domingo, 26 de mayo de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

- Desconfíe de quien inicia un discurso diciendo: voy a ser breve.
Primero, porque se puede decir lo mismo con tres letras menos 
y la mitad de palabras: seré breve.
Segundo, porque al anunciar brevedad 
está alargando innecesariamemte su intervención.
Y tercero, porque excusatio non petita, accusatio manifesta.

jueves, 23 de mayo de 2013

Extremadura, caminos de perdición


José Joaquín Rodríguez Lara


Extremadura es una región en marcha. Cada día tiene más caminantes. Prácticamente no hay localidad extremeña en la que no se organice alguna caminata, alguna ruta o visita guiada por esos campos extremeños de la soledad y de la incuria.

A las marchas ya no se les llama excursiones, aunque se parecen mucho a las excursiones de toda la vida, con zapatos cómodos, ropa ligera, gorrita, mochila, garrote de apoyo y bocadillo. Eso sí, últimamente las botellas de agua han sustituido a las cantimploras, que han pasado a ser prendas de museo etnográfico. Tan de museo que alguien debería organizar una marcha, una ruta, una gira, o aunque tan solo fuese una caminata, con cantimploras. Más que nada, para reivindicar la permanencia en el indumento de los andariegos de la caramañola o caramayola, como la llaman en Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay. La Real Academia Española de la Lengua dixit.

Participantes en una de las excursiones organizadas
por la 'Asociación Cultural Amigos de Salvatierra',
de Salvatierra de los Barros (Badajoz), colocan piedras
 en un regato para poder vadearlo a pie enjunto.
(Imagen publicada por la Asociación.)
Con la floración de los caminantes se han multiplicado los senderos con denominación de origen, así como los carteles de madera rústica y los brochazos paralelos de pintura que los anuncian: 'Ruta de los Molinos', 'Ruta de los Castaños', 'Ruta Imperial de Carlos V', 'Ruta del Rey Jayón', 'Ruta de los Contrabandistas', de cafe, 'Ruta con Alberto Contador', en Barcarrota, 'Ruta de los Pilones', 'Ruta de los Dólmenes'... Hay muchísimas más, pero es solo un ejemplo de la amplísima oferta rutera con la que cuenta Extremadura, que se puede recorrer de punta a punta y de cabo a rabo a pie, a caballo, en bicicleta, en motocicleta o en el quad nuestro de cada día.

La afición a recorrer los caminos públicos, a señalizarlos y a promoverlos como escapatoria a la rutina es inversamente proporcional al interés que ponen las administraciones públicas en su conservación. La gran mayoría de las trochas, veredas, caminos de herradura, carriles y hasta parte de los cordeles y cañadas reales son ya simples indicios en los campos extremeños. Muchas de las vías que esta tierra utilizó para comunicarse, para el traslado de ganados, de frutos, de personas y de otras vasijas, las puertas por las que entraron y salieron, la lengua, la gastronomía, las devociones y hasta parte de la flora y de la fauna, están actualmente cubiertas de zarzales, colonizadas por jaras, hogarzos, piornos, majuelos, galaperos, escobas, retamas, piruétanos y hasta por plantas de gran porte como encinas, robles  y alcornoques. Hay puntos que no se pueden atravesar ni siquiera a pie, porque las piedras de los cercados han caído al camino y lo obstruyen, o porque el dueño de la cerca ha incorporado la vía pública a sus propiedades con la simple colocación de una cancilla, de un mallazo o de una alambrada, cuando no lo hace aprovechando la fiereza del matorral. Hay puentes de piedra y de ladrillo abandonados sobre los torrentes, como sortijas caídas del dedo anular, porque, allí donde un día hubo un camino abierto al paso de las palabras, ahora solo hay tréboles, viboreras, leche de pájaro, pan de lagarto y otras yerbas.

Arroyo de la Luz: camino prácticamente intransitable
por las piedras caídas de los cerramientos de las fincas.
(Imagen publicada por el blog 'Óscar y Lola en bicicleta'.)
Durante las últimas décadas, con la urbanización creciente de España han ganado algunos urbanitas, pero el campo extremeño ha perdido mucho; y no es uno de los retrocesos menos significativos la pérdida de sus caminos, que se difuminan en el paisaje a pasos agigantados. Muchísimos alcaldes son o se han convertido en personal de oficina y se comportan como regidores del núcleo urbano, pero no del término municipal que rodea a su población. Les preocupa la pavimentación de las calles y de las plazas, la creación de centros culturales y de ocio, la dotación de infraestructuras de servicio y la mejora de las carreteras, pero no prestan el mismo interés y hasta se desentienden de los caminos, como si esas vías, que son de todos, no fuesen parte esencial del pasado, del presente y del futuro de sus municipios.

