miércoles, 26 de junio de 2013

La fiesta de los sentidos

José Joaquín Rodríguez Lara


Su extraordinaria capacidad de adaptación al entorno social, por muchos cambios que el mismo pueda experimentar, es una de las virtudes que explican la pervivencia del cristianismo y de las iglesias cristianas durante más de 20 siglos. Y la religión cristiana no solo ha sabido adaptarse a las circunstancias particulares de cada lugar y de cada época, sin perder su esencia en el trance, sino que ha ido tomando en cada momento lo que le interesaba de cada situación, transformando lo que podría ser un motivo de riesgo en fundamento de su fortaleza. Los cultos precristianos, las deidades que la Iglesia consideraba paganas y hasta los fenómenos naturales han sido cristianizados sin excepciones, desde el portal de Belén con su famosa ‘estrella de Navidad’, hasta hoy.

En ocasiones la cristianización se hizo sobre bases muy débiles y hay santos, cuyo origen se remonta a las creencias romanas, de los que se sabe su nombre y poco más. Pero otras veces, la cristianización se ha realizado sobre realidades naturales innegables. Es el caso de los solsticios, esos momentos del año en el que el día y la noche vuelven la esquina de las horas y los días empiezan a tener más o menos luz solar. En el hemisferio norte, el solsticio de invierno se registra el 21/22 de diciembre. A partir de ese momento, el día empieza a ganarle minutos a la noche, aunque la falta de luz artificial llevó a los antiguos a adelantar el cambio de ciclo al día 13 de diciembre, festividad de santa Lucía, que ya anuncia la luz con su propio nombre. ‘Por santa Lucía mengua la noche y crece el día’, asegura el refranero.

El solsticio de invierno era importante para quienes no tenían más luz que la del sol y la del fuego, pues la Luna y las estrellas sólo dan para andar a tientas, así que no puede extrañar que el nacimiento de Cristo, ‘la luz de los pueblos’, se vincule a ese paso de la noche al día y se fije en la noche del 24 al 25 de diciembre. No puede extrañar salvo porque, según los textos cristianos, el niño Jesús fue adorado por los pastores que estaban con sus rebaños por los campos, lo que no es muy usual durante los fríos días de diciembre, ni siquiera en los páramos de Judea.

El solsticio de verano, cuando el tiempo de luz solar empieza a reducirse, se produce el 21 de junio. Es un hecho importante, muy celebrado desde la más remota antigüedad, pues es cuando se registra ‘el día’ más largo y la noche más corta de todo el año. Hay muchos ritos -sobre el amor, sobre la buena suerte, sobre el fuego, el agua, etcétera-, asociados al solsticio de verano que se mantienen a pesar del paso de los siglos.

La tradición cristiana sitúa próxima al solsticio de verano la festividad de san Juan Bautista, que como es sabido se celebra el día 24 de junio. San Juan Bautista, el precursor de Cristo, es el santo de más renombre de los que se festejan por esas fechas, así que no resulta extraño que se asocien a su festividad celebraciones, como saltar sobre el fuego, mojar las varas en agua, como se hace en Zafra, recolectar plantas para propiciar el amor y otras prácticas que pudieran parecer impropias de las creencias cristianas y que se solapan entre el solsticio y la festividad de san Juan.

Para los antiguos griegos, el solsticio de verano era una de las ‘puertas’ del año, la ‘puerta de los hombres’, en contraposición al solsticio de invierno que era considerado la ‘puerta de los dioses’. Los dos resultaban confluencias claves para las comunidades rurales, pero especialmente el solsticio de verano, la festividad de san Juan, cuando todavía están a medio recoger los principales alimentos para todo el año y otros inician su proceso de maduración. ‘El agua de san Juan, quita vino y no da pan’, advierte el refranero.

En la capital pacense, que vuelca la mayor parte de sus creencias religiosas sobre su patrona, la Virgen de la Soledad, sobre la patrona de sus campos, la Virgen de Bótoa, y hasta sobre la esperanza de sus más difíciles aspiraciones, san Judas, todas o casi todos los rituales asociados al solsticio de verano han sido diluidos por la fuerza de la celebración del patrón de Badajoz, de la festividad de san Juan Bautista, al que la ciudad dedica su catedral, un templo parroquial, una calle… y su Feria; la Feria y las consiguientes Fiestas de San Juan.

