jueves, 18 de agosto de 2011


Templar la codicia

José Joaquín Rodríguez Lara


ENTRE los ganaderos españoles de bravo existió la costumbre de matar a la madre del astado que hubiese cogido mortalmente a algún torero durante la lidia. Quizás aún perdure la tradición, pero no es noticia que salga ya en los telediarios, como ocurría hasta hace algunos años, mucho tiempo después de que Islera, la vaca más famosa que han dado las hierbas de Zahariche, del hierro de Miura, fuera abatida, al parecer a tiros, por el delito de haber parido a Islero –459 kilos, negro algo entrepelao, bragao, cornicorto y agalgao–, que hace 64 años, el 28 de agosto de 1947, le rompió la femoral a Manuel Rodríguez ‘Manolete’ en la plaza de Linares.

La decisión de matar a la madre del cornúpeta homicida tiene mucho de sinrazón. Se puede argüir que así se evita que nazcan más toros que busquen las ingles en lugar de los paños, pero nadie puede asegurar que la supuesta predisposición criminal del morlaco se la dejase en herencia la madre, y no el semental, que seguirá padreando a cuerpo de rey. En 1968 se indultó en Segovia a Navajito, un toro de la ganadería de Amelia Pérez Tabernero que, una vez indemnizado con el empleo de semental, engendró a Conocida, la vaquilla que en 1975 volteó en una tienta al maestro Antonio Bienvenida causándole la muerte. Además, si el homicida se lidia con cuatro años cumplidos, detrás de él puede haber dos o más hermanos con su misma dotación genética y, sin embargo, nadie los apartará de la lidia basándose en su teórica peligrosidad adicional. Matar a la vaca puede ser un gesto irracional de rabia, de venganza y hasta de desagravio a los toreros, deudos y seguidores del fallecido, pero sin duda es una brutalidad, afortunadamente en decadencia.

Claro, que hoy las hay peores. En estos días vuelve a estar de triste actualidad Ratón, un toro de 500 kilos, al que llaman ‘asesino’, que tiene diez años de oficio, página web y plaza reservada en el telediario. Es famoso por haber matado a dos, o a tres, hombres y empitonar a muchos más durante los numerosos festejos populares en los que actúa. Se lo rifan. Mientras que el alquiler de cualquier otro toro le reporta a su
propietario 2.000 o 3.000 euros por tarde, por el caché de Ratón se pagan hasta 15.000. Y llena las plazas, a pesar de que con él las entradas son mucho más caras. Ningún torero sensato se propondría lidiar al ‘toro asesino’. Y no por tener menos valor o facultades que los recortadores que se enfrentan a Ratón, sino porque torear no es arrimarsea los cuernos y salir raudo de la suerte, burlando la embestida, sino pararse delante de los pitones y hacer arte. Un ballet lleno de violencia y de sangre, pero un ballet en el que no caben las prisas. Y Ratón, que es berrendo en negro, pero sabe más que los ratones coloraos, seguramente despreciaría las telas para irse directo a por la carne.

Naturalmente, nadie piensa en matar a la madre de Ratón, si es que aún vive, por haber parido a un ‘asesino’ en serie. En todo caso, en hacerle un monumento. El dueño del animal hasta habla de clonarlo.También dijo que lo jubilaba, pero rectificó cuando empezaron a enseñarle cheques en blanco. Como bien saben los petardistas que han hundido a este país en la miseria, cuando el corazón huele el dinero no hay capote ni ley que pare y temple las embestidas de la codicia. Sea ladrillera, bancaria o táurica.