Es raro el pueblo extremeño en el que hay más industriales y artesanos que personas dedicadas a la agricultura y a la ganadería. Pues a pesar de ello, son muchos los ayuntamientos que se han preocupado de tener un polígono industrial, aunque sea pequeñito, o al menos un semillero de empresa. Pero son muchos más los que les han dado la espalda a sus agricultores y ganaderos despreocupándose de los caminos, que son los viales de acceso al 99,999 por ciento de las empresas extremeñas: las explotaciones agrarias. El principal polígono empresarial de Extremadura se llama campo, c-a-m-p-o; no tiene farolas, ni casi red eléctrica, carece de gasolinera, de cafetería, de vigilancia, de aparcamientos señalizados y de viales por los que pueda pasar no ya un camión o una simple furgoneta, sino ni siquiera esa motocicleta descendiente de aquellas recuas de acémilas que hace siglos abrieron los pasos a golpe de afanes arrieros.

El campo, el mayor polígono empresarial de Extremadura, no es ni puede ser un simple lugar de esparcimiento para moteros y otros excursionistas; el campo es un ámbito de producción y no está ajeno a la competitividad creciente que se les exige a todas las empresas. Si a una explotación agraria no puede llegar un camión cargado de semillas o de pienso, si no puede salir cargado de lechones o de corcha, si no pasa un tractor arrastrando una empacadora, los costes de esa explotación serán más elevados, su competitividad menor y la generación de empleo tampoco estará a la altura de lo que debería.

Un hato de vacas trashumantes sube hacia
el Puerto del Pico, en los límites entre Ávila y Cáceres, por
el que cruza una calzada que construyeron los romanos,
cuando aún no había camiones ni quads.
(Fotografía publicada por 'lainformación.com'.)
El estado de los caminos es especialmente infame en algunos términos municipales en los que la orografía es accidentada, pero lo quebrado del terreno no impide, sin embargo, diseñar proyectos para coronar las crestas rocosas con parques de aerogeneradores, aunque para ello será necesario abrir pistas que salten por encima de los riscos, vías tan despejadas, anchas y confortables que hasta podrán transitar por ellas camiones de gran tonelaje cargados con las enormes aspas de los molinos.

Es verdad que en Extremadura hay propietarios de fincas rústicas que rechazan cualquier alteración de los límites de sus propiedades, aunque no las exploten, pero ni la incomprensión, ni la desidia, ni tampoco la cerrazón de unos pocos debiera impedir que se haga lo que es beneficioso para todos, incluidos quienes lo rechazan.

¿No se merece el campo extremeño que, al menos en el apartado de los accesos, se le trate como lo que es, un sector económico de capital importancia para el desarrollo de la región? ¿No sería posible adecuar el estado de tantos caminos intransitables a las necesidades actuales de las explotaciones agrarias y generar empleo directo e indirecto con esas obras? ¿Recuperando, ensanchando y mejorando los viejos caminos interiores, no se contribuiría a estrechar y restañar esos otros viales, casi tan viejos como ellos, que van a todas partes y no vuelven de casi ninguna, esos caminos de perdición por los que Extremadura continúa desangrándose en su secular hemorragia migratoria?

El camino hacia la emigración continúa expedito en Extremadura.
(Imagen de los años 60 publicada en el Cuaderno de Historia y Geografía, blog didáctico
de Juan Carlos Doncel, IES Sierra de San Pedro, La Roca de la Sierra, Badajoz.)





- En el lenguaje político, lo que se niega es posible 

y lo que no se descarta, casi seguro.


- Ninguna persona es tan joven como cree 

ni tampoco tan vieja como las demás suponen.


martes, 21 de mayo de 2013

Que 30 años lo es todo


José Joaquín Rodríguez Lara


Hubo un tiempo en el que Extremadura era una sandía partida por la mitad: verde por fuera, roja en el fondo y llena de lágrimas amargas como pepitas de carbón. Y entre las dos mitades lanzaba destellos la hoja del cuchillo que separaba a Cáceres de Badajoz. Al norte del filo, tanto para lo militar como para lo civil, la sanidad, la educación, la política, lo profesional y lo que no tiene precio, la mitad cacereña dependía de Salamanca y de Madrid. Al sur de la hoja afilada, la mitad badajocense, para las mismas cosas, dependía de Sevilla.

Si a muchos extremeños les duele aún que el santuario de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, y la Puebla en la que se asienta, así como un amplio ramillete de localidades del Nordeste de la región, dependa de la archidiócesis de Toledo, en lugar de hacerlo de una diócesis extremeña, cualquiera puede imaginar lo que le dolía a los extremeños de corazón aquella extremadura descuartizada que para nada dependía de sí misma.

Cáceres y Badajoz al inicio de los años 80.
(Imagen bajada de Internet)
Estaba Extremadura abierta en canal sobre la mesa de España, sin ser consciente de que entre todos la habían partido por la mitad para comérsela a bocados, y sin sacar fuerzas, ni ganas, ni ilusión para arrancarse el cuchillo de la barriga, atravesárselo entre los dientes y empezar a sentir y a respirar como una región, no como dos provincias engañadas por un mapa.

