martes, 21 de mayo de 2013

Que 30 años lo es todo


José Joaquín Rodríguez Lara


Hubo un tiempo en el que Extremadura era una sandía partida por la mitad: verde por fuera, roja en el fondo y llena de lágrimas amargas como pepitas de carbón. Y entre las dos mitades lanzaba destellos la hoja del cuchillo que separaba a Cáceres de Badajoz. Al norte del filo, tanto para lo militar como para lo civil, la sanidad, la educación, la política, lo profesional y lo que no tiene precio, la mitad cacereña dependía de Salamanca y de Madrid. Al sur de la hoja afilada, la mitad badajocense, para las mismas cosas, dependía de Sevilla.

Si a muchos extremeños les duele aún que el santuario de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, y la Puebla en la que se asienta, así como un amplio ramillete de localidades del Nordeste de la región, dependa de la archidiócesis de Toledo, en lugar de hacerlo de una diócesis extremeña, cualquiera puede imaginar lo que le dolía a los extremeños de corazón aquella extremadura descuartizada que para nada dependía de sí misma.

Cáceres y Badajoz al inicio de los años 80.
(Imagen bajada de Internet)
Estaba Extremadura abierta en canal sobre la mesa de España, sin ser consciente de que entre todos la habían partido por la mitad para comérsela a bocados, y sin sacar fuerzas, ni ganas, ni ilusión para arrancarse el cuchillo de la barriga, atravesárselo entre los dientes y empezar a sentir y a respirar como una región, no como dos provincias engañadas por un mapa.

La situación comenzó a remediarse en el año 1983, con la aprobación, en febrero, del primer Estatuto de Autonomía, la celebración de elecciones autonómicas, la constitución de la primera Asamblea de Extremadura, el día 21 de mayo, y la elección del primer presidente de un gobierno regional extremeño. Fue como si la sandía comenzase a rodar y con cada vuelta cicatrizase un poco la cuchillada.

Treinta años después, la Extremadura hemisférica es una verdadera región. Ha cambiado muchísimo, ha mejorado bastante, todavía arrastra algunos de los problemas que tenía entonces, especialmente el paro, y han surgido otros nuevos, pero Extremadura ha dejado de ser dos mitades para ser un todo. 

La mayor parte del mérito corresponde sin duda a la ciudadanía extremeña, algunos periodistas también hemos puesto lo nuestro, tampoco han faltado políticos con visión de futuro y partidos con vocación de unidad que han contribuido a hacer de Cáceres y de Badajoz una región, pero la aportación mayor la han realizado sin duda las instituciones surgidas al amparo del Estatuto de Autonomía: la Asamblea y la Junta de Extremadura. 

Sede del Parlamento extremeño, en Mérida.
(Imagen bajada de Internet)
El Parlamento extremeño se ha convertido en la sede del debate político regional y el Gobierno de Extremadura, desde Ibarra hasta Monago, pasando por Vara, en el punto de referencia hacia el que convergen todas las miradas. Si hace 30 años Cáceres miraba hacia Madrid y Badajoz hacia Sevilla, hoy, desde todas partes de Extremadura se mira hacia Mérida, hacia la capital regional que surgió del antagonismo provinciano por decisión salomónica de los parlamentarios que redactaron el primer proyecto de estatuto de autonomía de Extremadura.

El exdiputado de IU Agustín Real despliega sus artes
ante el presidente Monago mientras la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría asiste sin inmutarse
al incidente. (Imagen difundida por eldiario.es)
Ese punto de referencia se puso de manifiesto durante el acto de conmemoración de los 30 años de autonomía. El exdiputado por IU Agustín Real que, por haber sido parlamentario, había sido invitado a la celebración y tenía acceso libre al hemiciclo, abandonó su localidad y se dirigió a la tribuna, en la que estaba hablando el presidente José Antonio Monago. Entre aspavientos,  el exdiputado iba desparramando falsos billetes mientras decía "bla, bla, bla". En otra época, estando en la sala Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno de España, que presidía el acto, cualquier autor de semejante actuación le habría lanzado los billetes a la propia vicepresidenta del Gabinete de Rajoy, pero esta vez al exdiputado le parecío más apetecible apuntarse su 'minuto de gloria' a costa del presidente del Gobierno de Extremadura. Lógicamente, el espontáneo fue desalojado del hemiciclo con mucho más respeto y consideración que el mostrado por él ante sus colegas, excompañeros y correligionarios. Hay señorías que, más que haberse despojado del señorío, parecen haber perdido el oremus.

Mi profesión como periodista destinado en Mérida me ha permitido vivir en primerísimo primer plano muchos de los hechos en los que se asienta el nacimiento de la región extremeña. Llegué a Mérida el 11 de enero del año 1982, cuando en la antigua capital de Lusitania tan sólo ejercían el periodismo en medios de información general Miguel Manzano, Fernando Delgado y Felipe Rodríguez; y ninguno de los tres lo tenía como actividad no ya única, sino ni siquiera principal. Ángel Briz realizaba tareas informativas para el Ayuntamiento emeritense. A los pocos días de mi llegada se incorporó el periodista cacereño Raúl Rubio y más tarde se sumaron Carmen Acevedo, José López Aroca y el malogrado Fernando Hernández. Desde entonces, el número de periodistas que trabajan en Mérida no ha dejado de crecer.

Más de 30 años -30-, depués de haber visto, fotografiado y contado cómo se aparejaba con urgencia el salón de actos del parador emeritense Vía de la Plata y se constituía el primer y único parlamento extremeño preautonómico, que tuvo como presidente al socialista Pablo Castellanos, justo 30 años después de haber estado en la constitución de la primera Asamblea de Extremadura, en el emeritense salón de actos de la casa de la cultura, y cuando pronto se cumplirán los 30 años desde que fotografié los restos de las monjas enterradas en la cripta de lo que iba a ser el primer asentamiento propio del Parlamento extremeño, afirmo sin la menor duda que Extremadura ha ganado mucho con la autonomía y que no es la menor de esas ganancias el haberse convertido en una región lo que eran dos provincias separadas por un cuchillo.

Dice el tango que 20 años no es nada; así será, si lo canta Gardel, pero para Extremadura, 30 años lo han sido todo y apenas si son una pizca de lo que puede deparar el porvenir.

Vista del hemiciclo de la Asamblea de Extremadura durante la celebración del acto
conmemorativo de los 30 años de parlamentarismo extremeño. Asistieron a la sesión
diputados de las ocho legislaturas, el presidente preautonómico Luis Ramallo
y autoridades civiles y militares. Presidió el acto Soraya Sáenz de Santamaría,
vicepresidentea del Gobierno de España.
(Imagen difundida por Europa Press)


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