lunes, 29 de julio de 2013


El Tato, Badajoz, el valor y el Soro


José Joaquín Rodríguez Lara

Antonio Sánchez el Tato,
que tomó la alternativa el 30 de octubre de 1853.
(Imagen publicada por el semanario taurino Aplausos)
Antonio Sánchez el Tato, el rey del volapié, el Tato que todavía mide la valentía de quienes tienen más valor que el Tato, el que dijo "Adiós, Madrid" para esculpir en los memoriales taurinos su adiós al triunfo, el adiós a la gloria, cuando, en el año 1869, el cirujano le cortó la pierna derecha, gangrenada por un simple puntazo para el que entonces no había antibióticos ni otra solución que la sierra, el Tato que tras la amputación reapareció en
Portada de la novela 'Gayola'.
la plaza de Badajoz caminando con una prótesis de madera, como he dejado constancia en mi novela 'Gayola', (editorial Los Libros del Oeste), el Tato de los tatos, el Tato por excelencia, Antonio Sánchez el Tato ya tiene quien le emule.

Se trata de otro torero de fiesta y valiente, de enorme valor; es el diestro valenciano Vicente Ruiz el Soro, al que entrevisté hace ya muchos años en su finca cacereña, cuando todavía era una figura del escalafón, aunque ya padecía de las rodillas.

 


Extremadura era entonces tierra de toreros, una tierra fértil para las figuras que compraban fincas y se instalaban en la región; pero era también una tierra madrastra, una tierra de toreros sin tierra, de diestros extremeños sin fincas. La segunda parte ha cambiado completamente con la eclosión en la propia comunidad autónoma extremeña de figuras de primerísimo nivel como son Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante.

El Soro quiere cambiar las muletas por la muleta.
 (Imagen tomada de
criadoresdetorosdelidia.wordpress.com)
Después de haber peregrinado por países y quirófanos, de haber sufrido 34 operaciones quirúrgicas y de llevar casi veinte años sin perderle la cara al infortunio, tras haber luchado contra vientos y mareas y de haberse negado, incluso firmándolo ante notario, a que le amputasen la pierna para no verse obligado a masticar su particular 'Adiós, Valencia', el diestro valenciano Vicente Ruiz el Soro se ha propuesto volver a los ruedos y a las Fallas, aunque para torear tenga que utilizar una prótesis en su reconstruida pierna izquierda.

Vicente Ruiz el Soro
cuando era uno de los toreros
con más tirón para el público.
(Imagen publicada por
www.famososvalencianos.com) 
No será ya una pierna de madera, como la que el Tato usó en la plaza de Badajoz, sino una extremidad biónica en la que la estructura ósea ha sido reemplazada por un armazón metálico. La extremidad biónica de el Soro ha quedado siete centímetros más corta que el original y el diestro valenciano debe utilizar un alza para caminar, pero echándole a la vida tanto valor como el Tato, el Soro está decidido a torear; no a poner banderillas, no a correr en la cara de los morlacos, pero sí a torear, a sentirse un torero capaz de hacer arte delante de un astado.

El día de su reaparición, muchas personas no le quitarán ojo a la pierna biónica de el Soro. Si el toreo solo fuese arte, un ballet con sol y moscas, las plazas no se llenarían. Pero aunque muchos espectadores vayan a ver la pierna izquierda de el Soro, allá en el alto callejón de los cielos habrá un aficionado, al menos uno, que tendrá todos sus sentidos puestos en la torería y en la valentía de Vicente Ruiz el Soro. Ese espectador, que un día fue considerado el rey del volapié, bajará la mano, tomará el estaquillador de su pierna derecha y volverá a torear mucho mejor que los ángeles, que jamás tendrán más valor que Antonio Sánchez el Tato, al que siglo y medio después está dispuesto a emular Vicente Ruiz el Soro.

La cogida de Antonio Sánchez el Tato,
al que el toro Peregrino, de la ganadería de Vicente Martínez, le causó
una herida de cuatro centímetros de longitud y tres de profundidad cuando
el diestro ejecutaba la suerte suprema, en la que era toda una estrella, el rey del volapié.
Ocurrió  el día 7 de junio de 1869. (Litografía de la revista La Lidia)





viernes, 26 de julio de 2013


Un 'Julio César' muy cercano y español


José Joaquín Rodríguez Lara

El diseño de la copa no mejora la calidad del vino, pero sí puede desmerecerla, por lo que no faltan tratados sobre el arte de beber, no caben en un solo chinero los tipos, tamaños y hasta colores que deben tener los recipientes más adecuados para cada caldo y hay quien se escandaliza si le sirven un reserva en un vaso para agua, un blanco en una copa de balón, un pitarra en una copa flauta, un cava en un chato de taberna, un oloroso en una taza de loza o un Pedro Ximénez en un copa María Antonieta, por ejemplo. Por no hablar del cristal que impide apreciar el color del vino, aunque ese caldo sea tan pálido y cristalino, casi transparente, como algunos vinos del Rin.

