miércoles, 22 de abril de 2009


Sopa con letras

José Joaquín Rodríguez Lara


Los inventores que más han influido en el progreso de la Humanidad siguen olvidados, sin que se reconozcan sus méritos con una Calle al Inventor de la Cama o un Parque con Hierba y Sombra al Descubridor de la Siesta o una Etapa del Tour de Francia al Creador de las Cuestas Abajo en Bicicleta. Una injusticia que alcanza dimensiones colosales con el inventor de la mesa que, como tantos creadores inmortales, moriría tal vez de hambre o a dieta, que para el caso es lo mismo pero más lento.

La invención de la mesa hizo que comer pasara de ser un mero acto biológico a una práctica cultural. Ese altar de las delicias que viste su mejor mantelería en ocasiones escogidas; ese pan, el vino, la vajilla y, sobre todo, el desfilar de viandas con más orden y, a veces con más música, que una parada de Infantería, hacen de cualquier comida un verdadero ritual al que se invitan los presentadores de los telediarios, contándonos miserias, para recordarnos que no somos dioses.

Lo de comer con la televisión en marcha puede parecer indigesto, pero hay antecedentes históricos de la más recia solvencia. Cuando los frailes y monjes se reunían en el refectorio, un cofrade, al que llamaban hermano lector o semanero, por lo que duraba en el empleo, se subía al púlpito para adobarles la sopa con lecturas piadosas de la Biblia y del martirologio. Pura televisión leída.

La lectura suele enmarcar la ceremonia en el comedor. Se empieza leyendo la carta y se termina repasando la minuta. Leer en la comida es práctica muy habitual y en Extremadura lo será más, pues 17 restauradores han acordado con la Consejería de Cultura y Turismo usar salvamanteles decorados con textos literarios. Con ello se pretende fomentar tanto la lectura como el turismo.

Blasco Ibáñez, Dumas, Andersen, Poe, Pedro Antonio de Alarcón, Trigo y Carolina Coronado serán semaneros de mantel. En la lista también debería estar el noruego Knut Hamsun, Nobel en 1920, autor de 'Pan' y de la maravillosa novela 'Hambre', pero además faltan clásicos como Séneca, Cervantes, Sakespeare, Espronceda, al que amamantaron en Almendralejo, o Larra, que está de centenario y tenía genes extremeños y portugueses. No hay contemporáneos, como Marsé y Muñoz Molina. Ni portugueses, como Pessoa y Saramago. También se nota la ausencia de Dulce Chacón, de Cercas, Pámpano, Landero, Carande, Adalid, Rosa Lencero, Irene Sánchez, de Chamizo, Álvarez Lencero, Pacheco, Fuentes y, sobre todo, de Jesús Delgado Valhondo que descubrió la ausencia y la hizo poesía.



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