miércoles, 21 de agosto de 2013

Es un éxito y es extremeño


José Joaquín Rodríguez Lara


El maestro Gregorio Corrochano sabrá disculpar que me inspire en su histórico "Es de Ronda y se llama Cayetano" para titular este artículo. "Es de Ronda y se llama Cayetano" se tituló la crónica con la que don Gregorio Corrochano, el gran crítico taurino del diario ABC, contó la presentación en Madrid del novillero Cayetano Ordóñez, 'el Niño de la Palma', que reavivó el fuego sagrado de los taurinos cuando parecía que en los ruedos sólo había cenizas.

El espectáculo 'Los gemelos', que cierra la 59 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida -lo repito- es un éxito y es extremeño. Y las dos circunstancias me parecen importantísimas; incluso más importantes que el hecho de que 'El Niño de la Palma' fuese de Ronda y se llamase Cayetano. El estreno de la comedia de Plauto, en versión de Florián Recio, resultó una delicia.

Pepa Gracia y Nuria Cuadrado
encarnan a la prostituta Erotia y a su esclava
Angustias en 'Los gemelos', de Plauto/Recio.
(Fotografía publicada por digitalextremadura)
Hubo risas durante toda la representación, que es lo primero que debe exigírsele a una comedia; se aplaudieron los mutis, algo que ya casi no se estila; se utilizó toda la escena del Romano, lo que no siempre ocurre; no faltó la decoración, muy colorida, por cierto, pero no ocultó el frontal del escenario, sino que fue utilizado como parte del decorado, circunstancia que los responsables del Festival deberían exigirle a las compañías por contrato; la megafonía dejó bastante que desear en algunos números musicales, pero en Mérida eso viene ocurriendo desde la 'Medea' de Margarita Xirgu del año 1933 y si los micrófonos llegasen a funcionar bien, algún día, aún lejano, nos llevaríamos todos un buen susto; por último, todas las personas que han puesto en pie este espectáculo, desde el autor, Florián Plauto Recio, hasta el apuntador, son de Extremadura.

Si no lo fueran, si hubiesen venido de Madrid o de Barcelona, no pasaría nada; se les aplaudiría igual. No con semejante ardor, sino con muchísimo más, incluso con verdadero regocijo. Pero lo son y eso no solo alegra, sino que enorgullece a quienes estamos convencidos de que en Extremadura hay personas más que capacitadas para hacer teatro de calidad y a quienes consideramos -pobres ilusos- que el primer teatro de Extremadura, el principal escenario romano de toda España, el Festival de Teatro Clásico con más solera de cada verano, el milagro cultural de esta región, debe ser un escaparate para lo mejor del sector teatral extremeño. Esta tierra, tan madrastra ella, debe dejar de darle la espalda a lo suyo y a los suyos, que es lo mismo que dársela a sí misma.

El Festival de Mérida da ejemplo con sus dos últimos espectáculos, que, además, son dos comedias: 'Los gemelos', una coproducción del Festival, de 'Verbo Producciones' y de 'Oscuro Total', y 'Las tesmoforias', de Aristófanes, también coproducida por el propio Festival, por 'Samarkanda Teatro' y por 'Triclinium Teatro'. Dos montajes no solo dignos, sino de primer nivel; exitosos y extremeños. Lógicamente, la última circunstancias no serviría para nada sin las anteriores. No se trata de que el teatro extremeño tenga plaza reservada en el Festival de Mérida, ni de convertir en regional un certamen que es internacional, sino de que el clásico festival emeritense no le cierre las valvas ni la promoción al teatro extremeño de calidad.

Si 'Las tesmoforias' destacó por su ritmo trepidante y por el buen hacer del reparto encabezado por el vallisoletano Pablo Viña, así como por el respeto escrupuloso al escenario, en 'Los gemelos' resalta la comicidad y la calidad interpretativa de todas las personas que están en escena.