Más que ciencia y exigencias del paladar, en todo esto seguramente hay prédica, hábito, pereza y renuencia al cambio. Razones muy parejas a las que, llegado el caso, hacen preferir que los romanos vistan de romanos, con túnica, cíngulo, toga y demás piezas del indumento popularizado por el cine, en vez de usar corbata y vestir uniformes paramilitares, como ocurre en el 'Julio César' incluido en la 59 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

Una pantalla preside la escena del Teatro Romano.
(Fotografía de Jero Morales para el Festival de Mérida)
Y conste que en este caso, el diseño de la copa no desmerece al caldo. Primero, porque sería imposible, ya que el teatro de Shakespeare es un vino de altísima calidad por el que no pasan ni los años ni los montajes; y segundo, porque en el 'Julio César' incluido este año en el Festival de Mérida sobresale el buen hacer de los actores.

La representación carece de entreactos ni tiempos muertos; el ritmo es a veces trepidante. A la extraordinaria acústica del Teatro Romano de Mérida se une la buena dicción de los intervinientes, por lo que su voz llega con fuerza al espectador, hasta el punto de que los micrófonos y la megafonía parecen, una vez más, no solo una prótesis absolutamente prescindible, sino un artilugio que elimina la naturalidad del discurso, pues aunque engorden el trazo de las pasiones y de las ideas, los altavoces erosionan el perfil de las emociones. El teatro es palabra, es voz, música silábica, y el teatro shakesperiano, más palabras, más voz y más música que cualquier otro. Pero el Festival de Mérida no existe, es algo que entre todos nos inventamos cada año, y la mayor parte de las compañías piensan menos en el Teatro Romano emeritense y en sus imponentes columnas que en otras plazas en las que no hay ni esa buenísima acústica ni ese impresionante decorado de mármol.

Hasta habría que darle las gracias a Paco Azorín, director y responsable de la escenografía, por haberse limitado a colocar sobre la escena 18 sillas oscuras y ligeras, pero de muy buena calidad a juzgar por lo bien que aguantan los golpes, un obelisco y una pantalla que proyecta hacia los espectadores rostros e información escrita, incluidos los títulos de crédito, como en el cine.

En un momento de la representación, las 18 sillas son alineadas al borde de la escena, frente a la orchestra, y Mario Gas, que encarna a César y es el único actor que se encuentra en ese instante sobre la arena, se sienta, solo y descalzo, en la primera de las sillas, ante el hemiciclo lleno de espectadores. Pocas veces se ha visto algo más parecido a la impresionante fotografía que Marisa Flórez le hizo a Adolfo Suárez, abandonado por sus ministros, solo y pensativo, en el banco azul del Congreso, a merced de los uniformes que, en este 'Julio César', por fin adquieren un valor interpretativo reconocible. La situación resulta tan vívida que, durante unos segundos y sin salirse de la esfera del poder, 'Julio César' parece más una reflexión sobre la caída de Adolfo Suárez que sobre la del conquistador de la Galia. Una impresión agudizada por el hecho de que César caiga acuchillado por los suyos. Hasta el obelisco que preside la escena, símbolo fálico del poder -en la obra no hay ni una sola mujer- recuerda menos a los obeliscos egipcios que los romanos colocaron en la capital del Imperio, que a algunas de las viñetas con las que dibujantes como Peridis han contado el día a día de la larga marcha española hacia la democracia. Una vez que el obelisco es derribado y se parte en cuatro fragmentos, no se sabe ya si nos están hablando de Roma, de España o de que el poder, la ambición y la condición humana son iguales en todos los lugares y en todas las épocas.

Adolfo Suárez, entonces presidente del Gobierno, abandonado en el banco azul.
(Fotografía tomada por Marisa Flórez, para El País, el 25 de septiembre de 1979)

En cualquier caso, si en vez del rostro de Mario Gas, Paco Azorín hubiese llevado a la pantalla un primer plano de Adolfo Suárez, hasta Plutarco se hubiese estremecido en su tumba por conformarse con haber comparado a César con Alejandro Magno y no haber incluido a la pareja Julio César - Adolfo duque de Suárez en su obra 'Vidas paralelas'. La guinda hubiese consistido en complementar el rostro del actor Sergio Peris-Mencheta, que encarna a Marco Antonio, usufructuario de la muerte de César, con algún primer plano de Felipe González, que también pasaba por allí.

