domingo, 9 de noviembre de 2008

Barack Monago


José Joaquín Rodríguez Lara


EL mundo ya tiene al presidente Obama, la esperanza negra de la humanidad, y Extremadura, a Monago, la esperanza blanca de la derecha extremeña. Bueno, de gran parte del PP.

Ambos son senadores y han sido llamados a más altos designios en la misma semana, del mismo mes del mismo año, bisiesto. Pura coincidencia, pues Obama es negro, aunque alguno le vea como un blanco, y Monago es blanco y ya se verá. Seguramente tienen más puntos en común, pero ello no añade ni resta méritos a sus respectivos currículos. Con su elección, Barack Obama entra en la historia como el primer presidente negro de Estados Unidos y José Antonio Monago pasará a la historia -lo mismo que un tal Floriano y todos sus antecesores- si no desbanca de la Presidencia de la Junta a los socialistas. El PP y la política son así, señora.

La elección de Monago es buena. Buena para los ejecutivos del PP de Madrid que quieren tenerle como manijero de los populares extremeños; buena para José Antonio Monago, que como si fuera canterano del Liverpool o de un equipo de la NBA, empezó limpiándole los zapatos a las figuras y ahora sienta plaza como superior del convento; es una elección muy buena para el Ayuntamiento de Badajoz que, con un poco de suerte, renovará el armario, pero sobre todo será extraordinariamente beneficiosa para los electores pacenses a quienes Celdrán ya les había elegido tres cuarto de alcalde y ahora ellos mismos podrán elegir cuarto y mitad.

Siempre y cuando Miguel Celdrán no siga estirando la goma y se preste a la reelección. Dicen -incluso lo dicen en el PP-, que Celdrán no está ni se le espera, pero de él puede esperarse cualquier cosa. Todavía.

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