La situación comenzó a remediarse en el año 1983, con la aprobación, en febrero, del primer Estatuto de Autonomía, la celebración de elecciones autonómicas, la constitución de la primera Asamblea de Extremadura, el día 21 de mayo, y la elección del primer presidente de un gobierno regional extremeño. Fue como si la sandía comenzase a rodar y con cada vuelta cicatrizase un poco la cuchillada.

Treinta años después, la Extremadura hemisférica es una verdadera región. Ha cambiado muchísimo, ha mejorado bastante, todavía arrastra algunos de los problemas que tenía entonces, especialmente el paro, y han surgido otros nuevos, pero Extremadura ha dejado de ser dos mitades para ser un todo. 

La mayor parte del mérito corresponde sin duda a la ciudadanía extremeña, algunos periodistas también hemos puesto lo nuestro, tampoco han faltado políticos con visión de futuro y partidos con vocación de unidad que han contribuido a hacer de Cáceres y de Badajoz una región, pero la aportación mayor la han realizado sin duda las instituciones surgidas al amparo del Estatuto de Autonomía: la Asamblea y la Junta de Extremadura. 

Sede del Parlamento extremeño, en Mérida.
(Imagen bajada de Internet)
El Parlamento extremeño se ha convertido en la sede del debate político regional y el Gobierno de Extremadura, desde Ibarra hasta Monago, pasando por Vara, en el punto de referencia hacia el que convergen todas las miradas. Si hace 30 años Cáceres miraba hacia Madrid y Badajoz hacia Sevilla, hoy, desde todas partes de Extremadura se mira hacia Mérida, hacia la capital regional que surgió del antagonismo provinciano por decisión salomónica de los parlamentarios que redactaron el primer proyecto de estatuto de autonomía de Extremadura.

El exdiputado de IU Agustín Real despliega sus artes
ante el presidente Monago mientras la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría asiste sin inmutarse
al incidente. (Imagen difundida por eldiario.es)
Ese punto de referencia se puso de manifiesto durante el acto de conmemoración de los 30 años de autonomía. El exdiputado por IU Agustín Real que, por haber sido parlamentario, había sido invitado a la celebración y tenía acceso libre al hemiciclo, abandonó su localidad y se dirigió a la tribuna, en la que estaba hablando el presidente José Antonio Monago. Entre aspavientos,  el exdiputado iba desparramando falsos billetes mientras decía "bla, bla, bla". En otra época, estando en la sala Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno de España, que presidía el acto, cualquier autor de semejante actuación le habría lanzado los billetes a la propia vicepresidenta del Gabinete de Rajoy, pero esta vez al exdiputado le parecío más apetecible apuntarse su 'minuto de gloria' a costa del presidente del Gobierno de Extremadura. Lógicamente, el espontáneo fue desalojado del hemiciclo con mucho más respeto y consideración que el mostrado por él ante sus colegas, excompañeros y correligionarios. Hay señorías que, más que haberse despojado del señorío, parecen haber perdido el oremus.

Mi profesión como periodista destinado en Mérida me ha permitido vivir en primerísimo primer plano muchos de los hechos en los que se asienta el nacimiento de la región extremeña. Llegué a Mérida el 11 de enero del año 1982, cuando en la antigua capital de Lusitania tan sólo ejercían el periodismo en medios de información general Miguel Manzano, Fernando Delgado y Felipe Rodríguez; y ninguno de los tres lo tenía como actividad no ya única, sino ni siquiera principal. Ángel Briz realizaba tareas informativas para el Ayuntamiento emeritense. A los pocos días de mi llegada se incorporó el periodista cacereño Raúl Rubio y más tarde se sumaron Carmen Acevedo, José López Aroca y el malogrado Fernando Hernández. Desde entonces, el número de periodistas que trabajan en Mérida no ha dejado de crecer.

Más de 30 años -30-, depués de haber visto, fotografiado y contado cómo se aparejaba con urgencia el salón de actos del parador emeritense Vía de la Plata y se constituía el primer y único parlamento extremeño preautonómico, que tuvo como presidente al socialista Pablo Castellanos, justo 30 años después de haber estado en la constitución de la primera Asamblea de Extremadura, en el emeritense salón de actos de la casa de la cultura, y cuando pronto se cumplirán los 30 años desde que fotografié los restos de las monjas enterradas en la cripta de lo que iba a ser el primer asentamiento propio del Parlamento extremeño, afirmo sin la menor duda que Extremadura ha ganado mucho con la autonomía y que no es la menor de esas ganancias el haberse convertido en una región lo que eran dos provincias separadas por un cuchillo.