Brutus, a la izquierda, desenvaina su puñal
para tomar parte en el asesinato profiláctico de César.
(Imagen tomada por Jero Morales para el Festival de Mérida) 
Claro que, de haberlo hecho, las estrellas del festival emeritense no serían Tristán Ulloa/Brutus, José Luis Alcobendas/Casio y el resto de la banda de ambiciosos salvapatrias que, despreciando los deseos del pueblo y del Senado y pisoteando la actitud mostrada por el propio César, que en tres ocasiones rechazó la corona de rey, asesinaron de 33 puñaladas al dictador vitalicio pretextando, que así defendían a la República. Es más, con la plena españolización de este 'Julio César' ibérico, ahora mismo en las tertulias patrias no se hablaría de la historia de Roma, sino de otras historias más mediáticas y, por supuesto, de Bárcenas, que esa sí que es una tragedia con traiciones, puñaladas traperas y obelisco. Zafio, digital y obsceno, pero obelisco.

Mas, no le hagamos remilgos a la copa que nos ofrece el Festival de Mérida y disfrutemos del teatro de Shakesperare, ese vino que no se ve en la escena del Romano cada día. 

Alzo mi copa: ¡Salud, césar, salud, duque, salud noble bardo de Avon, salud vieja vaca enferma, salud, mucha salud!

- El amor sólo es un residuo de la pasión, el perfume de la pólvora quemada.


miércoles, 24 de julio de 2013

- A Rajoy le queda poco menos de un año 

para terminar de enfadar a Izquierda Unida. 

Pasado ese plazo, y aunque Rajoy se empeñe, 

incluso más de lo que se está empeñando, 

ya no habrá posibilidad de que IU apoye una moción de censura contra Monago. La normativa no lo permite.


sábado, 20 de julio de 2013

Obra, fulgor y muerte de El Brujo


José Joaquín Rodríguez Lara


Encarnó y encandiló a media España con Búfalo, el entrañable limpiabotas que le daba réplica a Paco Rabal en la serie de televisión 'Juncal', una de las mejores obras de ficción emitidas en España; incluso mejor que muchas tertulias y telediarios.

Búfalo y Juncal en plena faena. (Imagen arrancada a la memoria histórica de este país)

Asombró a la otra media, a la España que no cree en asombros, dándole vida a Rogelio el Rojo, en 'La taberna fantástica' de Alfonso Sastre, obra que se mantuvo en cartel como si fuese una lúcida e interminable borrachera.

Rogelio el Rojo, con Agustín González en la versión cinematográfica
de 'La taberna fantástica', de Alfonso Sastre.
(Imagen tomada prestada de www.dailymotion.com)

Se ha metido en la piel del Lazarillo de Tormes, de el avaro, de Molière, de san Francisco, que por fin tiene un papa digno de su nombre, y ha vivido dentro de tantos y tantos personajes que el simple hecho de enunciarlos haría de este artículo un listín telefónico.

Pero, ya no. Rafael Álvarez el Brujo ya no es un actor que dé vida a personajes, ahora es un personaje que -una vez y otra y otra y otra- le da vida a un actor, a Rafaél Álvarez el Brujo. Vida nutricia, con sus garbanzos, sus habichuelas y demás caldos prosaicos, y, sobre todo, vida artística, cultural, incluso vida espiritual, vida lírica. Sabido es que la prosa puede dar de comer, especialmente si es gorda, a quien sepa manejarla, que en el teatro se hace como que se come y que la lírica es enteca, tan flaca de carnes que apenas si da para sostener el espíritu de los poetas, y no de todos.

Su actuación en el Festival de Teatro de Mérida ('El asno de oro', de Lucio Rafael Álvarez Apuleyo), viene a confirmar que el Brujo ya no es un hombre de teatro, sino un espíritu que emana de las tablas -de la arena en este caso- y flota sobre el escenario porque ha dejado de ser un actor y se ha convertido en un personaje que está por encima del bien y del mal. Él lo sabe. Y el público, su público y el público agregado a su público, lo sabe, lo asume y lo desea.

Con su melena cana y su capacidad de hacer prodigios con la ficción, Rafael Álvarez el Brujo es el Gandalf del Festival de Teatro Clásico de Mérida. A uno no le extrañaría verle, el verano menos pensado, haciendo de Medea, la gran señora del Festival, precursora, por tantas cosas, del caso José Bretón. 

