martes, 18 de diciembre de 2012


Apoteosis del cambio


José Joaquín Rodríguez Lara


Ni la rana, a la que le salen patas de andar por tierra cuando ya es el renacuajo que mejor se impulsa con la cola en el fango del charco. Tampoco la mariposa, que antes de deleitarse con el néctar volando de flor en flor, debe devorar hojas y arrastrar su barriga de oruga insaciable, para hacer después una estricta dieta de pupa y crisálida. Ni siquiera Belén Esteban y sus espectaculares cambios por delante y por detrás. Ni mucho menos Gregorio Samsa, estoico comerciante de telas que se durmió persona y amaneció convertido en cucaracha. Nada. Todo eso y mucho más que a usted se le pueda ocurrir son fruslerías, simples bagatelas.

Ni la de Ovidio, ni la de Kafka, ni tampoco la de Delibes. No hay metamorfosis que se le iguale. Para metamorfosis, metamorfosis, la que está sufriendo España. Vivíamos todos en un bufé gratis total, picoteando con fruición de aquí y de allá, sin importarnos ni el coste de la consumición ni quien la pagaba ni lo insalubre de lo consumido, y hemos terminado en un centro comercial de las afueras de Europa en el que quieren cobrarnos por todo. Por la Justicia, por la Sanidad, por los bancos, por las pensiones, por la autonomía, por los carritos oficiales de las cajeras... Por todo.

Pagamos por entrar, por estar y por salir. El Estado no tiene dinero y a los ciudadanos seguro que nos sobra. España, que hasta hace unos años era un país, se parece cada día más a un supermercado.

- ¿A cuánto está la Justicia hoy?
- Han subido las tasas...
- Pues póngame cuarto y mitad de ira con un poquito de resignación, pero poquita.

Dice Rajoy, director de la gran superficie hispana, que ha tomado las medidas que está tomando forzado por las circunstancias, pero que a lo mejor da marcha atrás en alguna de ellas. ¿El supermercado de España admite devoluciones? Busquemos la factura de la boda, por si hubiera suerte.

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