Se puede discutir si era necesario darle un perfil afeminado a un personaje que, por exigencias del guion, termina yéndose de putas, o si la puta, además de tener hermosas hechuras de vedette también tiene que hablar con tonillo de choni andaluza, dicho sea con todo respeto para las andaluzas chonis; se puede analizar si bastan unos letreros para que todo el público comprenda que, en el escenario, los actores no caminan sobre alfombras, sino que circulan por las calles y plazas de Emérita Augusta; o si lo mejor para el espectáculo era un decorado naif que unas veces recuerda al parchís y otras a los diseños de Ágatha Ruiz de la Prada. Llegado el caso, hasta se puede debatir si conviene o no conviene cantar con micrófono, aunque no se entienda la letra, cosa que también ocurre con los discos de Shakira sin que Piqué se queje, o preguntarse qué hacían dos-fotos-dos del presidente Mariano Rajoy en la columnata superior de la scaenae frons, al lado de un pájaro extremeño -la cigüeña negra-, del emperador Augusto y de José Antonio Monago, convertido además en moneda de poco aprecio.

Fernando Ramos y Esteban García Ballesteros,
tal para cual, son los gemelos Menecmo y Sosicles,
Marco y Pedro en la versión de Florián Recio.
(Imagen publicada por  hoyesarte.com,
 el primer diario de arte en lengua española)
Lo que no tiene discusión es que 'Los gemelos', la comedia de Plauto, que nació en Sársina, La Romaña, en el cogollo de la península itálica, pero lo mismo respiraba los aires de Almendralejo, como Florián Recio, cierra la 59 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y se ha estrenado con un éxito que la ola del boca a boca, tan importante en este certamen, incrementará con total seguridad. Para este montaje se programaron cinco días de representaciones, pero tanto el esfuerzo de quienes han puesto en pie el espectáculo como la calidad del resultado y la acogida del público dan para más; para bastante más.

Esperemos que el éxito de 'Las tesmoforias' y de 'Los gemelos' contribuya a consolidar la presencia en el Festival del buen teatro que se hace, y se puede seguir haciendo, en una Extremadura que se asoma al mundo por muy poquitas ventanas y una de las principales y más lucidas y más elevadas es el Teatro Romano de Mérida, el patriarca de los tres-teatros-tres romanos extremeños.

- Desdichada gente la que trata a los animales como si fuesen personasy a las personas como si fueran animales.


- Resaltamos la bestialidad de una persona llamándola animal

 y llamamos animal al animal en el que resaltamos cierto poso de humanidad.


sábado, 17 de agosto de 2013

martes, 6 de agosto de 2013


Humana condición (27)

No hay astros que yerren su camino
de órbitas con tal primor trenzadas
que más parecen danzas dibujadas
por algún coreógrafo divino.

Cuando el agua baja impetuosa
como lengua que huye de sus fauces,
debe de conocer muy bien los cauces
para resultar siempre victoriosa.

Ruge el tiempo en su laberinto
sin que por ello tiemble el león
ni la gacela mude de instinto.

Si hasta el azar sigue su guión,
¿por qué el corazón es tan distinto
y colma de dudas a la razón?

Las Moiras no nos marcan el destino,
ni pone éste otra condición
sino que dudar sea nuestro sino.


(De mi poemario 'La ausencia que te nombra')

jueves, 1 de agosto de 2013

Hécuba, un gran personaje para una gran actriz


José Joaquín Rodríguez Lara

En una época en la que frutas como el melón, la sandía y hasta la piña tropical se venden por mitades, y en la que los llamados formatos 'familiares' se han convertido en reliquias del pasado, cuando no en piezas arqueológicas, es de agradecer que, en el 59 Festival de Teatro Clásico de Mérida, la representación de 'Hécuba', de Eurípides, ponga sobre la escena a 25 personas entre actrices, actores y figurantes. No es lo habitual y hay que reconocer el esfuerzo que ello conlleva en tiempos de penuria.

Más asombroso aún, por inusual, y digno de aplauso es el hecho de que José Carlos Plaza, escenógrafo y director del espectáculo, no sólo respete el frontal escénico, sino que lo incorpore al decorado y hasta que lo revalorice con unos efectos luminosos que resaltan la presencia de las columnas, de las cornisas y de los demás elementos que integran el scenae frons del Teatro Romano de Mérida. Cierto es que un teatro en ruinas, como el emeritense, resulta pintiparado para representar las ruinas de una ciudad como Troya, aniquilada por los ejércitos griegos, pero también es verdad que en otros montajes se registraron situaciones idénticas o muy parecidas y el frente escénico del Teatro Romano no solo no fue aprovechado, sino que hasta se ocultó y se disfrazó para apartarlo de la representación. En 'Hécuba', el Teatro en ruinas le da una pátina de arte a los escombros amontonados sobre la escena para simular la destrucción de Troya.