Dice el tango que 20 años no es nada; así será, si lo canta Gardel, pero para Extremadura, 30 años lo han sido todo y apenas si son una pizca de lo que puede deparar el porvenir.

Vista del hemiciclo de la Asamblea de Extremadura durante la celebración del acto
conmemorativo de los 30 años de parlamentarismo extremeño. Asistieron a la sesión
diputados de las ocho legislaturas, el presidente preautonómico Luis Ramallo
y autoridades civiles y militares. Presidió el acto Soraya Sáenz de Santamaría,
vicepresidentea del Gobierno de España.
(Imagen difundida por Europa Press)


sábado, 18 de mayo de 2013

- No conviene que los banqueros pasen demasiado tiempo en la cárcel, 

pues se corre el riesgo de que les enseñen sus malas artes a los raterillos.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Segadores cortando cebada con las hoces, amontonándola y atando la mies para formar los haces.
(Fotografía tomada de gente-del-pueblo.blogspot.com.es)

Gazpacho de siega


Se dice, no sin razón, que el secreto de un buen plato está en la calidad y en la nobleza de los ingredientes. Sin que me parezca errónea, considero que se trata de una afirmación incompleta. Hay muchos platos en los que el ingrediente o los ingredientes principales son más bien plebeyos o han perdido buena parte de la nobleza y de la calidad gastronómica que tuvieron.

Las cocochas son muy gustosas y nunca fueron consideradas la parte noble de los pescados. Con el estómago de algunos animales, los morros del vacuno y las tripas del cordero, por no citar turmas, rabos, manitas y orejas, se confeccionan callos, morros guisados, revoltillos y zarajos que, a falta de una gran imagen, tienen un gran sabor, aunque hay quien come con los ojos y nunca disfrutará de estos platos ni de muchos otros.

En la gastronomía extremeña, seguramente más por necesidad que por afición, junto a las nobles y sabrosas carnes del vacuno retinto, a los cuartos del cordero de pastos, al frite del cabrito de sierra, a las tencas, bogas y otros bocados de agua dulce y, por supuesto a los perniles y embuchados de cerdo ibérico, hay platos emblemáticos, apetitosos y nutritivos que tienen como característica general la humildad de sus principales ingredientes.

Las migas se hacen con pan asentado, que ya ha perdido el aroma y la terneza del pan caliente; la chanfaina se prepara con las entrañas del cordero; la morcilla lustre, más conocida como mondonga, no es sino sangre, mucho aliño y un poco de gordura, de grasa; para cocinar el escabeche de peces de huerta se aprovechan las partes más duras de algunas hortalizas; con un picadillo de ajos, cebollas y pimientos, aderezados con sal, aceite y vinagre, y cualquier cosa, desde unas sardinas asadas que sobraron de otra comida hasta un poco de carne con idéntica procedencia, se preparan deliciosos almorraques, que así se denomina a este plato en Salvatierra de los Barros, pueblo que en sí mismo es un diccionario.

Entre todos los platos de la gastronomía extremeña elaborados a partir de ingredientes humildes destaca por méritos propios el gazpacho. Y de forma especial, el gazpacho de siega, de cuadrilla de mozos en la cocina del cortijo, el gazpacho de campo, en definitiva.

El gazpacho es seguramente uno de los platos más antiguos de la cocina extremeña. La combinación de agua fresca, sal, aceite y vinagre es muy útil contra el estrés causado por el calor, para reponer los líquidos y las sales perdidas debido a las elevadas temperaturas que se registran en las tierras extremeñas tan pronto como asoma mayo por el horizonte de los calendarios. A partir de agua, sal, aceite y vinagre, el gazpacho lo admite casi todo, desde ajos hasta las cuchillas de la batidora eléctrica.

El poleo aporta frescura y el perfume
de las mentas. (Foto de Internet.)
Seguramente el más antiguo, por lo primitivo, y autóctono de los gazpachos extremeños es el de poleo, todavía muy consumido en el norte de la provincia de Cáceres. Se prepara machacando unos brotes de poleo fresco con los ajos y la sal. Se añade el agua, el aceite y el vinagre y ya se puede aplacar la sed pasando la cazuela de boca en boca. Lo he visto hacer y he tomado parte en la ceremonia. El poleo le da un poder refrescante especial al gazpacho. Luego se le añade más agua, más aceite, más vinagre, si fuera necesario, y lo que se tenga a mano: pan duro, higos, huevo cocido...

Otro gazpacho también muy antiguo es el ajo blanco, posiblemente el más difícil de hacer, pues no siempre salen bien la masa, en el que se atisban rasgos árabes. El tercero en discordia es, sin duda, el gazpacho de campo, que muy bien pudo tener su origen en el gazpacho de poleo, pero al que lo moderniza el tomate que nos llegó de América.