Decenas de miles de personas pasan cada año por la feria pacense.
(Imagen publicada por extremadura.com)
De la Feria, entendida como mercado de frutos, productos y animales, queda poco, pues la ciudad, que un día se atalayó en el cerro de la Muela para defender el vado del Guadiana y más tarde se convirtió en muralla fronteriza para controlar el llano, es hoy una plaza abierta como pocas, una avanzadilla comercial, un escaparate desde el que se abastece de bienes y servicios al suroeste ibérico, así que ya no existiría si hubiese centrado su oferta comercial en unos pocos días del año. En Badajoz todos los días hay cosas que comprar y que vender.

Pero las Fiestas de San Juan mantienen su vigencia, no tanto como principal pretexto para la diversión, pues no hay mejor pretexto para divertirse que estar vivo, sino como motivo de reencuentro. Toda fiesta conlleva inexcusablemente la concentración de personas, y a más gente, más fiesta, pero en las Fiestas de San Juan lo importante no es estar, sino reencontrarse. La Feria de San Juan es un cruce de caminos. En sus fiestas patronales, la ciudad de Badajoz se vuelca sobre sí misma, se reencuentra con sonidos, colores, olores, sabores y personas que constituyen la esencia de su personalidad. Cada cual es cada cual y cada quien tiene sus razones, pero todos tienen alguna. Incluso quienes huyen de la Feria para no revivir algo que les molesta.

Salvo los debutantes, no se va a la Feria en busca de lo nunca visto, de lo no vivido, principalmente se va para reencontrarse con lo que se vivió, porque más que una puerta abierta a la calle, las fiestas patronales pacenses son una ventana que se abre al interior, al corazón de la ciudad, incluso cuando el corazón parece latir fuera del pecho. Hay mucho de rito iniciático en la Feria, desde los toros hasta los cacharritos, desde las tapas hasta los bailes, desde el día hasta la noche, desde las casetas hasta los bares del centro.

La Feria es una suerte de solsticio personal en el que la niñez abre los ojos y se suelta de las manos de sus mayores y la adolescencia se hace adulta y la vejez juega a ser niña. Son unas horas, unos días en los que se entremezclan las edades y hay personas mayores que disfrutan comiendo chucherías como el algodón de azúcar o disparando en las casetas de tiro, y criaturas que se sienten mayores al volante de los coches eléctricos o experimentando el vértigo de cualquiera otra atracción, sea mecánica o de carne y hueso.

Es esa exaltación nostálgica del goce de los sentidos lo que la mantiene viva y lo que justifica la existencia de la Feria de San Juan y de cualquier otra fiesta patronal. Ofertas de diversión hay todos los días en cualquier parte y nunca faltan en ciudades tan habitables como Badajoz; oportunidades para reencontrarse con lo que un día nos hizo felices, hay menos.

La Feria es el pretexto que llega todos los años a Badajoz con el solsticio de verano, la puerta abierta a la felicidad de las personas, el reencuentro con la festividad de san Juan Bautista, con las atracciones y los olores, los sabores, los colores, los sonidos y las texturas de siempre. Porque la feria no cambia, cambian las circunstancias en las que se desenvuelve y ella se adapta a esos cambios. Ese es el secreto de su pervivencia.

(Artículo escrito para la revista de la Feria y Fiestas de San Juan, 2013, 
del Ayuntamiento de Badajoz)



miércoles, 19 de junio de 2013

- El Fondo Monetario Internacional se ha empeñado 

en que España baje los sueldos y las indemnizaciones por despido, 

para que alcancemos el pleno empleo, y al final lo va a conseguir. 

Terminaremos trabajando todos, gratis y sin finiquito.