Saludo al respetable. (Fotografía tomada por Jero Morales
 para el Festival de Teatro de Mérida)
Aparece en la escena del Teatro Romano de Mérida como si fuese un cruce entre Albert Einstein y Eduardo Punset, aunque ya quisieran ambos tener su pelambrera, vestido con un chaqué blanco de verano, tal que si se hubiese disfrazado de Plácido Domingo para cantar la del manojo de rosas. Pero no canta, hace como que baila, y no poco, pero tampoco baila. El público le recibe con una ovación simplemente por aparecer, por estar y por ser, y comienza el espectáculo. A ratos, Rafael Álvarez se dirige a los presentes como lo hacían los payasos de la tele en la tele de los payasos, con la familiaridad de quien conoce bien los recovecos mentales del respetable; otras veces parece un humorista que, conjugando la literatura, la historia, el presente y los imprevistos propios de cualquier representación, amasase un monólogo para cebar con él a una concurrencia hambrienta de chistes; durante buena parte del espectáculo está muy por encima de Dustin Hoffman en la película 'Lenny', muy distinguida obra sobre el humorista norteamericano Lenny Bruce, en la que ni siquiera Valerie Perrine alcanza el grado de sensualidad logrado por míster Álvarez cuando evoca a la lozana Fotis, un rollete de cuando todavía no era burro.

Sobre la escena, unas veces púlpito y otras altar, Rafael parece un sacerdote que predicase una fe en la que no cree, un evangelizador empeñado en convencernos a golpes de su propia incredulidad. Se burla del teatro clásico y de quienes hacen teatro clásico al modo de Blanca Portillo, anterior directora del certamen a la que cita varias veces, se carcajea de los antiguos dioses y de los actuales corruptos, dioses de nuevo cuño, se ríe del público y de él mismo en una función que a veces hasta parece teatro y siempre es pura reflexión, un espejo que refleja la vida. Porque el teatro, él lo afirma claramente, es reflexión y reflexionar debe servir para poner manos a la acción. "Si no es así, ¿para que venimos al teatro a reflexionar?".

Una invitación a reflexionar. (Fotografía de Jero Morales
 para el Festival de Teatro de Mérida)
'El asno de oro' invita sin duda a meditar sobre el teatro, sobre la política, sobre los dioses, sobre la corrupción y los retorcidos mecanisnos que incitan a la risa cuando deberían arrastrar al llanto, pero no da pistas sobre la acción derivada de esa reflexión, salvo, si acaso, la conveniencia de tomarse lo inevitable a pitorreo. ¿Cómo no va a haber corruptos ahora, si los antiguos dioses ya corrompían a los hombres?, es uno de los mensajes. ¿Y cómo hacer frente a esa corrupción tan desdentada, por vieja, y tan voraz, por moza? La obra no muestra el camino, aunque anuncia que será difícil recorrerlo. Bajar al infierno es fácil, sus puertas siempre están abiertas, pero salir de él, emerger es dificilísimo, advierte. 

En una entrevista con Rocío Entonado en El Periódico Extremadura, Rafael Álvarez se muestra más explícito: "Hace falta crear nuevos dioses, que es crear todo un sistema de pensamiento y de valores y un orden del mundo completamente diferente. Ahora el listo es el que roba y tenemos que crear un orden de valores donde se demuestre científicamente y de una manera irrevocable que el que roba no es solamente un ladrón sino un tonto, porque genera pobreza, desastre y calamidad.".

Detalle de la coreografía. (Foto tomada por Jero Morales
 para el Festival de Teatro de Mérida)
Hablar en España, aquí y ahora, de corruptos y de corrupción, y hacerlo ante autoridades a las que por un lado se aplaude y por el otro se zahiere, posiblemente sea tan oportuno como oportunista, pero en cualquier caso merece la pena ir al Teatro Romano de Mérida y sentarse ante 'El asno de oro'. No por el Teatro, tampoco por el teatro, ni por la reflexión que el teatro suscita en ese Teatro, ni mucho menos por la invitación a actuar contra la corrupción, por Rafael Álvarez, simplemente, por ese brujo que hipnotiza con sus sortilegios, que emboba con sus aspavientos. Si no lo ha hecho ya, vaya a verlo, hágalo antes de que a Rafael Álvarez lo arrolle el brujo que lleva dentro y salga de la escena, no ya como un espíritu taumatúrgico, sino como un pelele, como una rehilandera de trapo pinchada en los cuernos de un personaje, su personaje. No sería el primer caso, ni tampoco el último. Es una advertencia para incrédulos.

miércoles, 17 de julio de 2013


Los cerdos de Ikea

José Joaquín Rodríguez Lara


Hay por ahí una marca de jamón al que, para darle más atractivo y aureola de calidad, se le anuncia como 'jamón serrano de hembra. Pero ¡ay!, en realidad es un engaño. La empresa llama 'hembras' a los lechones machos una vez castrados, lo que se hace para evitar que la carne y el jamón adquieran sabor 'a macho', a varraco reproductor. Es decir, que el 'jamón serrano de hembra' es jamón serrano de hembra o de macho castrado, según le venga en cuenta al autor del cuento.