En todos ellos, el ingrediente más distinguido, dentro de su humildad, es el aceite de oliva, así que el éxito de un buen gazpacho no está en la nobleza general de su materia prima, sino en el cariño puesto al preparar el plato. El músculo que nos bombea la sangre es uno de los ingredientes más importantes de cualquier receta, incluidas las de cocina.

Desempolve el corazón

Puestos a preparar un gazpacho de siega, empiece por el corazón. Desempolve aquella cazuela, hecha con corazón de encina cocido en ceniza, que heredó de la abuela o que compró en una de esas ferias en las que se conjugan el Neolítico, labrado en madera, y la tecnología espacial, con asombrosos hornillos que calientan aprovechando la luz solar.

Cazuela de corazón de encina y cucharas de palo, utensilios indispensables en la
Extremadura campestre hasta mediados del siglo XX. (Imagen tomada de La Voz de Feria.)
Ahora que ya recuerda dónde había puesto la vieja cazuela, sumérjala en agua fría, a ser posible no clorada, durante unos diez minutos. Si no lo hace así, la cazuela que lleve mucho tiempo sin usarse embeberá parte del gazpacho. Sáquela del agua, escúrrala y busque la mano del mortero u otro tipo de machacador.

Ponga en el fondo de la cazuela un par de dientes de ajo, no más, y media cucharada de sal gorda. Mache hasta formar una pasta. Elija un par de tomates bien maduros, pero todavía sanos, córtelos en gajos, échelos a la cazuela y máchelos hasta que tengan textura de puré. Añada un trozo de pan seco sin corteza, remójelo con una cucharada de vinagre, dos cucharadas de aceite y medio vaso de agua, por este orden. Machaque el pan hasta que adquiera también consistencia pastosa. Ponga agua fría en la cazuela sin llenarla completamente. Pruebe el caldo y corrija de sal, aceite y vinagre si fuese necesario.

Cuando la cigüeña crotorea, en los pueblos extremeños
se dice que está haciendo el gazpacho,
pues su sonido se parece mucho al que se origina
al machar los ingredientes del gazpacho en la cazuela.
(Imagen tomada de enlacasadenina.blogspot.com)
Esta es la parte obligatoria de la receta; a partir de aquí comienzan los ejercicios libres. A ese caldo de gazpacho puede añadirle, a voluntad, pan duro cortado en pedazos, cebolla, pimientos, pepino, higos, melón, uvas, granada y cualquier otro tipo de fruta del tiempo, preferiblemente sin hueso, trozos de tocino cortado en bastoncitos, panceta, pajaritos asados, huevos cocidos o muy muy muy fritos... Lo que se le ocurra y tenga usted a bien. El gazpacho de campo estará listo cuando, tras pinchar una cuchara en el centro de la cazuela, al soltarla se mantenga en pie.

Dira usted que es este un plato algo estrafalario, por la combinación de sabores, y demasiado fuerte, pero piense que era plato único para personas que estaban trabajando al sol del verano extremeño. Ese gazpacho tenía que refrescar y que alimentar a los trabajadores del campo, así que se preparaba con agua, sal y cuantas más cosas mejor.


Las migas del plato


El gazpacho debe tener sabor y consistencia, no estar aguado.


No añada demasiada sal. El gazpacho debe refrescar, no dar sed. 


No friegue la cazuela con detergente, pues podría absorber el sabor del jabón. Enjuáguela bajo el grifo y déjela escurrir.


No guarde para el día siguiente el gazpacho que le sobre. No mejorará con la edad y le será muy fácil hacer otro. 


Buen provecho.


José Joaquín Rodríguez Lara



sábado, 11 de mayo de 2013

- Solamente tú ya no me recuerdas a ti.


- Mido la bondad de las colmenas urbanas con las sirenas de las ambulancias. 

Si, al chillar la sirena, la gente se asoma a las puertas y comenta con el vecindario, la ambulancia circula por un pueblo apacible. 

Si la gente vuelve la cara, pero sigue con lo que esté haciendo, 

la ambulancia está en una ciudad todavía habitable. 

Si nadie altera su paso ni se pregunta qué es lo que ocurre, 

la ambulancia camina por las tripas de un monstruo. 


jueves, 9 de mayo de 2013

El salvavidas


José Joaquín Rodríguez Lara


Estaba el hemiciclo propenso al consenso. Y no había causa aparente para ello. Los tres grupos parlamentarios se mostraban de acuerdo en varios puntos del orden del día, lo que suele ser muy peligroso. Ya se sabe que, en el Parlamento extremeño, el acuerdo propicia los debates más cruentos; tan descarnados que a veces desembocan en broncas infames.

Pero esta vez no fue así. Tan solo el debate sobre los daños patrimoniales sufridos por agricultores, ganaderos e industriales tras los últimos desembalses en las vegas bajas del Guadiana dio pie a un amago de trifulca, sin que el agua del río corriese finalmente por las venas de sus señorías.

