sábado, 6 de junio de 2009


Nadie escribe en el Mercantil 

José Joaquín Rodríguez Lara 


A mitad de la colina, junto a un sendero que es preferible recorrer a paso lento, al resguardo de los vientos, parece una gruta iniciática a la que se sube porque alguien nos llevó una vez. Es un castillo, defendido por un gigante amable, que tiene algo de sartén para cuajar el tiempo y recuerda a un desván en el que la luz se apolilla en retazos de olvido, mientras el teclado de una antigua máquina de escribir sonríe con desdén desde su hornacina. Aquí el asombro abre la boca y atraviesa los muros, allí cierra los ojos el miedo y en este chirlo de la piedra se amamantan la carcajada y la melancolía con el mismo caldo nutricio. También tiene algo de vieja estación ferroviaria, con el ojo seco del tiempo pendiente de una barra clavada en la pared y tanto corazón en vía muerta y tanta gente que va a despedir a nadie o a recibir a nadie o a ver como nadie pasa ni asoma su mirada de curiosidad instantánea tras los cristales de un tren sin retorno. Ya se sabe que nadie nos arrebata el sueño, aunque lo ignore y duerma a pierna suelta. Es, desde luego, fruto de la pasión, hija o hijo del amor clandestino de un antro con un santuario y nació de un cruce de cables entre la música y el estruendo. Es la madriguera del rayo, el nido de la sombra, peine del humo y cofre de los huracanes; el subterráneo de la libertad, la plaza pública de los conciertos, una puerta para huir del mundo y un mundo para encontrarse con los que huyen, para deslizarse por el mástil de las guitarras hasta el pulso de los ritmos, dejando que la música te lleve al sumidero de la noche justo a tiempo para, todavía en pie, amanecer al tedio de un nuevo día que ya serpentea por el tobogán del Mercantil, calle arriba, y pasa de largo, remontando la colina hacia otras grutas, otros castillos, otros teclados, otros ritmos, otros miedos, otros nadie y también otros apeaderos de la vida.

1- Aún no se enfrió. Está recién escrito.
2- Sí, pero mira las letras: empiezan a mudarse. 
1- Del papel a su piel y de la tinta…, ¿a su sangre? 
2- Es, como si las palabras pretendieran volver a ser… 
1- ¿Volver a ser, las palabras? Tú deliras. ¿Volver a ser qué? ¿Y cómo sería eso posible? 
2- Como si quisieran volver a ser carne. 
1- ¿Carne? ¿Las palabras, carne? 
2- Sí, carne, carne de nadie. 

A mitad de la colina, junto a un sendero, a resguardo de los vientos, el asombro abre la boca y atraviesa los muros.



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