La cantidad no garantiza la calidad y el hecho de que haya 25 personas sobre la escena y que, como ocurre en esta versión de 'Hécuba', se aprovechen casi en su totalidad los 63 metros de largo por 7,5 de ancho que tiene el famoso pulpitum del monumento emeritense no asegura el éxito de un espectáculo, pero sí constituye un plus que merece ser reseñado. Con demasiada frecuencia los montajes que se representan en el Teatro Romano de Mérida se circunscriben a unos pocos metros cuadrados, como si la grandiosidad de la arena emeritense o la majestuosidad de sus valvas asustara; o, lo más probable, como si esos espectáculos hubiesen sido diseñados para recintos pequeños y al extenderlos sobre uno de grandes dimensiones corriesen el riesgo de diluirse en la retina del espectador.


Doña Concha Velasco en el papel de Hécuba. (Imagen publicada por kedin.es)

Y sobre lo nutrido del reparto y lo verosímil de las ruinas se alza la figura de doña Concha Velasco, metida en la piel de un personaje que puede comerse por lo pies a cualquier actriz a nada que se descuide. La troyana Hécuba, que fue reina de Ilión y se ha quedado reducida a esclava de los vencedores, tras haber visto morir a su esposo y a sus hijos, es un personaje escrito a la medida de una gran actriz y doña Concha Velasco lo es. Hay una Hécuba arrogante y otra sumisa, una mujer destrozada por el dolor de haber perdido a sus seres queridos, su condición de reina y su ciudad y un ser capaz de utilizar su dolor para destrozar la vida de los demás. Están la Hécuba compasiva y la vengativa, la justa y la justiciera, la que defiende la verdad y la ley y a la que no le importa mentir ni infringir los preceptos para conseguir su propósito. Hécuba es un personaje lleno de matices, permanece en escena durante toda la representación y tiene en la voz, en las inflexiones, en las modulaciones, que van del susurro hasta el grito, su principal vía de comunicación, muy por encima de los gestos, que tampoco faltan.

Lamentablemente, la técnica, la dichosa megafonía, no ayuda lo suficiente a doña Concha Velasco. El día del estreno hubo altibajos en el control del sonido o, al menos, en los sonidos que llegaban a espectadores situados en la ima cavea, y en una misma frase la voz de la actriz mostraba cambios de tono y volumen que no parecían naturales ni acomodados a la situación.

Juan Gea, que encarna al rey Agamenón,
con Concha Velasco. (Imagen publicada por elcultural.es)
La parcela del sonido es manifiestamente mejorable en este montaje de 'Hécuba' pues, además de los chocantes altibajos citados, hay un efecto de eco, de reverberación o de recitado en paralelo, no sé como denominarlo, que intenta suplir las voces de unos coros inexistentes en este y en la inmensa mayoría de los montajes, por muy griega que sea la tragedia, y que llega a los espectadores tan revuelto que resulta prácticamente imposible entender lo que se está diciendo por megafonía y desde la escena. Y la culpa no debe de ser de los altavoces, pues cuando suenan las olas rompiendo contra la playa se escucha perfectamente. Si con esa superposición de discursos ininteligibles se quiere representar el caos posbélico, vale, pero el efecto vale igualmente para el primer día de rebajas en unos grandes almacenes.

De todas las virtudes -belleza, suntuosidad, capacidad, elegancia, acústica...- que tuvo el teatro que el consul Agripa le regaló a los emeritenses 15 años antes de que naciese Jesucristo, que ya ha llovido, la que mejor ha resistido el embate de los milenios ha sido precisamente la acústica. Por ello resulta muy lógico que el Teatro se rebele cuando no le reconocen esa virtud. Acepta que lo decoren, pues su belleza ya no es lo que fue; admite que lo cubran con alfombras y tarimas, que se le hagan implantes en las caveas y hasta que se le pongan juegos de luces para recuperar el brillo que tuvo cuando estaba completamente cubierto de mármol, pero en lo tocante a la acústica, que no lo toquen; déjenlo ya, que así es la rosa. No conviene provocar a la maldición, a esa maldición que, en el Teatro Romano, se ceba con los micrófonos precisamente cuando más protagonismo se les da.

- No se deben confundir las responsabilidades políticas con las judiciales.

Para la Justicia lo importante son los hechos

y exige probar la culpabilidad de la persona acusada.

 En el ámbito político priman las impresiones

 y conviene mantener la confianza del electorado.