Antonio Rodríguez Osuna,
diputado del grupo socialista-regionalistas,
en el pleno. (Fotografía publicada por el grupo socialista)
Fluía el pleno de la Asamblea con tal placidez que hasta el parlamentario socialista Antonio Rodríguez Osuna, que habitualmente parece un gobernante encerrado, contra su voluntad, en la camisa de un diputado de la oposición, daba la impresión de ser un político de la oposición predicante vestido con la prudencia y el tacto de un gobernante deseoso de dar trigo.

No parece que su señoría Rodríguez Osuna haya dejado de fumar y por ello se le hayan esfumado los malos humos. Ni consta que los diputados extremeños hayan perdido cualidades para hacer de cualquier solución un problema. Ni, que se sepa, hayan hecho propósito de enmienda como quien se impone una dieta con vistas al verano.

Entonces, ¿a qué se debía tan plausible cordialidad? ¿Por qué nuestros parlamentarios, todos, además de hablar, se escuchaban y, lo más inaudito, par-la-men-ta-ban; es decir, llegaron a acuerdos, a puntos de encuentro, una vez tras otra?

Agentes de la Policía montan guardia ante los
manifestantes de los 'campamentos dignidad'.
(Foto publicada por el grupo socialista)
Seguramente el motivo no se encontraba entre los escaños, sino fuera de ellos, en la calle. Varios centenares de personas -y mucha, mucha policía-, participantes en los llamados 'campamentos dignidad', defensoras de una renta básica obligatoria y con salida al mar, se manifestaban ante la sede parlamentaria para presionar a sus señorías. Ya se sabe que la presión exterior une las piezas del puzle incluso cuando no encajan. Pero esta vez no hacía falta. El proyecto de Ley de Renta Básica Extremeña de Inserción, que así se llama, había llegado al pleno para aprobarse y se iba a aprobar hubiese manifestantes en la calle o no los hubiese.

Desalojo de alborotadores presentes en la tribuna de
invitados del Parlamento. (Imagen bajada de Internet)
Pero, sobre todo, donde no se necesitaba presión era dentro, en la tribuna de invitados, desde la que media docena de impresentables lanzaron céntimos de euro contra los representantes de los extremeños que les caían más a mano y dejaron caer descalificaciones e improperios contra los políticos en general. En los campamentos de la renta básica habrá mucha dignidad, pero en el comando que montó este incidente en el Parlamento extremeño la dignidad brilló por su ausencia.

Fernando Manzano, presidente de la
Asamblea de Extremadura. (Fotografía
publicada por extremaduradehoy.com) 
El griterío de los protagonistas del escándalo contrastó con el silencio absoluto de los parlamentarios, del resto del público, de los trabajadores de la Asamblea, de los policías y de los periodistas mientras los alborotadores eran desalojados de la sede parlamentaria. Ni siquiera Fernando Manzano, presidente de la Cámara, que desenvaina sin contemplaciones el reglamento cuando se le alborota el hemiciclo, dijo esta boca es mía. En la calle seguía la manifestación, también se lanzaron monedas y, lo más grave, hasta un petardo que le estalló en los pies a la periodista emeritense Maria de los Ángeles Morcillo Rodríguez, que resultó afectada por la explosión.

Los manifestantes no respetaron a los representantes de los extremeños, pusieron en riesgo la salud de las personas que asistían a su protesta y demostraron que, para los protagonistas de los incidentes, la dignidad es un eslogan, no una actitud.

Luis Alfonso Hernández Carrón,
consejero de Salud y Política Social.
(Imagen bajada de la Red)
La Ley de Renta Básica Extremeña de Inserción se aprobó por unanimidad técnica, que no real. Todos los escaños del hemiciclo estaban ocupados y no hubo ni votos en contra del proyecto de ley ni tampoco abstenciones. Sin embargo, había 65 señorías y solo hubo 63 votos a favor del texto. A la diputada socialista Iñake Ruiz de Gauna se le averió la máquina de votar. Y el diputado de IU Víctor Manuel Caso Ruiz ni votó sí, ni votó no, ni se abstuvo, ni no votó. También le echa la culpa a la máquina de votar, pero el aparato se defiende diciendo que a ella, ¡que la registren! Está víctor que el señor Caso es un casco. Se ha batido como un jabato para que los extremeños tengan una ley de renta básica y a la hora de no aprobarla, le echa la culpa a la máquina. Luego declaró que esta no es la renta básica de IU. Tiene razón. Ni es de IU, ni es del PSOE, ni del PP, ni de Luis Alfonso Hernández Carrón que, como consejero de Salud y Política Social, tendrá que administrarla, ni de los acampados, ni tampoco de los beneficiarios; esta es la Ley de Renta Básica de Inserción de Extremadura. Ni más ni menos.