Cerdos pastando en la dehesa,
un ámbito que para el porcino significa
calidad de vida. (Imagen bajada de Internet)
En torno al jamón hay muchas creencias infundadas. Una de ellas es la del sexo del animal. Ni el mejor catador distinguirá entre un jamón de hembra y un jamón de cerdo castrado, si la castración se realizó correctamente y se dejó pasar el tiempo necesario antes de sacrificar al animal. Ni el jamón de hembra es mejor que el de macho ni en los supermercados hay jamón exclusivo de hembra auténtica etiquetado como tal. Por supuesto, el jamón de macho castrado tampoco es mejor que el de las hembras. Unas hembras a las que también se castra. Al macho para evitar los sabores inconvenientes y a la hembra, para eludir los inconvenientes del celo.

Otra creencia sin fundamento es que conviene tener en cuenta de que lado se acuesta el animal a la hora de elegir si se deja el jamón izquierdo o el derecho. Es una patraña. La calidad del jamón no depende del lado que se eche el cochino, sino de la pureza genética del cerdo; el jamón es mejor mientras más porcentaje tenga de porcino ibérico. También depende del ámbito en el que se haya criado el animal; si se crió libre en el campo habrá hecho más ejercicio, con lo que la grasa se infiltraría mejor. Además, al ser porcino de dehesa, tendrá una dieta más variada, desarrollará más sus músculos y sufrirá menos estrés que si se crió encerrado en una jaula o en un pequeño corral. Igualmente incide en el sabor del jamón la alimentación; la bellota le da a la carne de porcino una calidad y un sapidez que no aportan los piensos industriales. Por último, están el sacrificio, el paso por la sal, la curación, el momento del consumo, el corte..., factores que nunca arreglarán un mal jamón, pero sí pueden desmerecer a otro que no sea malo. La mayor parte de lo dicho para el jamón es aplicable a todos los derivados del cerdo, incluida la carne vendida para consumo en fresco.

¿Qué le habrán dado? (Imagen espeluznante bajada de Internet)
Pero los grandes almacenes Ikea, que de muebles seguramente no saben nada, pero en albóndigas y cerdos son los mayores expertos mundiales, han descubierto que la felicidad del cochino es un componente esencial en la calidad de su carne, así que en los restaurantes de los Ikea de Bélgica han decidido servir sólo carne de cerdos felices. Como la felicidad es un estado transitorio entre dos disgustos -más o menos como la virginidad-, hay que preguntarse si los cerdos de Ikea, además de lelos serán masoquistas: ¿felices desde el parto hasta el plato, sólo felices en el plato, felices hasta que les presentan al matarife o simplemente cerdos con felicidad falsificada, como las hembras de macho castrado?

Cerdo que nunca hará felices a los clientes de Ikea.
(Imagen bajada de Internet)
Como garantía de esa supuesta felicidad porcina, se asegura que Ikea sólo ofrecerá carne de cerdos no esterilizados quirúrgicamente por el 'capaó', sino capados químicamente, mediante fármacos, que conserven la cola y que hayan crecido en jaulas lo suficientemente grande para hacerse la ilusión de que los verdaderamente infelices son los clientes de Ikea, a los que, una vez llegados a la nave de sacrificio, la empresa de las albóndigas les regala cintas métricas y lapicerillos para que sean comedidos en sus ilusiones y no meen fuera del tiesto.

He visto lo que sufren los cerdos machos cuando les cortan las turmas y sé que las hembras padecen mucho más cuando les quitan los ovarios, pero empiezan a retozar tan pronto como salen de las manos del 'capaó' y a los pocos días corretean por la cerca sin mostrar signo alguno de estrés. Parecen tan felices como antes de la castración.

Ikea no incluye los baños de barro
entre los requisitos de felicidad del porcino.
(Fotografía bajada de Internet)
Ignoro si a los cerdos de Ikea se les dibujará una sonrisa cuando los castren químicamente y si aplaudirán cuando sepan que la empresa que vende muebles por centímetros les ha proporcionado una jaula más amplia y confortable precisamente a ellos, para que, llegado el día, sean filetes llenos de felicidad. En cualquier caso, no creo que los cerdos felices de Ikea lleguen jamás a ser tan felices como los infelices cochinos que se bañan en las charcas de las dehesas extremeñas, lo que hozan en el suelo buscando raíces y animalillos, los que sestean a la sombra de las encinas y se ponen henchidos de felicidad a base de bellotas, sin percatarse de que, además de ser felices, algún día harán la felicidad de muchos comensales.

Hay dos cosas especialmente preocupantes en la desgraciada iniciativa de los Ikea belgas.