- Al precio que está el arroz y al que se pondrán las patatas, 

habría que dejar de cultivar droga y empezar a sembrar comida.


lunes, 17 de junio de 2013

Por el recambio


José Joaquín Rodríguez Lara


Manuel Fraga Iribarne paseando por Londres,
cuando era embajador. (Imagen de Internet extraída
como recorte de una publicación impresa)

Manuel Fraga (Villalba, 1922-Madrid, 2012) ha sido el líder de mayor calado que ha tenido la derecha española durante medio siglo. Todavía vivía Franco y ya se tenía a Fraga, embajador en Londres, como la esperanza blanca del postfranquismo. Como ministro de la dictadura, Manuel Fraga sacó adelante una ley de prensa, la llamada 'Ley Fraga', que suavizaba las ataduras de la censura franquista, sin que por ello dejase de ser censura. Al sacerdote, catedrático y político, Diego Muñoz-Torrero (Cabeza del Buey, 1761 - Portugal, 1829), el gran pensador extremeño, promotor y defensor de las libertades en las Cortes de Cádiz, esa ley le habría parecido insuficiente, pero a Fraga se le considera, si no el padre, al menos sí el abuelo de la libertad de expresión en España, lo que constituye un claro síndrome de Estocolmo periodístico.


De Fraga dijo Felipe González que le cabía todo el Estado en la cabeza, elogiando así su capacidad intelectual y de estadista, pero a pesar de haber sido uno de los políticos españoles mejor preparados, si no fue el que más, durante las últimas décadas, Fraga nunca ganó unas elecciones generales ni tampoco presidió jamás el Gobierno de España. Es más, la derecha no llegó a La Moncloa hasta que Fraga no se retiró a su feudo gallego, cuando todavía era un político en aceptable estado de uso, aunque fuese ya un líder en franco retroceso. Para favorecer a su partido, Fraga supo retirarse a tiempo de la carrera monclovita. Y acertó.

Si no el que más, Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951) es uno de los políticos españoles en activo con un historial más dilatado. El vigente líder de los socialistas españoles ingresó en el PSOE en el año 1974 y ocupa cargos oficiales, electivos o de libre designación, desde la transición. Varias veces ministro, con González y con Zapatero, vicepresidente y cardenal camarlengo en el último Ejecutivo socialista, Rubalcaba nunca ha ganado unas elecciones generales ni tampoco ha presidido jamás el Gobierno de España. Su mayor logro personal en este campo ha sido pactar con Mariano Rajoy, el actual inquilino de La Moncloa. Como a Fraga, también se le vincula con el mundo periodístico. A Rubalcaba se le considera un político muy bien afincado en alguna prensa, en particular, y con extraordinario dominio de la información, en general.

Alfredo Pérez Rubalcaba. (Fotografía bajada de Internet)
Una vez fue la esperanza blanca de los socialistas, pero poco a poco se ha ido convirtiendo en la desesperación de muchos compañeros de partido. Rubalcaba está más que amortizado y hace tiempo que dejó de ser el inquilino incuestionado del cartel electoral socialista. Y no por la edad, pues Rubalcaba aún es joven para la política, pero sí por el desgaste. Muchos militantes socialistas pensarán lo contrario y defenderán la idoneidad del actual secretario general del PSOE para que su partido vuelva a gobernar España. Están en su derecho de opinar así, pero las elecciones no se ganan con el voto de los militantes convencidos, sino con el apoyo de los indecisos, militen o no militen. Y ahí, Rubalcaba no termina de ganar terreno. Sólo hay que repasar las encuestas: el líder de la oposición que se postula para solucionar los problemas del país genera menos confianza en la opinión pública que el presidente del Gobierno que supuestamente los causa.

Cartel electoral de Felipe González
Márquez en las generales de 1982.
(Imagen tomada de Internet)
A Felipe González le pintaron canas en su primer cartel electoral para que no pareciese tan joven como era. Alfredo Pérez Rubalcaba tendrá que ser maquillado en el siguiente para que no parezca que es él. 

Con un mensaje muy sencillo, 'Por el cambio', González no solo ganó con amplísima mayoría absoluta -202 diputados- las elecciones generales de 1982 (cuando ya andaba por allí Rubalcaba), sino que borró del mapa a la Unión de Centro Democrático (UCD). A Pérez Rubalcaba no le bastaría con el cambio, necesita un recambio. Un recambio para él. Y más pronto que tarde. El socialismo y España se lo agradecerán.

P. D.

En general, para opinar no se exige carné; ni carné de militante, ni carné de experto, ni tampoco carné de medio pensionista.