Guillermo Fernández Vara. (Foto de Internet)
El diputado y expresidente Guillermo Fernández Vara también tuvo una reacción curiosa: es una de las 29 señorías del grupo socialista-regionalista que votó a favor de la ley, pero, una vez aprobada, declaró que esta ley de todos no es suya -a pesar de que el PSOE se atribuye a sí mismo el haberla propiciado con su fallido boceto legal-, y que cuando vuelva a gobernar, la cambiará. Vara está en su derecho de cambiar la ley y si lo hace, se contará; hace años, ya se comprometió por escrito a aprobarla y no lo hizo. Y no porque Fernández Vara esté en contra de que haya una ley de renta básica, sino porque no pudo aprobarla o se le olvidó o pensó que ya lo haría y los votantes no le dieron tiempo a hacerla.

Víctor Casco (centro) durante el pleno. 
Dicho lo cual, hay que felicitar tanto al secretario general de los socialistas en Extremadura, como a todas y cada una de las personas que integran el Parlamento de la comunidad autónoma, su señoría el diputado don Víctor Manuel Caso Ruiz inclusive, por haber puesto en marcha esta Ley de Renta Basica Extremeña de Inserción y por haberlo hecho con notable celeridad y en más amor y compaña de lo que es usual por estas tierras. Sobre todo en mucha más compaña.

La Renta Básica Extremeña de Inserción es una especie de flotador que la inmensa mayoría de los extremeños, los que menos tienen, le lanzan a quienes aún tienen menos que ellos y están con el agua al cuello. Pero es un salvavidas, no una isla ni una barca con televisor de plasma. Ni nadie puede vivir permanentemente colgado de un flotador ni Extremadura puede ser una región de náufragos. Lo afirmo con la seguridad de haber nacido en Barcarrota. En esta tierra de secano, hay que aprender a nadar o nos ahogaremos todos.


martes, 7 de mayo de 2013

- La gente que no cree en la Justicia es porque ha perdido el juicio.


- Nadie es culpable por ser la esposa de Urdangarín 

ni tampoco es inocente por ser hija del Rey. 

La Justicia debe taparse los ojos y juzgar.


lunes, 6 de mayo de 2013

- La muerte es algo coyuntural, 

puesto que solo se produce una vez y no marca tendencia. 

La vida, en cambio, es tendenciosa, pues se repite.


sábado, 4 de mayo de 2013


Carajos de cebolla hembra con cerveza y una ramita de perejil


Cultive usted cebollas. Si no sabe, no puede o no le apetece, trabe relaciones de parentesco, de amistad, de empatía o al menos de conocimiento con alguna persona que las cultive. Aproveche su relación con ese hortelano u hortelana para pedirle un manojo de rabos de cebolla macho. Se los regalará, pues no se venden en los mercados.

Huerta en la que se ve un carajo de cebolla hembra.
(Imagen bajada de Internet) 
Se llama rabo de cebolla macho al tallo central que echan algunos de estos bulbos. Al contrario de los que le rodean, este tallo es más o menos cilíndrico, suele mantenerse erecto y termina en una envoltura con forma de glande que protege a la inflorescencia antes de que está lista para emerger y fructificar. Todo ello le da al rabo de la cebolla un cierto aspecto faloide y por esa razón se considera 'machos' a las cebollas que dan flores.

Pero, en realidad, las cebollas son hemafroditas; es decir, hembras y machos al mismo tiempo, así que los rabos de las consideradas cebollas 'machos', también son carajos -la palabra viene en el diccionario- de cebollas 'hembras'. A mí me parecen mejores estos últimos; son más expresivos.

El bulbo de las cebollas que echan flores no engorda y no suele conservarse para consumirlo más adelante, por lo que los hortelanos, si no van a dejarlo para simiente, le cortan el rabo para que no pierda energías echando flores y unos días después arrancan la cebolla para consumirla en fresco antes de que se eche a peder.

Cuando ya tenga usted los carajos de cebolla hembra en la cocina, lávelos uno a uno bajo un chorro de agua fría, con el fin de eliminar la tierra y el polvo que puedan tener. Una vez bien escurridos, córtelos en rodajas finas, como si fueran puerros. Como ocurre con los espárragos trigueros, los carajos de cebolla hembra son más tiernos por la parte superior y adquieren una consistencia más ruda a medida que se desarrollan. Mientras más pequeños y más claros sean resultarán más tiernos. 

Una vez que los haya picado, ponga una sarten ancha en el fuego, cubra su fondo con un chorro generoso de aceite de oliva virgen extra y, cuando el aceite empiece a templarse, eche en la sarten las rodajas de los carajos de cebolla hembra. Remueva de vez en cuando con una espátula de madera y añada un poco de sal gruesa.

Pasados unos minutos, cuando los anillos de cebolla ya estén tiernos, retire la sarten del fuego, sirva los carajos en platillos para tapas, y rocíelos con otro poco de sal gruesa.