La primera: como somos lo que comemos, si en Ikea se sirve carne de cerdo feliz, es decir, de cerdo castrado químicamente, ¿a partir de ahora los varones empezaremos a salir de Ikea con cara de felicidad, en vez de la tradicional cara de resignación con la que salíamos antes?

Y la segunda: como en Bruselas, y en todos los despachos dirigentes de la Unión Europea, ni saben de campo ni quieren aprender, si por decreto se impone la tontería belga de comer cerdos felices, ¿terminarán cargándose definitivamente al sector porcino extremeño y con él las prácticas, tradiciones y oficios que han demostrado su utilidad durante siglos y siglos?

No sé qué ocurrirá, pero tengo una nueva razón para no ir a los Ikea belgas: no necesito comer cerdos felices. Por precaución, simplemente.



lunes, 15 de julio de 2013

domingo, 14 de julio de 2013

- Más lamento la ausencia de una ley que expulse del cargo

a quien se demuestre que no obró con rectitud,

que la obstinada persistencia de quien ni asume sus errores ni los desmiente.


- La ley, toda la ley y nada más que la ley.


jueves, 11 de julio de 2013

La morcilla que alegra el cocido


José Joaquín Rodríguez Lara

La política es una actividad noble y el parlamentarismo, la representación y defensa de los intereses generales de la ciudadanía, la más noble de las actividades políticas.

Cierto es que, tanto por la derecha como por la izquierda, hay políticos delincuentes y es verdad que nada abochorna más al ciudadano honrado que comprobar como vulneran las leyes quienes, por hacerlas y aplicarlas, tienen más obligación que nadie de respetarlas y cumplirlas. Son tiempos duros para quienes aún creemos en la virtud de la honradez, pero los políticos que nos avergüenzan no deberían robarnos también la fe en la eficacia de la política, por muy sinvergüenzas que sean. No se suele tirar una prenda porque se haya manchado; todo lo contrario, se lava a conciencia, se elimina la mancha y la ropa vuelve a estar en perfecto uso.

No obstante, una cosa es que el parlamentarismo sea una noble ocupación y otra es que, además, resulte una actividad entretenida. La mayoría de las veces, las sesiones parlamentarias, especialmente los plenos, se hacen largos, pesados y hasta tediosos. Es difícil mantener la atención ante unos debates reiterativos que invitan a sestear; salvo que alguna señoría, como la diputada socialista extremeña María Isabel Moreno Duque, nos evite el sopor con lo descarnado de sus argumentos, con la visceralidad de sus afirmaciones y con su insistencia en achacar todos los males de Extremadura a que el Gobierno de José Antonio Monago "siestea", del verbo  'siestear'.

María Isabel Moreno Duque, diputada y portavoz
de Vivienda, en el grupo parlamentario
socialistas-regionalistas del Parlamento extremeño.
(Imagen bajada de la página digital
del grupo parlamentario socialista)
El lapsus linguae de su señoría, una diputada joven e indomable, no pasa de la anécdota y a partir de ahora, seguramente dirá sestear y no 'siestear'. En ocasiones son las anécdotas, las morcillas que abren ventanas en el guión, las que le dan sabor y consistencia al puchero parlamentario, a ese cocido en el que unas veces hierven las ideas y otras hacen esfuerzos inhumanos, las ideas, para no dormirse ellas y dormirnos de paso a los demás. El parlamentarismo, que nació para parlamentar, para convencer mediante la palabra, ha perdido gran parte de su esencia: la naturalidad. Casi la totalidad de sus señorías prefieren leer a hablar, escribir el discurso a construirlo desde la tribuna, responder a lo ya sabido o sospechado antes que a lo no previsto.

Sin embargo, a veces salta la sorpresa y, como en las representaciones teatrales, surge la morcilla, la frase no incluida en el guión, que alegra la puesta en escena. En el cumplimiento de las obligaciones propias de su escaño, el diputado socialista cacereño César Ramos defendía una propuesta de impulso instando a la Junta de Extremadura a poner en marcha "un plan estratégico para la comarca de Campo Arañuelo". Una vez expuestas las líneas generales del plan y conocido que Izquierda Unida votaría a favor de la iniciativa, César Ramos que, en el habitual cacheo socialista a Pedro Escobar, actuaba esta vez como policía bueno, resaltó la coincidencia de criterios existente entre el PSOE e IU y afirmó que los extremeños no comprenden que habiendo mayoría de la izquierda en el Parlamento de Extremadura, IU no apoye un gobierno del PSOE.