En particular, opinar sobre lo que ocurre en los partidos políticos, en todos, no sólo es un derecho, es una obligación. Los partidos reciben mucho dinero público, muchísimo, y es natural que a los ciudadanos les preocupe qué hace cada partido con el dinero de la ciudadanía, cómo lo hace y quién lo hace.

martes, 11 de junio de 2013

Ojo a Monago


José Joaquín Rodriguez Lara


Tarde del 11 de junio del 2013, martes.- 
José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura, acaba de descolocar a la oposición extremeña con su discurso en el debate sobre el estado de la región.
José Antonio Monago, presidente del Gobierno extremeño, plantea medidas para mejorar Extremadura en su intervención desde la tribuna del Parlamento regional.
(Imagen tomada de Internet)
La oposición esperaba, deseaba y exigía que Monago hablase del paro y Monago, corbata verde de la esperanza, ha hablado sobre el empleo. La oposición reclama medidas contra el desempleo y Monago ha planteado medidas para estimular la contratación: bajar los impuestos, mejorar la educación, ayudas a los emprendedores, fomentar la investigación... 

La oposición está indignada; ni más que ayer, ni menos que mañana, lo mismo de indignada que todos los días. La oposición, incluida la fáctica, la aristocracia sindical, pretende que el Gobierno extremeño cree de forma directa y a golpe de nómina oficial miles de empleos; 25.000 pidió una vez el sindicalista y diputado socialista Miguel Bernal. Pero Monago no está por la labor de tener más funcionarios; prefiere estimular a la iniciativa privada para que sea ella la que genere empleo. La oposición le reclama al presidente que para remendar el presente haga lo que se hacía en el pasado: más administración autonómica, más empleíto oficial, pero José Antonio Monago enarbola la bandera del futuro y responde con más sociedad civil. 

La oposición socialista, con Guillermo Fernández Vara a la cabeza,
escucha la intervención del presidente extremeño.
(Fotografía bajada de Internet)
En semejante tesitura resulta muy difícil que se produzca el acuerdo. Y cuando la oposición no acepta lo que hace el Gobierno y el Gobierno rechaza lo que propone la oposición, sólo queda una salida: debe gobernar quien ganó las elecciones. 

Por lo demás, el discurso de Monago fue largo, dos horas y 17 minutos, denso, lleno de iniciativas, propuestas y anuncios de profundo calado -la rebaja del IRPF, la reducción del número de diputados en el Parlamento regional, la limitación de los mandatos presidenciales, la prioridad absoluta para los enfermos de cáncer, la devolución del poder adquisitivo a los funcionarios, la propuesta de creación en Badajoz de una plataforma logística que tenga las ventajas fiscales de las zonas francas, etcétera, etcétera, etcétera y etcétera. 

Más que el discurso presidencial que abre el debate sobre el estado de la región, José Antonio Monago parecía estar haciendo un discurso de investidura. ¿Y por qué habría de hacer un discurso de investidura quien es por derecho presidente del Gobierno de Extremadura? Por mil razones. Porque empieza el segundo tiempo de la legislatura, porque conoce el pasado y tiene más confianza en el futuro que en el presente, porque ahora puede hacer lo que siempre quiso hacer y las circunstancias no le han dejado, porque ha ganado seguridad, por ver si la oposición entra al trapo o sigue escarbando su fosa en la arena... Cuando el toro muge y se echa tierra al lomo, mala señal, muy mala: el diestro no hace faena y al público, se la hacen.



Mañana y tarde del 12 de junio del año 2013, miércoles.-
Cristina Teniente, vicepresidenta del Gobierno
extremeño, conversa en el Parlamento con
Guillemo Fernández Vara, expresidente de la Junta de
Extremadura. (Imagen publicada por Extremadura.com)
Y entró, entró, que decía el periodista Juan José Castillo cuando comentaba para la televisión los partidos de Santana, de Gimeno, de Gisbert, de Orantes y de otros tenistas en blanco y negro. La oposición extremeña entró al trapo y el paro, al que pretendía convertir en la estrella del debate de la región, cedió todo su protagonismo a las medidas estimuladoras del empleo. El paro, ni fue protagonista ni actor secundario ni tampoco actor de reparto. Todo lo más, un extra con frase. Corta pero frase.

