viernes, 26 de marzo de 1999


Tráfico vuelve a la carga

José Joaquín Rodríguez Lara


La Dirección General de Tráfico (DGT) sigue presentando campañas para educar a los conductores. Es comprensible, pues a la mayoría de quienes conducimos nos falta educación vial y, sobre todo, de la otra. Usted tiene todo el derecho del mundo a situarse en el bando que más le convenza, no obstante, mire lo que hay a su alrededor.

A la DGT le preocupa que las carreteras españolas parezcan tumbas abiertas u hospitales de guerra y por eso trata de insuflarnos prudencia con sus mensajes. Pero es como educar a un globo llenándole la bola de sabios consejos a base de soplidos. Los resultados están todavía calientes en las estadísticas: aumenta el número de muertes y de lesiones irreversibles.

Educar es siempre difícil, pero reeducar resulta muchas veces prácticamente imposible. Y la DGT está empeñada en salvar del suspenso final a los repetidores. Además insiste en hacerlo no cuando los esquejes de chófer aún admiten que tal vez no lo sepan todo, sino cuando ya disfrutan dando lecciones a los demás.

Muchas de esas campañas educativas están enfocadas a la circulación por carretera, aunque la mayoría de los conductores se pasan la vida dando vueltas por las calles. ¿Dónde está el tutor de esos usuarios del volante que jamás se paran ante un paso de peatones? Cuando se hacen variaciones en el Código de la Circulación -introduciendo nuevas señales, por ejemplo-, o en el terreno de juego -poniendo rotondas hasta en la entrada de La Morera-, ¿se preocupa alguien de tomarle la lección a la clase para comprobar si su carnet de conducir sigue valiendo como diploma? ¿Por qué no se educa a esos moteros -de todas las cilindradas-, que no ven las preferencias de paso ni los semáforos y, sin embargo, siempre encuentran angostos carriles de aceleración para colarse entre las columnas de coches?

Los malos usuarios de las carreteras, no sólo se han formado en las calles, sino que viven en ellas y se pasan seis de los siete días de la semana enseñando malos hábitos a sus vecinos; tanto si van a pie como si pasan a caballo. Pero los agentes de Tráfico y los radares no se utilizan para instruir al aprendiz de ciudadano desde las aceras, sino para escarmentar en las cunetas a los listos de volante. Debe de ser porque cada cuerpo tiene su ámbito y cada órgano, su función. Es un problema de competencias. O de incompetencias. Vaya usted a saber.



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