sábado, 7 de enero de 2012

Dimisiones Ibarra


José Joaquín Rodríguez Lara


EL expresidente de la Junta Juan Carlos Rodríguez Ibarra pretende castigar a los candidatos electorales del PSOE que pierdan las elecciones y se queden al 3% o más lejos de los resultados obtenidos en los comicios anteriores. Se dice que ha presentado una enmienda a la ponencia marco que los socialistas debatirán en su próximo congreso.


Si la medida que propone Ibarra ya estuviese en vigor, habrían sido automáticamente apartados de la carrera electoral Fernández Vara y Pérez Rubalcaba, además de otros líderes socialistas. Y aunque la enmienda no prospere ni se apruebe nunca, Ibarra ha hecho otro ajuste de cuentas con Vara –y con Rubalcaba– como casi siempre de modo vicario, a través de la agencia de noticias Europa Press y de los medios de información que, como HOY, publican su iniciativa. ‘Minipunto’ para el equipo de las fobias ibarrianas. Para él no tiene sentido tratar de limitar los años de mandato de los vencedores y no los intentos de mandar de quienes «no solo no superan el resultado anterior, sino que lo bajan ostensiblemente».

La iniciativa del expresidente es lo menos socialista que se despacha en botica. En realidad es muy liberal, pero del liberalismo duro, y muy norteamericana, de los estados unidos de Norteamérica que están entre los estados unidos de México y los estados unidos de Canadá. Ibarra dispara contra los débiles, contra el que tropieza y cae, contra el que pierde. En los EE UU de Obama y Cía, todo el botín se lo lleva el triunfador; al segundo se le trata como a un apestado, seas Vara o te llames Alfredo. Allí, o eres el más rápido o ya no te levantas.

Con su propuesta, Ibarra salta de la filosofía socialista a la lucha darwiniana por las cabezas de lista, que si ahora mismo se están negociando a navajazos traperos en el PSOE, a partir del congreso socialista de febrero se disputarían a cañonazos. Otra mosca menos. Tal y como ha trascendido que está planteada, esa enmienda no favorece ni a España ni al electorado del PSOE ni a sus militantes de base ni de entresuelo ni tampoco de altura. Con esa propuesta se agudizaría la profesionalización del ejercicio de la política, un privilegio que los estatutos del PSOE reservarían para los vencedores y sus acólitos y aduladores. Con esa medida, la casta de los políticos se convertiría en un club cada vez más sectario y restringido: el club de los victoriosos y de sus adosados. No habría renovación o muy poca. Y la democracia no consiste en poder votar, sino en poder elegir y en poder optar a la elección. Si no hay alternativa no puede haber alternancia y si no hay alternancia, la democracia se queda en un mero formalismo.

Ibarra –eucalipto cuya sombra jamás deja crecer a nadie y siempre exige que crezcan a quienes le rodean– nunca perdió una elección, pero sí redujo sus resultados «ostensiblemente», mucho más del 3%, pese a lo cual no dimitió. Felipe González perdió elecciones y más del 3% en cuota de voto, pero tampoco se fue.
La responsabilidad de que el PSOE perdiera la Junta y el Gobierno de España no es de sus candidatos ni del PP ni de Monago ni de Rajoy ni siquiera de la crisis; el culpable se llama José Luis Rodríguez Zapatero, el líder más incapaz y más osado desde el franquismo. Sin ZP, Vara aún sería presidente y los resultados electorales de Rubalcaba no hubieran sido catastróficos. Muchos socialistas lo saben, pero ni lo han dicho ni lo dicen ni lo dirán mientras que ZP esté al frente del PSOE. Los intereses personales ante todo. A no ser que en la enmienda de Ibarra –que ni quiere estar ni acepta marcharse–, haya una parte no publicada, afirmando que cuando alguien sea «ostensiblemente» incapaz y pernicioso para su país o para su partido se irá a su casa, aunque se llame ZP y presida el Gobierno.


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