Pedro Escobar, portavoz del grupo IU-Siex-Verdes en el Parlamento extremeño.
(Fotografía bajada de Internet)
La respuesta del portavoz de Izquierda Unida fue inmediata y contundente. Los socialistas mantienen criterios parecidos a los militantes de Izquierda Unida cuando están en la oposición, vino a decir el portavoz de IU, pero cuando gobiernan, el PSOE se parece mucho más al PP. Por eso perdió el PSOE las elecciones, remachó Escobar, y por eso los socialistas siguen sin comprender que las perdieron. En su réplica, Pedro Escobar no se dirigía a un diputado cualquiera, sino a quien puso en pie el personaje 'Míster Guille', un trasunto del candidato del PSOE utilizado como apoyo a Vara durante las últimas elecciones, y que, por ello, su señoría César Ramos tiene su cuota parte de responsabilidad personal, que diría el otro, en la derrota del presidente Guillermo Fernández Vara.  Por supuesto, de 'Míster Guille' nunca más se supo. 

César Ramos Esteban, diputado del grupo
socialistas-regionalistas, en la tribuna de oradores
del Parlamento extremeño. (Imagen bajada de Internet)
Tirarle los tejos a Escobar fue el principio del fin. La defensa de la propuesta de impulso a favor del Campo Arañuelo que había llevado al diputado César Ramos a la tribuna de oradores quedó, por supuesto, en tercer o cuarto plano del debate y el diputado socialista siguió masajeando al portavoz de Izquierda Unida con afición, pero sin grandes resultados por lo visto.

Minutos después se debatió otra propuesta de impulso, esta vez presentada por IU y defendida por Escobar, para tratar de solucionar los problemas de la empresa Fuentecapala, cuya deriva se observa con preocupación en Navalmoral de la Mata, capital del Campo Arañuelo. La propuesta de impulso de IU fue aprobada por unanimidad. Y no fue la única que consiguió el sí de todos los escaños, porque la política es una actividad noble y el parlamentarismo, es decir, la representación y defensa de los intereses generales de la ciudadanía, incluidos los de las personas que trabajan en la empresa Fuentecapala, la más noble de las actividades políticas.

martes, 9 de julio de 2013


La rejilandera tiene el viento en contra


José Joaquín Rodríguez Lara

La palabra rejilandera existe, a las pruebas me remito, pero no está registrada en el diccionario de la Real Academia, que mire usted por donde sí acepta el término rehilandera.

Creo que se equivocan el diccionario y los académicos, pues la palabra rejilandera, o regilandera, es mucho más real que la propia Real Academia y tiene muchísimo más brío, más brillo y más rotundidad que el académico término rehilandera.

Así se hace paso a paso una rejilandera de aspas cortadas.
Luego, se atraviesan las puntas de las aspas y el centro
de la cartulina con un alfiler o un clavillo,
se pincha en una vara y... a volar.
(Fotografía bajada de Internet)
Si la mitad de los académicos cogiesen una rehilandera y la otra mitad una rejilandera y corriesen calle abajo, para comprobar cual giraba mejor, ganaría el niño de la rejilandera, a la que desde la primera sílaba hasta la última letra se la ve dispuesta a moler el aire con el labio de sus aspas. Si la propia palabra lo dice: re-ji-lan-deeera...

Las rejilanderas de papel trenzado y las rejilanderas de cartulina o de hojalata, las que se hacían volar en el pico de un palito y las que se ponían en lo alto de una vara o de una caña clavada en la juncia de un chozo, o atada a los hierros de una reja, la rejilandera de usar y tirar y la que se pasaba los años moliendo los vientos con alma de veleta, aquella rejilandera que recorrió los caminos emperiná sobre el manillar de una bicicleta, nuestras rejilanderas de toda la vida se merecen tener un huequecino en el diccionario, aunque sea al lado de esa cosa tan cursi y sin alma a la que los académicos llaman rehilandera.


lunes, 8 de julio de 2013

Maldita caridad


José Joaquín Rodríguez Lara



Comer es un vicio de pobres. Los ricos no comen. Para los ricos la comida no es una necesidad, es una diversión, un espectáculo, una forma de relacionarse, de hacer negocios, un modo de vivir. En cambio, para los pobres, para muchas personas que tienen la boca en este mundo y pie y medio en el otro, alimentarse es una cuestión de vida o muerte, una operación a estómago abierto sin anestesia ni garantías de viabilidad. El mundo está lleno de niños que podrían llegar a viejos si al menos les dejaran alimentarse con las sobras que los ricos dejan en el plato.

Hay más hambre en unos mundos que en otros, más ricos en ciertos continentes y más pobres en determinados países y es verdad que, por ahora, la hambruna se ceba más en la sombra de unas pieles que en el resplandor de otras, pero no hay en la Tierra un lugar sin hambre y sin hartazgo, sin estómagos en los que no cabe ni una pizca más de comida ni barrigas en las que ya no cabe más aire ni más desaliento.

