martes, 9 de junio de 2009


El herrero

José Joaquín Rodríguez Lara


DURANTE el cuarto mandato del presidente Ibarra, en la legislatura 1995/1999, los socialistas (31 escaños), inquietos por haber perdido la mayoría absoluta, se quejaron de lo que se denominaba 'la pinza', que consistía en una especie de cerco de los populares (27 escaños), IU-Los Verdes (6) y el regionalista Cañada (EU) sobre la acción de gobierno de la Junta. La 'pinza' no sólo no estranguló al Ejecutivo regional, sino que de aquella legislatura salió el PSOE tan reforzado y pertrechado con disidentes de IU que ganó los comicios siguientes (13 de junio de 1999) por mayoría absoluta, con 34 escaños. Como hace ahora, el PP de entonces, por boca de Juan Ignacio Barrero, exigía que el Gobierno socialista se sometiese a una cuestión de confianza. Y también, como ahora, le respondieron que presentaran una moción de censura, si se atrevían.

En Cáceres, tras las últimas elecciones municipales (27 de mayo del 2007), el PSOE consiguió la ayuda de IU y de Foro Ciudadano para armar una 'pinza' eficaz y arrebatarle la Alcaldía a los populares, que habían acumulado tres mandatos consecutivos y cinco victorias electorales seguidas (1991/95/99/2003 y 2007).

Tanto la pinza contra Ibarra como la 'tenaza' municipal cacereña están permitidas por la legislación vigente y son tan legítimas como democráticas, aunque en ambos casos, especialmente en el segundo, desnaturalicen el sentido del voto, algo que no ocurriría si, por ley, la Alcaldía fuese para el cabeza de lista de la candidatura más votada. Pero parece que los partidos no están dispuestos a permitir que a los alcaldes los elija directamente el pueblo y siguen reservándose esa suculenta competencia. Y no hablemos de establecer la circunscripción electoral única, como en las Europeas, para equilibrar votos y escaños.

Cuando ya se ha consumido la mitad del mandato, la 'pinza' organizada en el Ayuntamiento de Cáceres está resultando especialmente patética. A la dificultad propia de articular piezas con orientaciones políticas muy diferentes se añaden las peculiaridades y los personalismos, pero ahí está Carmen Heras que, aunque suene a pasado, todavía es la alcaldesa cacereña, sostenida -es un decir- sobre el precipicio por la mordida de una 'tenaza' en descomposición.

Aunque ofrezca una imagen de autoridad irresoluta, lo de Carmen Heras es meritorio, pues todavía no ha sido devorada por las mandíbulas que le dieron la Alcaldía. Pero mérito, lo que se dice mérito, el de la alcaldesa de Plasencia, Elia María Blanco, capaz de hacerle la 'pinza' a sus aliados desgajados del PP y hasta al mismísimo PP con el propio PP, ese conglomerado de intereses, que no solo se crece con las victorias, sino que hasta pretende extrapolarlas desde Estrasburgo a Madrid, pero al que ni siquiera Fraga pudo insuflarle disciplina.

Humea la fragua, pero en el Congreso no hay pinza ni tenaza ni herrero.


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