jueves, 25 de abril de 2013


De templos, mártires y apóstoles


José Joaquín Rodríguez Lara


Sesenta y cuatro votos a favor y ninguno en contra. La Ley de Gobierno Abierto de Extremadura ha sido aprobada por unanimidad de las señorías presentes en el hemiciclo del Parlamento regional. Entrará en vigor cuando se subsanen unas deficiencias detectadas a última hora y, si funciona, deberá permitir que los ciudadanos podamos examinar al dedillo las actividades del Gobierno.

El dictamen elaborado por la Comisión de Administrasción Pública llegó al pleno consensuado y, dado que no había nada que discutir, causó la bronca que originan todos los asuntos en los que los tres grupos parlamentarios presentes en la cámara extremeña están de acuerdo. Cuando mantienen posturas enfrentadas, sus señorías discunten, pero si están de acuerdo arman bronca. Debe de ser su sino.

Esta vez se juntaron el hambre con las ganas de comer: todos los grupos estaban de acuerdo (riesgo evidente); se acababan de dar a conocer los datos de la peor encuesta de población activa que han visto los siglos (peligro, peligro), y el debate lo abría Víctor Casco (un diputado altamente inflamable).

Víctor Casco, diputado extremeño.
(Imagen publicada por Dex, digitalextremadura.com)
Cuando el señor Casco subió a la tribuna se cubría los hombros, la espalda y el pecho con una kufiyya, un gran pañuelo palestino, que le daba un aire a Falete en concierto. Dicho sea con todos los respetos a Falete. Su señoría lució la kufiyya durante todo el pleno. El diputado tricolor, IU-SIEX-MORADO, se desentendió del orden del día, hizo de su intervención un sayo y tiró de repertorio. Se armó la mundial. En los rodeos americanos hay caballos que reparten menos coces de las que repartió él a diestra y siniestra; sobre todo a la primera. La presidente en funciones trató infructuosamente de amansar a l'enfant terrible del Parlamento extremeño, pero Víctor Casco, envuelto en su mantón de Palestina, estaba desbocado. ¿Qué mosca le había picado? La EPA. El debate se convirtió en un "lamentable espectáculo", según el presidente de la Asamblea quien se sintió obligado a pedir disculpas al público que seguía la sesión tanto en el hemiciclo como a través de Internet.

Suele afirmar con cierta frecuencia Víctor Casco que el Parlamento es el templo de la palabra. Y tiene razón; en la Asamblea, en el Parlamento de Extremadura, se habla mucho, aunque se parlamenta poco, se dialoga menos y no se escucha a casi nadie. Sus señorías suelen ser de piñón fijo y escarban tanto en sus propios argumentos que la mayoría de las veces se entierran en ellos. Pero lo del diputado de la kufiyya es punto y aparte: Paco Umbral fue a la tele a hablar de su libro y Víctor Casco acostumbra a subir a la tribuna para hablar de cosas que, aun siendo importantes, no suelen corresponder al punto que se debate y, por lo tanto, no toca hablar de ellas en ese momento. La presidencia de la Asamblea le llama al orden para que se ciña a la cuestión, como estipula el reglamento, y él afirma entonces con solemnidad que el Parlamento es el templo de la palabra. Y lo es, lo es; un templo con sus capillitas, sus retablos, sus hornacinas, sus santos, sus mártires, sus angelotes y su apóstol de la causa palestina.

Es tal la contumacia de la que hace gala el diputado tricolor que, forzado, por la ausencia de su portavoz, a defender la caza con arco -otro asunto que llegó al pleno apoyado por todo el arco parlamentario- despachó su intervención en un plisplás afirmando que ni sabe de arcos ni le gusta la caza, pero que bueno..., como no estaba Pedro Escobar, pues eso.

Afortunadamente, esta vez no sacó carteles alusivos a la encuesta de población activa ni tampoco repartió octavillas por los escaños del PP, como haría más tarde, durante el descanso para comer, irritando a los populares que se sintieron agredidos, con lo que a pesar de la unanimidad y de la sorpresiva y sorprendente intervención del diputado con kufiyya, el asunto no pasó a mayores. 

Una bronca cinegética, y con arcos, ahora que está de actualidad el 'arco mediterráneo' y la flecha que José Antonio Monago dice tener en su aljaba, hubiese dado hasta para abrir telediarios en las televisiones de Israel.

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