En Ibiza, un grupo de árabes ha comprado todos los bombones, sin alcohol, que tenía a la venta una pastelería para comerlos en una celebración, utilizando como bandeja el cuerpo desnudo de una mujer. Cuentan que semejante antojo de los comensales es un fetiche gastronómico derivado del japonés 'nyotaimori'. 

Comer bombones puede ser una fiesta y comer orugas, también. (Imagen bajada de Internet)
Pues vale, en peores garitas ha hecho uno guardia y sigue en pie, pero me repugna mucho menos ver como los niños africanos sacan larvas de los troncos carcomidos y las devoran vivas, o como los adultos recogen orugas bajo el árbol de las mariposas para alimentarse durante meses con sus proteínas, que imaginar el saludable jolgorio ibicenco de unos turistas árabes comiendo bombones servidos en una bandeja humana que, tal vez, hasta se considere honrada como fuente de dulzura.

Mujer africana con una lata rebosante de apetitosos
gusanos. (Imagen recogida en Internet)
A los dueños de la pastelería no sólo no les molesta tan extravagante chocolatada, sino que están encantados con la clientela y deseosos de servirla más y mejor, pues los árabes ricos, además de gastar mucho dinero, dejan también generosas propinas y con ello, ciertamente, contribuyen al bienestar de las poblaciones por las que pasan. Si el visitante compra mucho chocolate, es casi seguro que al estante no le faltará el pan.

En Extremadura no es que falten ni el pan ni tampoco el chocolate, pero empiezan a escasear; no hay hambre, hambre física, hambre de la que se clava en las tripas, pero sí hay necesidad y algunas familias se las ven y se las desean para poder darle a sus hijos lo que necesitan. Aunque sólo sea una vera de pan y una jícara de chocolate. Con la intención de paliar el problema, el Partido Socialista se ha empeñado, Izquierda Unida se ha sumado y el Partido Popular ha aceptado abrir los comedores escolares para que puedan comer los niños extremeños de las familias necesitadas de ayuda. 

La alimentación de la ciudadanía debería ser siempre la principal preocupación de las administraciones; no se puede consentir que alguien, sea niño o adulto, pase hambre. Pero abrir los comedores escolares en verano para que los niños necesitados de comida vayan a alimentarse a los colegios me parece un error. Sería mucho mejor proporcionar alimentos a sus familias, para que los cocinaran y los comieran en sus casas, a su gusto, sin necesidad de exponer a los pequeños en el escaparate de la población desvalida. Serán niños desfavorecidos, pero no se les hace precisamente un favor llevándoles a comer a un colegio cerrado por vacaciones. Es más, los niños ni siquiera tendrían que saber que sus padres reciben alimentos de la administración. La crisis agrava determinadas necesidades y la escasez de alimentos es una de las que exige respuesta más urgente, pero no sufrimos una tragedia tan profunda, tan extensa y tan colosal que resulte imprescindible hacer cola ante el puchero de la sopa boba. Ya hicimos cola ante la marmita de la leche en polvo americana. Nunca lo olvidaremos. Y entonces ni siquiera había que ir al colegio para recibir un suplemento alimenticio que, además, no necesitábamos, porque ya estábamos allí, estudiando.

Abrir los comedores escolares durante las vacaciones para que coman los niños que carecen de comida no me parece justo, me suena a campaña política de caridad, a propaganda, a leche americana. No es de izquierdas señalar a los pobres, sino sacarlos de la pobreza. La caridad no soluciona los problemas, sólo los enmascara. Padecer hambre en un mundo en el que cada día se desperdician más alimentos es una de las mayores injusticias que puede sufrir un ser humano. Especialmente un niño. Pero el hambre no se erradica con limosnas, se borra con justicia. Y la limosna pone freno a la justicia porque la Justicia no pone freno a la limosna.

Maldita caridad,  cuántas injusticias se han empollado al amparo de tu capa.


http://www.elmundo.es/elmundo/2013/07/07/baleares/1373216760.html

- Teatro es esa cosa que hace la vida 

cuando le da por pisar las tablas y hacer de sí misma un espectáculo.


martes, 2 de julio de 2013

Colaboradores necesarios.

- Cada vez que, sin citar sus nombres ni tampoco sus hechos, 

criticamos globalmente a los políticos, 

descalificamos a quienes les votan y a quienes les pagan;

es decir, nos descalificamos a nosotros mismos.


lunes, 1 de julio de 2013

Espionaje

Puesto que no podemos eludir el alcance de sus antenas, 

quizá la mejor forma de luchar contra su espionaje 

sea hacer que todos y cada uno de nuestros mensajes, 

tanto escritos como orales, les resulten sospechosos, 

hasta el punto de que se sientan en la obligación 

de dedicarles tiempo, medios y esfuerzos 

antes de descartarlos por inofensivos.