sábado, 4 de mayo de 2013


Carajos de cebolla hembra con cerveza y una ramita de perejil


Cultive usted cebollas. Si no sabe, no puede o no le apetece, trabe relaciones de parentesco, de amistad, de empatía o al menos de conocimiento con alguna persona que las cultive. Aproveche su relación con ese hortelano u hortelana para pedirle un manojo de rabos de cebolla macho. Se los regalará, pues no se venden en los mercados.

Huerta en la que se ve un carajo de cebolla hembra.
(Imagen bajada de Internet) 
Se llama rabo de cebolla macho al tallo central que echan algunos de estos bulbos. Al contrario de los que le rodean, este tallo es más o menos cilíndrico, suele mantenerse erecto y termina en una envoltura con forma de glande que protege a la inflorescencia antes de que está lista para emerger y fructificar. Todo ello le da al rabo de la cebolla un cierto aspecto faloide y por esa razón se considera 'machos' a las cebollas que dan flores.

Pero, en realidad, las cebollas son hemafroditas; es decir, hembras y machos al mismo tiempo, así que los rabos de las consideradas cebollas 'machos', también son carajos -la palabra viene en el diccionario- de cebollas 'hembras'. A mí me parecen mejores estos últimos; son más expresivos.

El bulbo de las cebollas que echan flores no engorda y no suele conservarse para consumirlo más adelante, por lo que los hortelanos, si no van a dejarlo para simiente, le cortan el rabo para que no pierda energías echando flores y unos días después arrancan la cebolla para consumirla en fresco antes de que se eche a peder.

Cuando ya tenga usted los carajos de cebolla hembra en la cocina, lávelos uno a uno bajo un chorro de agua fría, con el fin de eliminar la tierra y el polvo que puedan tener. Una vez bien escurridos, córtelos en rodajas finas, como si fueran puerros. Como ocurre con los espárragos trigueros, los carajos de cebolla hembra son más tiernos por la parte superior y adquieren una consistencia más ruda a medida que se desarrollan. Mientras más pequeños y más claros sean resultarán más tiernos. 

Una vez que los haya picado, ponga una sarten ancha en el fuego, cubra su fondo con un chorro generoso de aceite de oliva virgen extra y, cuando el aceite empiece a templarse, eche en la sarten las rodajas de los carajos de cebolla hembra. Remueva de vez en cuando con una espátula de madera y añada un poco de sal gruesa.

Pasados unos minutos, cuando los anillos de cebolla ya estén tiernos, retire la sarten del fuego, sirva los carajos en platillos para tapas, y rocíelos con otro poco de sal gruesa.

Abra una cerveza bien fría, siéntese en un lugar en el que no le molesten demasiado y disfrute saboreando los carajos de cebolla hembra acompañados de buenos tragos de cerveza.

Concluida la degustación de los carajos, mastique una ramita de perjil y disfrute del penúltimo trago de cerveza.

Las migajas del plato


Primero.- Si le sobraron carajos crudos y no va a cocinarlos, póngalos en un jarron de cristal transparente con un poco de agua, como haría con un ramo de flores. Al fin y al cabo, los carajos son tallos aún no floridos, duran infinitamente más que cualquie flor natural y, si el jarrón es adecuado, adornan desde el ápice al rabo.


Segundo.- Si le sobraron carajos ya cocinados, no los tire. Puede usarlos en una tortilla, un revuelto de verduras y hasta en una ensalada.

Tercero.- Si ve a la persona que le regaló los carajos de cebolla hembra, dele las gracias, presuma de lo bien que le salieron y de lo bueno que estaban y, sobre todo, no le hable de carajos de cebolla hembra. No solo no le va a entender sino que corre el riesgo de que le malinterprete al verle llamar cebolla hembra a lo que esa persona tiene clarísimo desde siempre que es una cebolla macho. ¿Es que usted no le ha visto el rabo al rabo?, se preguntará. A pie de surco, lo que no es tradición es sospecha.

Buen provecho.

José Joaquín Rodríguez Lara



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