Pedro Escobar, portavoz de IU, en la tribuna de oradores. (Foto publicada por eldiario.es)
El cambio de guion realizado por el presidente Monago en su discurso de apertura del debate trastocó el proyecto de película hasta unos extremos increíbles. Lo que se pronosticaba que fuese una superproducción en cinemascope sobre el paro devino en ensayo literario sobre el empleo. Lo que se temía que fuera un agrio enfrentamiento verbal desembocó en una casi distendida conversación entre personas con siglas, pero sin orejeras. Fue un debate pastueño, en el que hubo lugar para que se lucieran los toreros valientes, los pintureros y hasta los artistas, como Pedro Escobar, portavoz de Izquierda Unida, que en mitad de una de sus intervenciones desde la tribuna de oradores hasta imitó a Aznar. Con una ventaja sobre el original: a Escobar las imitaciones se le pasan, pero Aznar sigue preso en su piel, continúa siendo Aznar y no puede librarse de ser él ni cuando le despellejan.

Mientras el bombazo informativo que había dado Monago el martes por la tarde, al anunciar una bajada de impuestos en la España de Rajoy, seguía rebotando por las radios y los teledelirios nacionales e, incluso en los de ámbito extremeño, en el hemiciclo flotaba la armonía de una partitura pocas veces interpretada en la Asamblea de Extremadura. Con el estampido de la bajada de impuestos, Monago puso las letras gordas, los titulares, y con el sosiego de sus intervenciones, tanto el presidente extremeño como el líder socialista Guillermo Fernández Vara y el de Izquierda Unida, Pedro Escobar, escribieron la letra pequeña, la de la concordia, esa que pocas veces se lee pero que atesora las grandes verdades.

Ojo con José Antonio Monago, mucho ojo; está tan solo el líder del PP extremeño que nadie es capaz de hacerle sombra. Al menos por ahora.

Como hizo Gabriel García Márquez en Zacatecas, en 1997, durante el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, cuando propuso jubilar a la ortografía y despedir a la hache, dejando mudas de asombro a todas las demás letras del abecedario patrio, el martes, Monago "se robó" el debate sobre el estado de la región extremeña. Tan solo unas horas después, el miércoles, ya no había remedio; por mucho que hubiese zapateado la izquierda, nada podía competir en sonoridad informativa con la bajada de impuestos. El eco mediático no acostumbra a dar segundas oportunidades.

Así que la oposición se aplicó a la lidia, se fajó en cada lance y aunque no salió a hombros, ganó en hombría, es decir, en humanidad y en verosimilitud. Con su actitud ganamos todos. La política no debe ser una guerra. La víctima principal de cualquier conflicto bélico es la población civil, la que no combate. Y los extremeños no se merecen que sus propios representantes políticos les hubiesen hecho semejante faena.

lunes, 10 de junio de 2013

- La moral es religiosa, la ética, ciudadana, la deontología, profesional, 

pero la norma que mantiene en pie a cualquier sociedad 

se llama ley y es de todos.


- Cuando en el mundo del fútbol se produce una victoria 

por la mínima diferencia (1-0, 2-1, etcétera) 

hay quienes dicen y hasta escriben: 'victoria pírrica', 

como si el gol del triunfo lo hubiese marcado Pirri, exjugador del Real Madrid, 

y estuviesen confundiendo al exfutbolista con el rey Pirro de Épiro, 

que derrotó a los romanos, pero a consta de perder gran parte de su ejército.

 

Un triunfo pírrico no es una victoria por corta diferencia, 

ni con gol de Pirri, 

sino aquella con la que se pierde más que se gana, como le ocurrió al rey Pirro.


Esas mismas personas, y otras, deben suponer, también, 

que por la boca salen puyas, es decir, esas varas con aguijón 

de acero que se utilizan para picar a los toros bravos en el ruedo, 

y no pullas, esas frases generalmente cortas y siempre agudas 

con las que, queriendo o sin querer, 

a menudo se hieren los sentimientos ajenos.


miércoles, 5 de junio de 2013

Azafate de mamones con higos de tiberia


Para la mayoría de las personas, el término mamón es una palabra que oscila entre el desprecio y la complicidad afectiva. No es lo mismo decir 'ese es un mamón', que '¡qué mamón estás hecho'! Para mí, en cambio, la palabra mamón no es ni despectiva ni cariñosa, es el nombre de un plato, de una comida que me recuerda a tiempos difíciles en los que cocinar no era un arte, era un milagro, por la escasez que había de casi todo.

