martes, 11 de noviembre de 2008

Ocupas

José Joaquín Rodríguez Lara


NUNCA el mundo tuvo tanta libertad y jamás hubo tanta gente empeñada en robárnosla. El cambio climático trae una plaga de sectas y otros comecocos.

Las hay de todo tipo, se multiplican a la velocidad de Internet y renacen de sus cenizas como bichos indestructibles. Los sectarios que acaban de arrastrar al mundo hasta el abismo de sus avaricias dirigen el comité de salvación y exigen, además, ser los primeros en salir del hoyo si queremos recuperar lo perdido.

Los salvadores están de plena actualidad, pero las sectas tienen hondo arraigo en la salud, el arte, la educación, la diversión, el trabajo, la religión, el deporte, la empresa, la familia, el sexo y en la información. No se puede dar un paso sin que un santón, una oenegé, un panfleto con megáfono, una cambiahistorias, un grupo de presión o una iluminada y sus filamentos te prohíban opinar, te impidan actuar y, en definitiva, te nieguen ser.

Se lo toman tan a pecho que hallan lo contrario de lo que buscan. Nada había despertado tantas ganas de hamburguesas gigantes como aquella ministra hética que riñó a los españoles por comerlas. Los antitaurinos fortalecen la fiesta de los toros. ¿Cuántos ateos irrecuperables han fabricado los seminarios? ¿La Reina es menos popular tras las criticas de los homosexuales? Las 'mujeres jirafa' de Tailandia rechazan a las oenegés que se empeñan en despojarlas de su tradición y de su modo de vida. Hasta el perro de Bush ha mordido a un periodista que pretendía acariciarlo, demostrando -el animal- que los dueños se parecen a sus chuchos.

En el catálogo de las groserías no hay grosería mayor que colarse de 'okupa' en la vida de alguien para hacérsela vivir a nuestro modo.


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