos a Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol y por esa razón comemos plátanos contra el racismo. Yo también lo he hecho pero, en vez de fotografiarme y poner la imagen en las redes sociales, he optado por escribir este artículo. Dani Alves no es santo de mi devoción, discrepo de muchos de sus gestos y declaraciones, pero estoy mucho más, muchísimo más, en contra del racismo.

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