Un buen pan, bien horneado y asentado,
es la base de unos buenos mamones.
(Imagen tomada de Internet)
En mi niñez comí más de una vez y más de dos mamones, y siempre me pareció una fiesta. Los mamones son, en síntesis, una sopa de tomate; pero una sopa de tomate empanada que se come como si fuese una tarta. Es un plato que aporta pocas calorías y, por lo tanto resulta apropiado para los meses de calor, desde la primavera hasta los primeros compases del otoño extremeño, aunque se puede consumir en cualquier época del año. Es barato, fácil de preparar y sacia.

Los mamones se hacen con pan de verdad, un pan asentado que se pueda cortar en lascas, láminas, rodajas o rebanadas ni muy gruesas ni tampoco excesivamente finas, como de medio centímetro de grosor. Una vez cortado el pan se dispone por capas perfectamente ordenadas en un azafate. 

La palabra azafate viene en el diccionario, pero no le haga usted caso a esa entrada del catálogo de la lengua castellana pues podría darse el caso de que, siguiendo los desvaríos de la Real Academia, se le ocurriera hacer los mamones en una cesta de mimbre y le aseguro que sería un fra-caso.

Azafate ovalado o redondo, a saber.
(Foto pillada en Internet
El azafate es esa fuente honda, unas veces rectangular y otras más o menos ovalada, que se ha llevado siempre a la mesa en los chozos, eras y cortijos para comer directamente de ella, con 'cuchará' y paso atrás, sirviendo en su cuenco el cocido de garbanzos, un escabeche, unas migas retiradas del caldero que aún seguía en la lumbre o, como es el caso, unos mamones. En mi opinión, para los mamones y para todo lo que se coma directamte del azafate con cuchara, son mejores los azafates rectangulares, que suelen ser más hondos.

El sabor dulce de los higos maduros
combina estupendamente con el salado de los mamones.
(Foto tomada de Internet)
Con las rebanadas de pan colocadas en el azafate, hasta el borde superior de sus paredes, se empieza a cocinar los demás ingredientes. Se arranca con el consabido chorro de buen aceite de oliva en el que, a fuego suave, se retraen en un perol o sartén honda un par de dientes de ajo, una cebolla, dos o tres tomates maduros pelados y troceados, pimiento verde o rojo o los dos y hasta un poco de puerro si usted lo tiene a bien. Todo ello picado muy fino. Cuando el sofrito está en su punto se le añade agua al perol, se le pone sal, no mucha, y se lleva a ebullición. Si quiere le puede añadir una pizca de pimentón de La Vera, dulce o picante, pero no es imprescindible.

Una vez que el agua empieza a hervir, se rocía el pan del azafate con abundante orégano, que además de aroma tiene cualidades anticancerígenas, y con mucho cuidado se vierte el caldo y todo su contenido sobre el pan colocado en el azafate, asegurándose de que lo empapa y lo cala completamente. Si es necesario, para facilitar la penetración del caldo, se introduce un cuchillo, un tenedor o una cuchara entre las paredes del azafate y el pan, abriendo fisuras entre ellos. Se deja que los mamones reposen unos minutos, para que se templen, y ya se puede llevar el azafate a la mesa.

Las migas del plato


Primero.- Los mamones se comen a cucharadas, en el propio azafate, cortando el pan como si fuese una tarta, sin revolverlo.

Segundo.- Es un plato con el que se puede iniciar la jornada, comer al mediodía o cenar.

Tercero.- Con una mano se sostiene la cuchara y con la otra, una tajada de melón, medio pepino, un racimo de uvas o unos higos frescos, que es el más delicioso de los acompañamientos para los mamones. Tanto el melón como el pepino, las uvas y los higos se comen a mordiscos, sin cubiertos ni miramientos. Para acompañar a los mamones y para cualquier otra ocasión, los mejores higos del mundo, con diferencia, son los de tiberia y los de rey que se cultivan en la villa de Barcarrota, al suroeste de la Unión Europea.

Buen provecho.

