jueves, 30 de enero de 2014

Muere el perro de Llerena


José Joaquín Rodríguez Lara. REDACCIÓN. BADAJOZ


Se llamaba Obdulio Bembibre Zahínos y parece que ha fallecido por segunda vez en su vida. En esta ocasión, atropellado en la cuneta de una carretera cacereña, a mitad de camino entre Pozuelo de Zarzón y Villanueva de la Sierra, en el umbral de Las Hurdes. Allí se lo encontró hace tres semanas un tractorista que, a las siete de la mañana, salía de su olivar.

"Al principio creí que era un pastor alemán, de esos que traen en verano los emigrantes que vienen de Madrid y de por ahí. Usted dispense la confusión, pero con la poca luz que había y con un pelo tan largo, tal que se me pareció un mastinaco. De seguro que del pueblo no era. Ni jurdano tampoco, que yo me conozco muy bien a la gente del Pino y de las alquerías estas. Al principio yo no le di importancia, ¿sabe usted?; ve uno tantos perros muertos por esas cunetas de Dios... Pero luego, cuando ya me bajé del tractor a cerrar la cancilla, le vi una mano y me llamó la atención", afirma Nicasio Rubio, agricultor de Villanueva de la Sierra, que se llevó un susto de muerte cuando logró verle la cara al presunto perro y comprobó que se trataba de una persona. "¡Qué podía esperarme yo, chico! Menúo respingo que di. Figúrese el cuadro".

SIN EXPLICACIÓN

Obdulio Bembibre ha muerto como vivió, en el más absoluto de los misterios. Su caso no tiene explicación lógica posible. Se conoce su nombre porque quienes le conocieron dicen que él insistía, incluso sin que se le preguntase, en que se llamaba así: Obdulio Bembibre Zahínos. Al parecer, este era su único recuerdo personal. No sabía dónde había nacido, o al menos eso aseguraba, ni si tenía familia o amigos, ni contó nunca a qué actividad había dedicado su vida. Tampoco fue posible hallar documentos que acreditasen su identidad. No portaba ni el DNI ni fotografías ni una carta ni cualquiera otra documentación que pudiera contribuir a indagar en sus orígenes.

Carretera de acceso a Villanueva de la Sierra (Cáceres)
(Foto de archivo)
Con un nombre y dos apellidos como único patrimonio, parece que Obdulio sobrevivió en la calle durante algunos años, como un auténtico mendigo. Sin embargo, no pedía ni aceptaba limosnas ni comida o abrigo. Hubo un tiempo en el que fue muy popular en los pueblos del sur de Extremadura, debido a que pregonaba la reencarnación de los muertos. Y no en cualquier cosa: la reencarnación en perro. Aseguraba Obdulio que las personas que mueren pasan inmediatamente a una especie de sala de espera, que nunca supo decir dónde está. Allí aguardan a que, en algún lugar del mundo, vaya a nacer un perro y se cree una nueva plaza de can. Entonces, por riguroso orden de entrada en la sala, las personas fallecidas se reencarnan en perro. Y no se puede elegir ni protestar; es decir, que a un bebé que haya nacido muerto puede tocarle reencarnarse en la mascota de una familia pudiente y vivir cómodamente como perro el resto de sus días. Y, del mismo modo, un viejo millonario que jamás padeció problemas de salud ni de nada puede tener que reencarnarse en uno de esos cachorritos a los que se sacrifica con un golpe en la cabeza incluso antes de que abran los ojos.

"No sabemos si nos tocará ser perro callejero o mascota de marquesa; si tendremos que escarbar en la basura para poder vivir o nos darán de comer croquetas con tenedor de plata; si nos atarán con una cadena herrumbrosa o nadie nos pondrá jamás un collar. Sólo sabemos que seremos perro y que, al menos una vez, viviremos y moriremos como un perro, porque ese es nuestro destino y no podemos evitarlo. Así, que no maltratéis a los perros; no les peguéis, no les cortéis las orejas ni el rabo ni los recolgones, no los alimentéis con huesos descarnados ni pan seco, porque, si así lo hacéis, quizás, sin saberlo, estéis maltratando a vuestro padre, o a vuestra abuela, o incluso a vuestros hijos. Nunca sabréis a quién hacéis daño cuando maltratéis a un perro. Pero los perros sí lo saben. Cada uno de ellos sabe que le maltrata su hijo, que le corta el rabo su padre, que lo castra su hija, que lo ahorca su hermano o que lo viste de forma ridícula su viuda. Ellos lo saben y yo también lo sé, porque yo iba para perro y lo he visto muy de cerca."

