sábado, 2 de julio de 2011

El arte de Monago


José Joaquín Rodríguez Lara



CON el permiso de Escobar, Casco y Nogales, que forman 'la terna del arte', y si Cayo Lara, el sobresaliente, no lo impide, el líder de los populares extremeños será investido presidente de la Junta de Extremadura dentro de cinco días, el 7 de julio, festividad de san Monago. Para tan fausto acontecimiento e histórica ocasión, los tres espadas de Izquierda Unida guardarán sus pañuelos rojos-sanfermineros y las huestes peperas sacarán del baúl la más española de las prendas, la mantilla azul imperial o de Rajoy, que lucirán con peinetas mal disimuladas.

Será un día memorable, sobre todo para el PSOE; un verdadero acontecimiento. Aunque en realidad, Monago quedó oficiosamente investido con la dignidad presidencial el día que la dirección socialista, por boca de Guillermo Fernández Vara, poco menos que mandó a hacer puñetas a los de Izquierda Unida: «Que se lo guisen y se lo coman», dijo Vara en plan 'azote implacable de los que mandan'.

Desde ese preciso instante, no es que José Antonio Monago se sienta presidente, es que empezó a comportarse como si lo fuera. Así que, en contra de lo que pregonan los agoreros, en Extremadura no solo no estamos desgobernados, sino que tenemos dos presidentes, dos, uno en funciones y otro que funciona como si ya lo fuese; y dos gabinetes, dos, uno que aún no se fue, aunque esté como ido, y otro que ya está aquí, aunque aún no haya llegado.

Han vuelto los 'ministrables' -bueno, los 'consejerables'-, como con la UCD. Dicen que Teresa Angulo, en Sanidad; Diego Sánchez Duque o José Antonio Echávarri, en Agricultura; Cristina Teniente, en algo; Adolfo Díaz-Ambrona, el sobrino, ni con todos ni en nada; Pedro Nevado-Batalla, en Administraciones Públicas; César Díez Solís, de maestro en Educación, de peón en Cultura y de aprendiz en Deportes; Antonio Fernández, exdecano de Económicas, o Manuel Medrano, economista municipal pacense, controlando el gasto y Monago presidiendo el gabinete de las siete sillas. Siete consejerías, solo siete. «Mi cartera, mi tesoro», dirán, babeando más que Gollum con el anillo del poder. Habrá quien se labre un escudo de armas con la gloria de haber sido 'consejerable' en el primer Gobierno de Monago.

A pesar de los 28 años de espera, alguien debería recordarle a los populares, en general, y a su presidente, en particular, que hasta el rabo, todo es toro. O diablo, otro bicho que bufa y también tiene cuernos. Si las prisas no son buenas consejeras, ¿el porqué habrían de ser buenas para la Presidencia? «Que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar», cantaba Jorge Cafrune cuando los veranos todavía eran en blanco y negro. Para quien ha sido bombero, ¡y a mucha honra!, la celeridad no es precisamente un desdoro, pero haber hecho la primera 'crisis de gobierno' (con Adolfo Díaz-Ambrona, sobrino) incluso antes de que se haya formado el Gabinete, ¿no serán demasiadas prisas?

Y eso que Monago suele tener buen tino con los nombramientos. Aparca al personal con una maestría que para sí quisieran muchos: Laureano León, presidente de la Diputación de Cáceres; Fernando Manzano, de la Asamblea; Consuelo Rodríguez Píriz, vicepresidenta de la Cámara y Luis Alfonso Hernández Carrón, el de los altos designios, portavoz en el hemiciclo.

Ni los expertos en protocolo sientan al personal con más arte y menos ruido que lo hace José Antonio Monago, 'el presi'.




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