sábado, 9 de julio de 2011


A pie o en bici

José Joaquín Rodríguez Lara

Veintiocho años corriendo detrás del niño de la bicicleta sin conseguir que le dejase dar ni siquiera una pedalada ni, menos aún, tocar el manillar, permitiéndole solo que le empujase en alguna cuesta arriba o que corriese a su lado en el llano, le han dado al PP la resistencia física y mental de un corredor de fondo. Eso sí, como ciclistas, los populares están desentrenados. Aunque montar en bici es una de las pocas cosas que, una vez aprendidas, no se olvidan jamás, es normal que les resulte difícil arrancar y tengan que mover el manillar para no caerse.


Veintiocho años de monopolio le han permitido al PSOE desarrollar la musculatura y las habilidades necesarias para manejar la bicicleta extremeña con los ojos cerrados. Los socialistas tienen personas y recursos para gobernar la región. Su problema es que, después de tantos años encaramados en el sillín, las carnes no están acostumbradas a caminar y, mucho menos, a correr detrás de una bici que ahora guía otro y que, para mayor escarnio, empuja y sostiene un tercero.


Entre las consecuencias indeseables de enquistarse en el poder (28 años es una eternidad, aunque sea una eternidad legítima), están la profesionalización de quienes gobiernan -la política debiera ser siempre un servicio y nunca un oficio-, y el amateurismo sin currículum de quienes nunca han podido gobernar.


El centro derecha que lideró la transición española hacia la democracia, en una etapa política, social y económicamente muchísimo más difícil que la actual, tenía en sus filas a toda una generación de profesionales, demócratas, muy preparados que se habían forjado en la administración franquista. En la Extremadura de hoy no los hay. Después de 28 años sin bicicleta, ni en la administración autonómica ni en las empresas públicas extremeñas, salvo alguna honrosa excepción, hay expertos afines al PP listos para ayudar al presidente José Antonio Monago. Hasta el portavoz de los populares en la Asamblea se comporta como si estuviese todavía en la oposición, como un peatón asombrado de tener timbre.


Para Guillermo Fernández Vara tampoco será fácil adaptarse al nuevo reparto de papeles. Cuando se acaba de perder el poder, hacer oposición no es declararle la guerra al partido minoritario, ni tampoco exigirle al que gobierna los resultados que uno mismo fue incapaz conseguir. Hacer oposición es ganarse al electorado. Y para eso, dispondrá de uno, cuatro o más años.


Muchísimo menos tiempo tendrá el nuevo presidente de la Junta para demostrar su valía. A Monago se le exige que le dé la vuelta a Extremadura incluso antes de que aprenda a correr en bici. Que una cosa es montar y otra muy distinta ganar carreras. Aunque lo peor sería que prescindiese de los patines, todavía necesarios para mantener el equilibrio, y empezara a soltarse de manos, a hacer caballitos e intentar derrapes. Si, por imprudencia, el presidente deja sus dientes en el suelo, debería procurar que los extremeños puedan seguir masticando.


Eso sí, Monago tiene la suerte de llevar en el portamaleta de su presidencia a Pedro Escobar, uno de los políticos que, sin haber podido tocar aún el manillar del poder, más saben de bicis. Y, encima, tiene la generosidad democrática de dar pedales, aunque le abra expediente Cayo Lara, ese pobre sonámbulo que se morirá del susto el día que despierte y descubra que no vive en la URSS.




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