Este increíble alegato en contra del maltrato canino figura en el historial psiquiátrico de Obdulio Bembibre Zahínos, también conocido como El Perro de Llerena, quien afirmaba que había muerto y estuvo en la sala de espera de las reencarnaciones en chucho pero, "por un problema de papeleos", no terminó de reencarnarse en can y volvió a su estado inicial de persona, sin que jamás llegara a decir ni cómo ocurrió ni cuándo ni tampoco dónde.

FIN DE LA GRACIA

Al principio, el discurso de las reencarnaciones  hacía gracia y los vecinos de los pueblos por los que pasaba Obdulio le escuchaban embobados. Incluso le regalaban bolsas de comida para perro, falsos huesos de cuero, para que se limpiase la dentadura como un perro, y otras chucherías caninas. Pero con el tiempo, el público empezó a aburrirse, primero; a cansarse, después; a preocuparse, más tarde; y a indignarse, finalmente.

Varías ONG y hasta una sociedad protectora de animales se interesaron por la vida de El Perro de Llerena. Le ofrecieron comida apta para el consumo humano, pusieron a su disposición un techo para que se cobijara, le procuraron atención sanitaria y hasta tratamiento psicológico. "Nunca aceptó nada de lo que le ofrecimos", afirma Fermín Maqueda, director del albergue 'Un lugar a la lumbre', de Almendralejo, que lleva décadas atendiendo a las personas necesitadas que pasan por la capital de Tierra de Barros. "No es que se escapase del albergue, no fue así. Aquí ofrecemos 'un lugar a la lumbre', pero no retenemos a nadie en contra de su voluntad. Sólo damos manutención, un techo y compañía. Pero sí es cierto que esa persona se marchó sin avisar y sin despedirse. Desapareció durante la madrugada siguiente a su llegada. También tengo que decir que no se llevó nada. Ni siquiera comida. Creo que el pobre hombre estaba afectado por algo", concluye el director del albergue almendralejense en unas declaraciones exclusivas para este periódico.

Tras pasar por varias experiencias de este tipo en diversas localidades de la provincia de Badajoz, Obdulio siguió dando tumbos y pregones sobre la reencarnación canina, hasta que las autoridades locales, alertadas por algunos ciudadanos molestos con lo que ocurría, decidieron intervenir. Obdulio Bembibre fue internado en el hospital psiquiátrico de Mérida, ya desaparecido, y alojado con los enfermos crónicos, en el llamado 'pabellón Llerena'. De ahí le viene el sobrenombre. Como, en su demencia, Obdulio seguía predicando con obsesiva insistencia sobre la reencarnación canina y contra el maltrato a los perros, los trabajadores del psiquiátrico emeritense comenzaron a referirse a él con el apelativo El Perro del Llerena, es decir, del pabellón Llerena, lo que con el boca a boca, por efecto de la deformación, quedó reducido a El Perro de Llerena. Pero Obdulio Bembibre Zahínos ni era de Llerena ni nadie sabe en Llerena de dónde podía ser.

DESAPARECIDO

Tras cerrarse el hospital psiquiátrico provincial, Obdulio pasó a un piso de acogida, en la ciudad de Badajoz, para tratar de reinsertarlo en la sociedad, pero escapó y se le perdió la pista. No se había vuelto a saber nada de él hasta que, hace tres semanas, lo encontraron muerto. Esta vez tampoco llevaba documentos encima, pero pudo ser identificado al hallarse un tatuaje bajo el sedoso y largo pelaje que le cubría casi todo el cuerpo. Llevaba escrito su nombre completo en la cara interna del antebrazo derecho. El tatuaje era tan bueno que sólo puede ser obra de un profesional experimentado, según fuentes generalmente bien informadas a las que ha tenido acceso este periódico.