José Joaquín Rodríguez Lara




sábado, 1 de junio de 2013

Una ley explosiva

José Joaquín Rodríguez Lara


España es el paraíso de los legisladores y el infierno de las leyes. Vivimos en un país en el que hay muchísimas más personas empeñadas en hacer normas que dispuestas a cumplirlas. Eso sí, todos solemos exigir que los demás cumplan las leyes. Incluso cuando la ley no existe.

Por ejemplo, en un país en el que no dimite nadie, o casi nadie, es muy habitual que se exijan dimisiones, a pesar de que no hay ni una sola ley que obligue a dimitir, ni siquiera siendo culpable. Pero eso es lo de menos; ¡fulanito o fulanita, dimisión! es una cantinela de uso frecuente. Todavía resuena por las calles de la transición a la democracia el grito de ¡menganito, dimite, el pueblo no te admite! 

Sin duda hay preceptos que establecen la imposibilidad de ejercer determinados cargo en ciertas circunstancias, pero eso no es dimitir; la dimisión la lleva cada cual en su conciencia, si la tiene, y es muy distinta a la destitución.


Guillermo Fernández Vara, diputado del PSOE.
(Imagen publicada por teinteresa.es) 
En Extremadura se exige ahora que dimita Guillermo Fernández Vara, expresidente de la Junta de Extremadura, secretario regional del PSOE y diputado en el Parlamento autonómico. Desde el PP se pide su dimisión por las presuntas irregularidades que, durante su mandato como presidente del Gobierno extremeño, parece que cometió el equipo rector de FEVAL, la institución ferial extremeña, que nació como iniciativa privada pero vive y reina gracias al amparo del dinero público.

Si se confirman las presuntas irregularidades, por las que se ha detenido a los principales responsables de FEVAL, el asunto salpicará definitivamente a Guillermo Fernández Vara, que por acción u omisión -seguramente más por lo segundo- no cortó a tiempo comportamientos que todavía sólo son presuntamente delictivos.  ¿Y por qué debería haberlos cortados él? Porque era la clave de bóveda del entramado político regional, con poder sobre toda la administración extremeña, supermayoría absoluta en la Asamblea de Extremadura, ascendencia incuestionable sobre las diputaciones, de Cáceres y de Badajoz, y competencias sobre todo lo que se moviera o se moviese, aunque no le gustara o le gustase ejercerlas. ¿Pero de qué tendría que dimitir ahora Fernández Vara? Ya no es presidente de la Junta. ¿Tienen culpa los extremeños que le votaron y le dieron un escaño en el Parlamento autonómico de algo que ocurrió en la legislatura pasada para tener que perder al diputado que eligieron? ¿Debe dimitir como líder del PSOE? ¿Son culpables todos los militantes socialistas y tendrán que elegir a otro secretario regional?

Podría admitir su responsabilidad política en el caso, reconociendo que no se enteró de lo que ocurría, que de haberse enterado lo habría impedido, que procurará que nunca se repita, ni bajo su mandato ni bajo el de calquier otro, y que lamenta lo que pasó. Sin embargo, no parece muy lógico castigar hoy a unos ciudadanos por lo que ayer hicieron otros. Pero claro, si no hay ley que regule y obligue a la dimisión de un político de la oposición por presuntos comportamientos delictivos de otros políticos o altos cargos que estuvieron bajo su mando, ¿con qué legitimidad se puede pedir desde esa misma oposición que dimita un consejero y hasta un presidente de gobierno por no haber alcanzado las metas propuestas, por sospechar que no se alcanzarán o por simples conductas inapropiadas, ni siquiera delictivas, de sus subordinados? 

Pues eso es lo que se hace habitualmente. La oposición, cualquiera de ellas, se pasa las legislaturas pidiendo que dimitan los que están en el poder, pero no acepta, esa misma oposición, que desde el poder se pida la dimisión de sus parlamentarios.

En lo que coinciden, tanto unos como otros, es en no aprobar una ley que regule las dimisiones; y ya es extraño que actúen así, con lo aficionados que son todos ellos a legislar. Si no lo hacen debe de ser porque todos saben que una ley que les obligase a dimitir en determinados supuestos podría estallarles bajo el asiento en cualquier instante. Que una cosa es legislar y otra muy distinta pillarse los dedos.