Abra una cerveza bien fría, siéntese en un lugar en el que no le molesten demasiado y disfrute saboreando los carajos de cebolla hembra acompañados de buenos tragos de cerveza.

Concluida la degustación de los carajos, mastique una ramita de perjil y disfrute del penúltimo trago de cerveza.

Las migajas del plato


Primero.- Si le sobraron carajos crudos y no va a cocinarlos, póngalos en un jarron de cristal transparente con un poco de agua, como haría con un ramo de flores. Al fin y al cabo, los carajos son tallos aún no floridos, duran infinitamente más que cualquie flor natural y, si el jarrón es adecuado, adornan desde el ápice al rabo.


Segundo.- Si le sobraron carajos ya cocinados, no los tire. Puede usarlos en una tortilla, un revuelto de verduras y hasta en una ensalada.

Tercero.- Si ve a la persona que le regaló los carajos de cebolla hembra, dele las gracias, presuma de lo bien que le salieron y de lo bueno que estaban y, sobre todo, no le hable de carajos de cebolla hembra. No solo no le va a entender sino que corre el riesgo de que le malinterprete al verle llamar cebolla hembra a lo que esa persona tiene clarísimo desde siempre que es una cebolla macho. ¿Es que usted no le ha visto el rabo al rabo?, se preguntará. A pie de surco, lo que no es tradición es sospecha.

Buen provecho.

José Joaquín Rodríguez Lara



jueves, 2 de mayo de 2013


Habas frescas con huevo


Desgrana unas vainas de habas tiernas. En un recipiente hondo, pon a hervir agua con un poco de sal y un chorrito de vinagre y escalda las habas durante unos minutos. Una vez escaldadas, pásalas por agua fría y escúrrelas bien.

Coloca en el fuego un perol o una sartén más honda que plana; pon a calentar un chorro de aceite de oliva virgen extra y añádele unos trozos de tocino de jamón o, al menos, de tocino de cerdo ibérico. Habrá quien deshonre al ibérico engañándose con panceta de guarro blanco; también hay a quien le gusta el bicarbonato. ¡Qué se le va a hacer! El aceite no debe calentarse mucho, que no humee.

Cuando el tocino empiece a ponerse transparente, añade un par de dientes de ajos picados y un par de cebolletas tiernas, o una cebolla mediana, siempre picadas en trozos pequeños. Sofríe durante unos minutos a fuego moderado y, tan pronto como la cebolla cambie de color, añade las habas. Revuelve la mezcla de vez en cuando, amontonando a continuación los ingredientes en el centro del perol, para que el calor se concentre en ellos.

Pasados unos minutos, añade trocitos de jamón y vuelve a mezclar. Cuando el jamón empiece a cambiar de textura, prueba un par de habas y rectifica de sal si es necesario. Una vez que las habas hayan perdido su textura coriácea y ya no sepan a habas crudas, aparta el perol del fuego, pero mantén las habas calientes.

En una sarten pequeña, pon unas cucharadas de aceite de oliva virgen extra y fríe al menos un huevo para cada comensal. Es importante que los huevos lleven unos minutos fuera del frigorífico y que se pongan a freír cuando el aceite aún no esté caliente, con el fin de que la clara quede lo más blanca y compacta posible, sin puntillitas, y la yema centrada.

Con una espumadera ancha, dispón un lecho de habas sobre el plato que irá a la mesa y coloca al menos un huevo frito sobre las habas de cada plato.

Acompaña todo con pan tierno, caliente, si fuera posible, y con un vino varietal, blanco, de supermercado, cuyo precio no quite las ganas de comer.

Las migajas del plato 

No doy los ingredientes al principio de la receta porque, para mí, comer no es una obra de teatro, sino una novela de aventuras. En el teatro, los personajes se anuncian antes del texto y en las novelas de aventuras, los protagonistas están dentro de la obra. Hay que descubrirlos.

Tampoco doy las cantidades exactas de cada ingrediente porque desconozco tanto el número de comensales como su apetito y, sobre todo, la calidad de los productos. Por ejemplo, si el jamón no es bueno, pon poco y fríe más huevos. Y si el aceite no es de oliva, encarga una pizza.

Aconsejo que el vino sea varietal, es decir de un solo tipo de uvas, porque así se aprecia mejor el sabor de cada cepa y se aprende a distinguirlas.

Buen provecho.

José Joaquín Rodríguez Lara




- La paradoja del político es predicar 

desde la oposición soluciones 

que no aplicó cuando estaba en el poder.


- Criticar no es despreciar, no es ofender, no es insultar; 

criticar es analizar, es desvelar, es valorar. 

Por eso cada día hay más energúmenos y menos críticas.


- La corrupción es como un partido de tenis: 

el público contempla con asombro como la pelota 

va de un lado a otro de la pista hasta que hay un pelotazo ganador. 

Cuando termina un set comienza otro saqueo.