miércoles, 25 de marzo de 2009


¡Pero qué bien desfila mi niña!


José Joaquín Rodríguez Lara


Sabíamos que es una madre de las que disfrutan dando buenas noticias a sus muchachos -incluso cuando significan una merma en la nómina-, pero de tanto verla en el frente y poniendo firme a la tropa no habíamos caído en la cuenta de que, además de ministra de Defensa, Carmen Chacón es una mujer. Su correligionaria Trinidad Jiménez nos ha abierto los ojos afirmando que a la ministra se la critica con una dureza especial no por tropezar, sino por machismo.

La reacción de Trinidad Jiménez, saliendo en defensa de la titular de Defensa, es lo que en los manuales de la Alianza Atlántica se denomina 'fuego amigo' y en los tratados de estrategia militar clásica 'una gilitontez'.

Para una ministra que, hasta ahora, no ha precisado clases de recuperación para seguir el ritmo de progresión adecuadamente frenética que protagonizan Solbes, Moratinos, Soria y los demás empollones de la clase, viene Trinidad Jiménez a desvelarnos que la titular de Defensa no es un hombre.

Pues mire, no sólo lo habíamos olvidado sino que, pasada la conmoción inicial, no le damos la mínima importancia. Carmen Chacón cae bien e incluso los generales parecen estar cómodos con la situación. Además, cuando se alcanza el empleo ministerial, no se valora ni el sexo ni la edad ni el grupo sanguíneo ni otras patologías inoperables. Se tiene en cuenta la eficacia y no la ropa interior.

La ministra de Defensa, Carme Chacón,
embarazada, pasa revista a la tropa.
La actuación de la ministra Carmen Chacón anunciándole a los militares que «España» abandona Kosovo ha originado críticas de la OTAN, de Estados Unidos, de Polonia, de Bernardino el de la Moncloa, de Izquierda Unida, de El País, del PP, del PSOE y hasta de la tertuliana María Antonia Iglesias, que ya es el colmo de una reprobación general. Pero no se minusvalora a 'Carma' Chacón por ser mujer -sólo lo hace su compañera Trinidad Jiménez-, se critica la forma en que ha dado a conocer al mundo que España no puede estar en un Kosovo que ha pasado de ser una provincia serbia a un país independiente por la vía de la autodeterminación. En las relaciones internacionales, especialmente en las militares, las formas importan tanto o más que el fondo y, cuando desfila la compañía, conviene no perder el paso.

Aunque lo peor no es eso, sino que salgan a defenderte proclamando a los cuatro vientos lo evidente: «Todo el mundo lleva el paso cambiado, menos mi niña».


lunes, 23 de marzo de 2009

La gripe A como pretexto

José Joaquín Rodríguez Lara


EN el inicio de la presidencia de Rodríguez Ibara le visitó en Mérida el embajador de EE UU, un hombre de elevada estatura y mucha más elevada consideración de sí mismo. «Tengo dificultades para entender a los españoles debido a que sólo me llegan al ombligo», comentó una vez. El señor embajador, seguramente a petición de Ibarra, tuvo la gentileza de compartir unos minutos con los periodistas extremeños. Se le planteó un paralelismo entre la organización territorial de USA, una nación de estados, y España, un país de autonomías. El diplomático negó la mayor. Vino a decir que no había punto de comparación, pues USA se había formado sobre la base de territorios independientes -las colonias- que habían decidido compartir un destino común, mientras que España se organizaba en autonomías debido a que territorios que ya estaban unidos habían decidido seguir caminos diferentes. Tenía razón. Dicho lo cual, entre los estados de USA hay diferencias abismales comparadas con las que se registran entre las regiones españolas. A California no puedes llevar fruta de otro estado; cada estado norteamericano tiene su propio carné de conducir; si matriculas un coche en un estado y te vas a vivir a otro, tienes que volver a matricularlo y hay estados que aplican la pena de muerte y otros no.

