miércoles, 14 de octubre de 2009

Guerra verde


José Joaquín Rodríguez Lara


EL Gobierno de Aznar metió a España en la guerra de Irak sabiendo que iba a una guerra. Los militares españoles conocían que el objetivo era terminar con el régimen de Sadam Husein y eso puede ser llamada de cualquier modo menos 'misión humanitaria', así que fueron mental y materialmente preparados para lo que les aguardaba.

El Gobierno de Zapatero mantiene a España en el conflicto afgano y no reconoce que sea una guerra. Según la Administración de Rodríguez Zapatero, las tropas españolas no van a Afganistán a hacer la guerra, sino a 'hacer la paz', en 'misión humanitaria'; mental y materialmente preparados para sembrar democracia y ayudar a la población, a 'los buenos'. El problema es que a los talibán, que son 'los malos' en esta guerra de dibujos animados, les trae al fresco si vas de boy scout o de 'soldado sin frontera'. Ellos disparan, ponen la mina anticarros y si hoy matan a tres, pues tres enemigos menos que tienen que matar mañana. En Afganistán no hace falta ir a la guerra; la guerra viene a por ti, y si no estás mental y materialmente preparado para defenderte, el riesgo se traduce en bajas sin sentido y en perplejidad: ¿A qué hemos ido? ¿Por qué seguimos allí? ¿Por qué no nos defendemos con todas las armas posibles?

Además de una ratonera, Afganistán es un laberinto, un embrollo orográfico, militar y geopolítico, un túnel hacia ninguna parte en el que es relativamente sencillo entrar y mucho más difícil salir. Un país que siempre exige más; más dedicación, más soldados, más sudor, más sangre y más lágrimas. Cualquier paso que se dé hacia atrás será aprovechado por los talibán para afianzar su poder exterminador y, de paso, también para reforzar las posiciones talibán en países como Pakistán, una potencia nuclear con propensión a la inestabilidad a la que conviene mimar.

En Afganistán, Zapatero no sólo no recula, sino que está dispuesto a seguir adelante. Ayer, en su visita al Despacho Oval de Barack Obama, se comprometió a incrementar la participación española en el conflicto afgano con el envío de guardias civiles, gente de armas que parece gustar en EE UU. No está mal. Ya puestos, al menos enviemos a militares -los civiles son militares aunque pueda sonar kafkiano- entrenados en la lucha contra quienes ponen la bomba y corren. ¿Le suena? Al fin de cuentas, en Afganistán no hay guerra pues dos no se pelean si uno no quiere. Eso sí, al que no quiere pelearse, suelen romperle la cara.

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