miércoles, 15 de abril de 2009


La deuda histórica

José Joaquín Rodríguez Lara


EL campeón Alberto Contador Velasco, ese extremeño por los cuatro costados del que se enorgullecen en Madrid porque tienen la enorme suerte de que creciera en Pinto, es la quintaesencia de Extremadura.

Su madre, Paquita Velasco, de Barcarrota, fue una estudiante imbatible. Ni José Ignacio Larios, que simultaneaba ciencias y letras y se hizo médico, ni Fernando Serrano Mangas, historiador que es uno de esos lujos que a veces se permite esta tierra, ni tampoco Maricarmen Macías que era todo pundonor y se convirtió en profesora, nadie pudo superar a Paquita, que clavaba los codos y repetía la lección con pelos y señales, como si en lugar de ella recitase los apuntes el mismísimo don Hilario.

De su madre debió de heredar Alberto Contador sus cualidades como contrarrelojista, ese clavar los riñones en el sillín y no levantar los codos del manillar hasta saberse la lección de cabo a rabo.

Su padre, Paco Contador Carvajal, que se crió entre la calle Corredera y la plaza de los Corredores, fue un lince para las escapadas y no le importaba escalar los tres metros de tapia que cerraban el 'instituto' Virgen del Soterraño, para abandonar el ritmo cansino de los pupitres en pelotón. Lo suyo no eran los libros y, a la menor oportunidad, Paco Contador ponía rumbo a la calle o a las explotaciones agrarias de la familia.

Alberto recibió de su padre la complexión física -se parecen muchísimo- y, sin duda alguna, también heredó sus extraordinarias dotes como escalador.

Contador es hoy el mejor ciclista del mundo y cada victoria que consigue es recibida en Barcarrota con orgullo. Es un barcarroteño que nació en Madrid porque la emigración se cebó con esta región, y la zarandeó tanto que estuvo a punto de desguazarla. La relación de extremeños emigrantes, o hijos de emigrantes, que alcanzaron sus sueños lejos de la tierra de sus padres es amplia y variada. Además de deportistas -ciclistas, atletas, baloncestistas, futbolistas, tenistas, gimnastas - y de centenares de miles de trabajadores ajenos a los micrófonos y a las cámaras, en los renglones de esa herida hay escritores, médicos, profesores, pintores, músicos, dirigentes sindicales, empresarios y hasta algún ministro desmemoriado.

Es nuestro particular y más doloroso índice de carencias. La verdadera deuda histórica que España, y medio mundo, tienen con esta tierra. La que todos tenemos aún con Extremadura.



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