Eso sí, en asuntos de defensa, en cuestiones deportivas y en todo lo que huela a política exterior son monolíticos: un pueblo, una nación, un Estado, un himno, una bandera. ¿Qué puede mantener tan firmemente unidas las piezas de un puzzle formado por 50 estados, en los que viven blancos de origen anglosajón y negros de procedencia africana con judíos y asiáticos y suramericanos y latinos y hasta descendientes de los indios arapahoes? ¿Una historia común, una cultura compartida, el Tío Sam? Nada de eso, su pegamento es 'san Dólar', afirma Antonio Guillén Cumplido, biólogo extremeño que residió varios años en el estado de Nueva York y en California, como investigador y profesor. Algo de razón tendrá, pues el euro comienza a coser las piezas del centón europeo. Se le resisten los nacionalismos y, por eso, hay tensiones separatistas en España, en Bélgica, en Francia, en Italia...

Siempre se ha dicho que el enemigo exterior común une a los adversarios, pero tampoco es cuestión de matar moscas a cañonazos. Aunque, fíjese, el temor a la pandemia gripal está logrando algo impensable: que todas las piezas del puzzle autonómico participen de una estrategia común frente a la nueva gripe, un mal que no reconoce banderas y medirá la disposición de los políticos a poner la salud de los ciudadanos por encima de sus egos y banderías. Más les vale que reine la cordura.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Predicamento

José Joaquín Rodríguez Lara


FUI monaguillo, pero campestre y con la misa en castellano, lo que son dos atenuantes. Estoy bautizado y confirmado; hice la primera comunión y me casó la Iglesia, pero no recuerdo haber usado jamás ni crucifijo ni medalla ni un simple escapulario. No llevo estampita en la cartera ni gasto medallón rociero o de cualquiera otra advocación romera. Admiro a los camioneros, pero si lo fuera no colocaría un 'Dios nos guíe' sobre la cabina. Tengo amigos que recitan de corrido la misa en latín y son ateos, ateísimos. Yo, todavía, me permito creer en la Virgen del Soterraño, patrona de Barcarrota, y en la de Guadalupe, patrona de Extremadura, por razones inconfesables.

Si tuviera que darle nombre a un colegio, una calle, un hospital, un aeropuerto, una cooperativa, un polígono industrial o a cualquiera otra cosa, no le pondría nombre de mártir, de santo, de cristo o de virgen. Sinceramente, el santoral no está de moda y, además, para qué molestar. Tampoco tacharía una denominación de carácter religioso que ya existiese. Todavía distingo bien entre la tradición y el proselitismo. El intento de entronizar a la monja Maravillas en el Congreso me pareció tan descabellado como lo sería colgar una estampa del diputado José Bono en un convento. Si algún día hay una monja en el Parlamento, espero que sea de carne y hueso, sensata y buena oradora.

Nunca pondría crucifijos ni vírgenes ni cualquiera otra imagen sagrada en un colegio de nueva creación, pero tampoco dedicaría ni un minuto a quitar las que ya están en las aulas. Para mí han perdido cualquier capacidad de persuasión religiosa y son simples piezas de artesanía, cuando no desangelados productos industriales. Esas vírgenes y esos cristos invitan a la santidad lo mismo o menos que el mapa de España incita al patriotismo.

El alumnado no se hace creyente o descreído por que haya o no haya una figura de la Inmaculada en el pasillo, como tampoco se profesa por vivir al lado de un templo. Ni siquiera por estudiar en un colegio religioso o que se llame Santiago Apóstol. Se necesita mucho más. Con la cantidad de crucifijos, de vírgenes y de estampas que hay en las aulas, en las calles y en los hospitales, qué pocos actos cristianos se ven. Seguramente habrá muchas sinrazones para que así sea. Una de ellas pudiera ser que a la Iglesia le sobran predicadores (linces, padres, madres, hermanos mayores y de carga, cofrades de pompa y feligreses de procesión) pero pierde predicamento.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Tom

José Joaquín Rodríguez Lara



TENGO fuego en las pestañas / cuando miro a los gachés», cantaba Carmen la Gitana, «cigarrera de Sevilla», cuyo mito pervive en la memoria al tiempo que se apaga el recuerdo de Don José, del Escamillo y del mismísimo Merimèe. Tampoco quedan ya muchos gachés, salvo en Andalucía, pues gachó y gaché son, según la Real Academia, las palabras que utilizan los gitanos para referirse a los andaluces que no han nacido calés. Según 'la docta casa' -capaz no sólo de admitir pulpo como animal de compañía, sino hasta de comprarle un collar y sacar de paseo al animalito- lo que hay en el resto del mundo, desde Monesterio hasta las islas Fiji, son payos.

