sábado, 12 de junio de 2004

Sex ball 

José Joaquín Rodríguez Lara 


LO ha dicho el rumano Ilie Nastase en la presentación de su autobiografía y es posible que hasta sea verdad: «Me he acostado con más de 2.500 mujeres». 

Aunque huela a machismo, suene a fanfarronada y parezca el memorial cinegético de un abuelete, es una marca notable que está fuera del alcance de muchos buenos aficionados al sexo.

Ignoro si en el historial tenístico de Nastase hay más de 2.500 victorias, pero Ilie fue un campeón que durante años dominó las pistas -sobre todo las de tierra mullida-, casi con tanto aprovechamiento como las sábanas. También puede ocurrir que solo sea un buen jugador de parchís, de esos que se comen una y se cuentan veinte, aunque ojo al dato: más de 2.500 mujeres. Pura matemática: 2.500 noches y 19 días. O más.

Y eso que, según las memorias de un hombre de 58 años que acaba de casarse -el propio Nastase- ya no era un adolescente cuando debutó, pues tenía 20 añitos. Claro que fue en París y con una profesional, circunstancias que crean afición a nada que uno se empeñe. Sobre todo si encuentra un banco que le respalde.

Lo de Nastase no debe extrañar. Entre los números de los grandes deportistas aparecen cada vez con más frecuencia marcas eróticas. Pelé consiguió un millar de goles y ahora anuncia remedios contra la pitopausia. Beckham no puede librarse del marcaje al hombre desde que, siendo un niño, las hinchas descubrieron que había carne, además de calzoncillos, bajo el uniforme del Manchester. Ronaldo tiene muchas amigas y hace bien, pero está sobrevalorado; es imposible que sea tan juerguista como dicen, pues hay días que entrena y noches en las que hasta juega. Anna Kournikova, que aún no ha ganado torneo alguno, continúa siendo la mejor tenista del mundo en los concursos de miss raquetas. Y el mismísimo Flavio Briatore, jefe de Fernando Alonso, aunque salió de quintas hace décadas, vive al ritmo de la Fórmula 1 y cambia de compañera con inusitada frecuencia. Briatore es un gran amante de la biodiversidad. Hasta el padre Iñaki Sáez, abad de la Selección de todas las Españas, adoctrina a la muchachada combinando las charlas tácticas con la visita de esposas, novias y otras compañías reparadoras. Y eso que la Selección está alojada en el antiguo convento de Falperra. O precisamente por eso.

No es que el erotismo y el deporte caminen de la mano, es que comparten el vestuario tanto dentro como fuera de Salsa Rosa. Como sigan así, pronto no se sabrá si el deporte es una pasión federada, con sus mitos, sus masajes, sus reglas y sus calentamientos, o el sexo un deporte sin federación, pero con campeones, trofeos, cromos, 69 y demás estadísticas.

Es probable que Ilie Nastase tenga ya un hueco en el Recolguines de las proezas sexuales, pero acostarse con más de 2.500 mujeres se ha puesto al alcance de cualquier alevín de ídolo deportivo. Ahora el mérito reside en acostarse al menos 2.500 veces con la misma mujer, aunque no te la merezcas. Y la verdadera hazaña, la auténtica gesta camera es que, además de dormir contigo, siga hablándote a la mañana siguiente. Entró, entró. Esto sí que es un sex ball, match ball.

(Publicado en mi columna de opinión El Rincón)

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