miércoles, 3 de junio de 2009


Hacer gárgaras


José Joaquín Rodríguez Lara


Se tacha a la campaña electoral que nos envuelve de ramplonería, de falta de nivel y de mostrarnos la mediocridad de nuestros regidores públicos. No es verdad. En pocas campañas el debate alcanzó tanta altura como en esta, con el avión de Zapatero para arriba y el avión de Zapatero para abajo.

Como el tren de alta velocidad llegará a Extremadura «en tiempo y forma», según aseguró ayer en Badajoz el propio José Luis Rodríguez Zapatero, el avión que le trajo a la tierra de su abuelo, tuvo que aterrizar en la Base Aérea de Talavera la Real, que para eso es un avión militar. El debate remontó el vuelo, horas después, para que el secretario general del PSOE pudiera dormir en La Moncloa. Para tres días de polémica que nos quedan, no vamos a dejarnos el sosiego en la carretera, pensará, Zapatero. Y tiene razón. Con la derecha jugando con el avioncito y con la izquierda cortándole trajes a Camps, casi no ha habido tiempo de hablar de la crisis ni del paro, que en mayo bajó, mire usted por dónde; no digamos ya de Europa, esa tía que tenemos en América y de la que sólo sabemos por el dinero que nos manda.

Al líder socialista se le critica mucho, pero el único defecto que tiene es no ser negro. Si Zapatero fuese negro y presidente de los Estados Unidos de Norteamérica no viajaría en un Falcon del Ejército, sino en el Air Force One, que eso sí es un avión presidencial y no lo que se gastan por estas tierras. Tendría maletín nuclear y una residencia de jefe de Estado, y no de presidente del Gobierno, aunque tacita a tacita, el Palacio de la Moncloa está adquiriendo unas dimensiones más que notables, sin que se critique el continuo trasiego de albañiles.

Seguro que la residencia monclovina cuesta mucho más que el avión y nadie se asombra debido a que parece razonable y consagrado por ley que el presidente del Gobierno de España tenga una residencia oficial y un automóvil oficial y un equipo oficial -además del Barcelona- para que le asista. También deberían estar muy pormenorizadamente establecidos por ley los medios del Estado -aviones, barcos, automóviles, motocicletas, equipos de fútbol y hasta perros de la Policía- que están a la permanente disposición del presidente del Gobierno. Y en su caso, hasta de la oposición, que también es mortal y a veces tiene prisas.

Sería tan fácil sacar al avión de esta y de cualquier otra campaña electoral que, con un poco de suerte, hasta desaparecería del mapa el «administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo traga». Y mira que debe de ser difícil tragarse un avión. Ni haciendo gárgaras.


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