Hay quien asegura que payo es una expresión que surgió en Cataluña cuando los gitanos se toparon con los payeses, los campesinos catalanes. Pero payo tiene una connotación peyorativa. Aunque no se utilice con esa intención, arrastra desde su origen una carga de menosprecio, de insulto. Así que, en el fondo, lo correcto es emplear el término gachó y no el de payo.

- «Seraá paayo el gachó».

Cierto es que, entre personas que se conocen o se mueven en el mismo ámbito, la intención del hablante tiene en ocasiones mucho más significado que la propia palabra elegida. En Andalucía se utilizan como cariñosos elogios expresiones que en otro contexto sólo podrían ser interpretadas como insultos de grueso calibre o términos malsonantes en los que, con frecuencia se menciona a la madre y a los órganos sexuales. Y aquí, en Marochandé, 'la Tierra del Pan' en caló o romaní, también llamada Extremadura, se puede usar la expresión gitano tanto con un sentido étnico como de agravio.

- «No seas gitano».

Incluso la expresión gachó adquiere un sesgo despectivo cuando un gaché se lo llama a otro gaché.

- «Y va el gachó y me dice»...

Visto lo cual, lo mejor es recurrir a los clásicos. Hace años, cuando ni siquiera la abuela de Barack sabía quien era Obama, se planteó en la escuela de un pueblecito de Ohio un debate sobre cómo habría que llamar a los negros para no discriminarles. Por supuesto, era algo impensable usar el término 'negros', pero unos alumnos defendían la expresión 'de color' y otros se apuntaban al 'afroamericanos'.

- ¿Cómo prefieres que te llamemos? -le preguntó la maestra a un chico de charol sentado en la tercera fila de pupitres.

- Tom (respondió con temor el crío); me llamo Tom Washington.

Ahora debe de vender biblias.



sábado, 7 de marzo de 2009

Y, por supuesto, 'Morante'


¿Se puede reclamar objetividad en la concesión de honores desde un mundo tan subjetivo como es el mundo del toro?


José Joaquín Rodríguez Lara


ASOMBRA la gresca que se está montando en torno a la graciosa concesión de la Medalla de las Bellas Artes al diestro Francisco Rivera Ordóñez. Se comprendería la pertinencia de la polémica si en lugar de toros hablásemos, por ejemplo, de atletismo y le hubiesen dado la medalla de oro al que entró en quinto lugar; o de fórmula 1 y se hubiese proclamado ganador no al primero que llegó a la meta, sino al piloto que conducía un bólido con más 'pedigrí'.

Pero el arte del toreo no es un arte que se mida con números. No es más artista el diestro que lidia más toros, ni el que obtiene más trofeos ni tampoco el que gana más millones. En el toreo todo es subjetivo, salvo quizás el toro, que tiene la fea costumbre de poner a cada cual en su sitio. En la plaza y fuera de ella se conjugan las ansias de 'ser gente', el valor, la técnica, la habilidad, el saber estar y la sensibilidad artística. Talavante y José Tomás se quedan parados delante de los toros y hubo tardes en las que a Curro Romero tuvo que pararlo la Policía y ni aún así se estaba quieto. ¿Con qué regla infalible habría que medir la valía de cada uno de ellos?

Que José Antonio 'Morante de la Puebla' critique la concesión de una distinción a un compañero es impropio de un matador de toros al que unas veces le han 'regalado' los trofeos y otras se los han 'robado', y en ambos casos incluso con el rechazo mayoritario del público, uno de los jurados más democráticos que hay en el universo. Si en el mundo del toro la concesión de honores es tan escasamente objetiva, como una y otra vez reflejan los cronistas taurinos, ¿cómo se le puede exigir objetividad al jurado que otorga la medalla al arte en el toreo?

