lunes, 29 de julio de 2013


El Tato, Badajoz, el valor y el Soro


José Joaquín Rodríguez Lara

Antonio Sánchez el Tato,
que tomó la alternativa el 30 de octubre de 1853.
(Imagen publicada por el semanario taurino Aplausos)
Antonio Sánchez el Tato, el rey del volapié, el Tato que todavía mide la valentía de quienes tienen más valor que el Tato, el que dijo "Adiós, Madrid" para esculpir en los memoriales taurinos su adiós al triunfo, el adiós a la gloria, cuando, en el año 1869, el cirujano le cortó la pierna derecha, gangrenada por un simple puntazo para el que entonces no había antibióticos ni otra solución que la sierra, el Tato que tras la amputación reapareció en
Portada de la novela 'Gayola'.
la plaza de Badajoz caminando con una prótesis de madera, como he dejado constancia en mi novela 'Gayola', (editorial Los Libros del Oeste), el Tato de los tatos, el Tato por excelencia, Antonio Sánchez el Tato ya tiene quien le emule.

Se trata de otro torero de fiesta y valiente, de enorme valor; es el diestro valenciano Vicente Ruiz el Soro, al que entrevisté hace ya muchos años en su finca cacereña, cuando todavía era una figura del escalafón, aunque ya padecía de las rodillas.

 


Extremadura era entonces tierra de toreros, una tierra fértil para las figuras que compraban fincas y se instalaban en la región; pero era también una tierra madrastra, una tierra de toreros sin tierra, de diestros extremeños sin fincas. La segunda parte ha cambiado completamente con la eclosión en la propia comunidad autónoma extremeña de figuras de primerísimo nivel como son Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante.

El Soro quiere cambiar las muletas por la muleta.
 (Imagen tomada de
criadoresdetorosdelidia.wordpress.com)
Después de haber peregrinado por países y quirófanos, de haber sufrido 34 operaciones quirúrgicas y de llevar casi veinte años sin perderle la cara al infortunio, tras haber luchado contra vientos y mareas y de haberse negado, incluso firmándolo ante notario, a que le amputasen la pierna para no verse obligado a masticar su particular 'Adiós, Valencia', el diestro valenciano Vicente Ruiz el Soro se ha propuesto volver a los ruedos y a las Fallas, aunque para torear tenga que utilizar una prótesis en su reconstruida pierna izquierda.

Vicente Ruiz el Soro
cuando era uno de los toreros
con más tirón para el público.
(Imagen publicada por
www.famososvalencianos.com) 
No será ya una pierna de madera, como la que el Tato usó en la plaza de Badajoz, sino una extremidad biónica en la que la estructura ósea ha sido reemplazada por un armazón metálico. La extremidad biónica de el Soro ha quedado siete centímetros más corta que el original y el diestro valenciano debe utilizar un alza para caminar, pero echándole a la vida tanto valor como el Tato, el Soro está decidido a torear; no a poner banderillas, no a correr en la cara de los morlacos, pero sí a torear, a sentirse un torero capaz de hacer arte delante de un astado.

El día de su reaparición, muchas personas no le quitarán ojo a la pierna biónica de el Soro. Si el toreo solo fuese arte, un ballet con sol y moscas, las plazas no se llenarían. Pero aunque muchos espectadores vayan a ver la pierna izquierda de el Soro, allá en el alto callejón de los cielos habrá un aficionado, al menos uno, que tendrá todos sus sentidos puestos en la torería y en la valentía de Vicente Ruiz el Soro. Ese espectador, que un día fue considerado el rey del volapié, bajará la mano, tomará el estaquillador de su pierna derecha y volverá a torear mucho mejor que los ángeles, que jamás tendrán más valor que Antonio Sánchez el Tato, al que siglo y medio después está dispuesto a emular Vicente Ruiz el Soro.

La cogida de Antonio Sánchez el Tato,
al que el toro Peregrino, de la ganadería de Vicente Martínez, le causó
una herida de cuatro centímetros de longitud y tres de profundidad cuando
el diestro ejecutaba la suerte suprema, en la que era toda una estrella, el rey del volapié.
Ocurrió  el día 7 de junio de 1869. (Litografía de la revista La Lidia)





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