martes, 1 de enero de 2013


- Hay días, cuando el cuecenieblas de Badajoz se desborda
y la nata comienza a trepar hacia Salvatierra de los Barros,
que el castillo de Nogales parece una isla asediada por la bruma,
un diminuto y orgulloso y esforzado Mont Saint Michel
que se mantuviera a flote a pesar de sufrir los embates de un mar de algodón.

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