domingo, 23 de noviembre de 2008

La marca


José Joaquín Rodríguez Lara


CAMBIAN las tornas y, si el proceso se mantiene lo suficiente, la mudanza podría ser definitiva. Badajoz emite señales de estirón. Aún conserva a flor de piel las cicatrices de la riada, pero ya ha superado aquella etapa mohína del arranque autonómico, cuando Mérida sentó plaza como ombligo de la región y todos los bolindres y los funcionarios rodaban siempre para ese gua. Afortunadamente la topografía anatómica tiene otros enclaves tanto o más estratégicos y Badajoz atrae las miradas y, con ellas, las inversiones. Alguna culpa tendrán Ifeba, con sus ferias, y el plan urbanístico con sus solares.

Si los mensajes que anuncian la instalación de Ikea, Rodamco, Leroy Merlín, Media Markt y Dolce Vita se confirman y si llega la plataforma logística, esta ciudad que ha vivido siempre de la música administrativa -incluida la militar- y del comercio podría ser el gran escaparate del suroeste, un punto de cita obligada para consumidores extremeños y portugueses. Para lo malo y para lo bueno, las fronteras -incluso las difusas- aún pesan lo suyo.

Sin embargo, en la ristra de grandes proyectos que apuntan a Badajoz se echa en falta una iniciativa más contundente del empresariado autóctono. La situación tal vez sería distinta si Gallardo&Leal hubiesen comprado Galerías. No fue posible y Badajoz dedica mucho esfuerzo al pequeño comercio -que reaccionó con pánico a la llegada de El Corte Inglés y aprovecha el reguero de clientes que esa firma trae a la ciudad- pero más allá de centros comerciales abiertos, carece de una enseña propia e importante que traduzca esa vocación comercial de la ciudad y la proyecte hacia el mercado.

Las marcas piensan en Badajoz, pero Badajoz aún no piensa en su propia marca.

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