No se sabe en qué circunstancias fue atropellado Obdulio Bembibre ni tampoco quién conducía el vehículo que le causó la muerte. El conductor, o creyó que se le había cruzado un animal, posiblemente uno de los jabalíes que tanto abundan en la zona, cercana a la Sierra de Dios Padre, y no se dio cuenta de que había atropellado a una persona, o huyó del lugar de los hechos al percatarse precisamente de que había matado a un hombre. En cualquier caso, Obdulio quedó muerto en la cuneta, como un perro, y allí lo encontró el tractorista Nicasio Rubio, vecino de Villanueva de la Sierra, cuando salía de su olivar.

En el lugar del atropello quedaron unas leves huellas de neumático que, según Tráfico, podrían pertenecer tanto a un turismo de tipo utilitario como a una pequeña furgoneta de uso agrícola o comercial, como muchas de las que circulan por la zona. La Guardia Civil sigue investigando las circunstancias del siniestro pero, tres semanas después del suceso, nadie parece haber visto nada. Por ahora no hay testigos. Por esta razón, las autoridades han solicitado la ayuda ciudadana para aclarar lo sucedido. Y, al hacerlo, han desempolvado una noticia que, en su momento, llegó a este periódico, y a todos los medios informativos de Extremadura, como una simple nota de sucesos:

"El más grave de los hechos registrados en las carreteras extremeñas durante las últimas horas es la muerte, por atropello, de un varón adulto, O.B.Z., de edad indeterminada, en el punto kilométrico 25,200 de la carretera EX-204. Por otra parte, un joven de 19 años, R.H.J., sufre diversas contusiones y erosiones de carácter menos grave al salirse de la calzada el ciclomotor que conducía cuando circulaba por el badén de Talavera", decía la nota distribuida hace tres semanas por el gabinete de prensa de la Delegación del Gobierno.

HOMBRE LOBO

Que el fallecido tuviese la mayor parte del cuerpo cubierta por un pelaje denso, largo y sedoso, de color grisáceo, no es algo usual, pero tampoco resulta imposible. Existe una anomalía genética denominada hipertricosis, también conocida como síndrome del 'hombre lobo', caracterizada por la existencia de cabellos en casi todo el cuerpo. Las personas que sufren hipertricosis tienen la piel cubierta por un pelaje lanudo y largo, que puede medir hasta 25 centímetros. Sólo las palmas de las manos y las de los pies están libres de pelo en estas personas. Únicamente se tienen constancia de la existencia de 50 casos de hipertricosis en todo el mundo y el de Obdulio Bembibre podría ser el número 51. Se trataría de una auténtica rareza de enorme interés para los científicos. Por este motivo, de forma paralela a la investigación sobre el atropello, se le están realizando análisis genéticos a los restos mortales de la víctima.

Persona afectada por hipertricosis. (Foto de archivo)
Fuentes que prefieren mantener el anonimato y a las que ha tenido acceso este periódico no recuerdan que el difunto mostrase alguna anomalía capilar mientras estuvo vivo. Otras fuentes cercanas a la investigación señalan que los cabellos no presentaban desgaste ni aplastamiento, a pesar de estar cubiertos por la ropa y el calzado. Tampoco hay erosiones que indiquen la práctica de un rasurado frecuente para ocultar la presencia de tan inusual pelaje. Todo ello hace sospechar que la pelambrera de Obdulio creció en pocos días, incluso en pocas horas, aunque la forense no se atreve a diagnosticar que estemos ante un fenómeno post mortem.

En el caso de que no se logre localizar a algún familiar del fallecido o que alguien con derecho a ello reclame el cuerpo de la víctima, los restos mortales de Obdulio Bembibre podrían ser entregados a la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura que, al parecer, ha mostrado un vivo interés por hacerse con ellos. Por otra parte, el delegado del Gobierno en Extremadura ha desmentido de forma tajante, tildándola de especulación morbosa, la posibilidad de que un millonario estadounidense, que al parecer mantendría fuertes vínculos de mecenazgo con el Smithsonian National Museum of Natural History, de Washington (EE. UU.), se acabe de dirigir al Gobierno de España para comprar a cualquier precio el cadáver de Obdulio Bembibre Zahínos, cuya desgraciada doble vida, como presunta persona afectada de hipertricosis, como presunta víctima de una fallida reencarnación en perro y como presunto 'hombre lobo', lleva más de 24 horas dando la vuelta al mundo a través de las redes sociales y de las ediciones digitales de los medios convencionales de información.

Descanse en paz El Perro de Llerena.


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