Francisco Rivera Ordóñez no tiene la maestría de su abuelo Antonio Ordóñez, ni la genialidad de su tío Luis Miguel 'Dominguín' ni tampoco la necesidad de ser que tuvo su padre Francisco Rivera 'Paquirri', pero es un torero, no un presidiario. Que se le conceda la medalla no degenera la concepción de lo que es un torero artista. Entre otras cosas, porque si la medalla de Bellas Artes sólo pudieran recibirla los artistas, jamás se la hubiesen dado a Espartaco, primerísima figura y persona excepcional que brilló como gran lidiador, no como gran artista; ni a un diestro tan rompedor como Miguel Báez Spuny, 'el Litri', ni posiblemente a Paco Camino y a José Tomás, aunque el primero de ellos dominase el escalafón durante su época y el segundo sea el mismísimo 'Pasmo de Galapagar'.

Parece que Paco Camino, José Tomás y -dicen que- hasta 'Manzanares', en desacuerdo con la concesión de la presea a Rivera Ordóñez, devolverán las medallas que aceptaron en su día. Cada cual es dueño de administrar su soberbia como mejor le plazca, pero su intransigencia equivale a que no podría haber cuadros de Picasso en un museo en el que hubiese obras de Velázquez, Goya o el Greco. En lugar de devolver sus medallas deberían exigir, por ejemplo, que esa distinción se le concediese a todos los toreros que durante una o más temporadas estén o hayan estado en lo más alto del escalafón.

Lo que de verdad tendría que molestarles es que aún no tengan la medalla ni Perera, ni El Juli, ni César Rincón, ni Ojeda ni, por supuesto, el propio 'Morante'.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Soraya


José Joaquín Rodríguez Lara


Eurovisión es uno de esos fenómenos insulsos que, durante un par de horas, enhebran ante las pantallas de televisión a los telespectadores de todo un continente y parte de Asia. Es bueno que exista, aunque no sirva para nada, porque aburre lo justo y aunque no enseñe a cantar bien, al menos se aprende a contar en otros idiomas.

Remedios Amaya, en Eurovisión, con la frente ceñida...
... y los pies descalzos. 
El concurso siempre ha sido un escaparate en el que los figurantes y actores secundarios se desgañitan para asomar la cabeza mientras que, la mayoría de las veces, las primeras figuras del concierto europeo procuran no destacar. Lograr el segundo puesto es tan meritorio como ganar y menos caro. Décadas atrás, el certamen tenía gran aceptación en España. El tardofranquismo alcanzó su momento de gloria en 1968 con la victoria de Massiel y el 'La, la, la' que Serrat quería cantar en catalán. Pero el interés de los españoles euroadictos comenzó a decaer sin remedio en 1983, cuando la trianera, de fuertes raíces pacenses, Remedios Amaya -descalza como Sandie Shaw 16 años antes- cantó '¿Quién maneja mi barca, quién?'. Su aventura terminó en naufragio. 'Zero point' para Remedios, una gitana de bellas facciones a la que Televisión Española había enviado a luchar contra los elementos. Tras su fracaso eurovisivo en Munich la veinteañera María Dolores Amaya Vega volvió al flamenco, para regocijo de los amantes del cante 'jondo'.

Soraya (Arnelas) dio lo mejor de sí en Moscú
pero el euromundo no la premió.
Ahora, Soraya Arnelas, la extremeña de Valencia de Alcántara, está llamada no sólo a defender el honor patrio en Moscú, sino a rescatar el prestigio que una vez tuvo para los españolitos el Festival de Eurovisión y que Televisión Española tanto ha contribuido a destruir con enviados como el Chikilicuatre y otros hallazgos. No estará sola. Media Europa se ha propuesto salir al rescate de Eurovisión y enviarán a Moscú lo mejor de cada casa. Pero Soraya tiene un pálpito y se presiente triunfadora, lo mismo que se imaginó 'triunfita' y acertó.

Para ayudar al destino llevará a Rusia la bandera extremeña y lencería negra, que le «da suerte». Remedios creía que cantar descalza tenía mal fario. Hay tantas diferencias entre una y otra que más que dos cantantes de épocas distintas parecen dos mujeres de mundos diferentes. Y no es porque una sea morena de verde luna y otra parezca nórdica por lo rubia; ni tampoco porque ésta haya sido azafata y a aquella le diera miedo subir al avión que la llevaría a Munich. Es que han pasado 26 años. Cómo envejece Eurovisión.