viernes, 6 de agosto de 2010


Suspenso general

José Joaquín Rodríguez Lara


Nos ponen el termómetro cuando ya han llegado al convencimiento absoluto de que tenemos calentura. Entonces, si han palpado con sus propias manos la fiebre, ¿por qué meten el dedo en la llaga? Para dictaminar mercurialmente –antes– o digitalmente –ahora– a qué temperatura nos estamos cociendo. Por un prurito de docta precisión. La décima es lo que importa, es lo verdaderamente difícil de aquilatar, pues los grados –uno arriba o dos abajo– se miden a ojo. «Esta criatura tiene fiebre». «Serán unas décimas». «¿Unas décimas y se le están derritiendo las orejas?»

Con las encuestas pasa tres cuartos de lo mismo. No es necesario sondear al muestrario social que, en un buen porcentaje, ni quiere saber ni tampoco contesta. Basta con escuchar lo que se dice en la calle, en el bar, en el despacho del pan, en el banco del parque o en cualquier otro lugar en el que coincidan una persona con ganas de hablar y otra con tiempo para escuchar. Pues aunque sondear la opinión del personal resulte innecesario, nos gastamos un pico y parte del otro en hacer encuestas para descubrir lo que todo el mundo sabe: que este curso político no aprueba nadie.

Según el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, que todos pagamos para preguntarle a unos miles lo que le interesa saber a unos cuantos, todos los políticos suspenden. ¿Todos? Menos mal que el CIS nos saca de dudas. De lo contrario, ¿cómo íbamos a saber que no hay quien haga gavilla de ellos? Ni de ellas, a pesar de que las chicas suelen ser más aplicadas. Zapatero, que es el primero de la clase, no llega ni al regular: 3,48; Rajoy, que tiene cara de empollón, se luce: 3,14; a Rubalcaba no le salvan ni la GuardiaCivil ni la Policía ni su cara de funerario y catea por poco (4,47), pero suspende; Carme Chacón tiene facciones de mujer lista, pero se queda en 4,23. Y Rosa Díez, que estudia por libre, en 3,69.

«La sociedad de este país está desolada por la mala calidad de la política y el escaso acierto de las élites que la dirigen, conclusión que debe de haber obtenido de la escasa maestría con que las formaciones parlamentarias han tratado de afrontar la recesión económica, con su secuela de desempleo y empobrecimiento colectivo», decía ayer el editorial de HOY. Pues, aun pareciendo gravísimo el diagnóstico, no es lo peor. Zapatero baja y se queda en 3,48 -nota que no da para sacar pecho ante las visitas, como la de Michelle Obama, ni tampoco para irse de vacaciones- pero es que Rajoy no pasa del 3,14, que son 34 décimas menos que ZP; y Mariano ¡está subiendo! Caray con el escalador. Un escalón más y se sale. Eso sí, según el CIS, el PP le saca al PSOE una ventaja de 6,3 puntos en intención de voto. ¿Para votar a quién? ¿Al 3,14, el número ‘pi’?

Que esa es otra, ¿para qué gastamos el dinero de todos en hacer encuestas sobre a quién votaríamos hoy, en el caso de que hoy hubiese elecciones, cuando el jefe de los encuestadores –ZP– y el guardián de las urnas –también ZP–, no quiere convocar elecciones ni para hoy, ni para mañana ni para el año que viene? Visto así, las encuestas para quien las trabaja. Cada elector es, en sí mismo, un centro de investigaciones sociológicas, un encuestador y un encuestado que, aunque no conteste, sabe muy bien lo que piensa y no ve elmomento de decirlo.