miércoles, 29 de julio de 1998


Dimisiones

José Joaquín Rodríguez Lara


No hay en el mundo zona con mayor riesgo de sufrir un terremoto que un banquillo del fútbol español. Ni Japón ni el Pacífico Sur ni la Falla de San Andrés ni el mismísimo San Epicentro. Para seísmos los nuestros. A lo que llega un banquillo hispano no llega nada.

Si cada temporada son despedidos varios entrenadores cuando no se ha disputado ni la cuarta parte de la Liga, lo de este año puede ser inolvidable. Aún no ha comenzado la competición y ya han caído dos de los principales técnicos: José Antonio Camacho en el Real Madrid y Luis Aragonés en el Real Betis.
Afortunadamente, Camacho se dio cuenta pronto, a los 22 días de haber firmado el contrato y de haber sido presentado, que no conocía al Real Madrid tanto como imaginaban sus valedores. O que no tiene tanta facilidad para aguantar la presión como se le suponía. Dimitió y le hizo un favor al club merengue, pues ni el cariño ni los buenos propósitos ganan los partidos.

Luis Aragonés ha dimitido cuando Ruiz de Lopera fabricaba un Betis de figuras a base de muchísimos millones y de innumerables rabietas. Luis Aragonés asegura que se va «por motivos personales», explicación que resulta la menos convincente de todas las que pueden darse en estos casos, pues pocos se la creen. Ni siquiera cuando es verdad.

Han sido dos dimisiones sonadas y precisamente cuando nadie las podría esperar, en el reinicio de la temporada, mientras media España sigue pidiendo que dimita Javier Clemente por el golazo de Zubizarreta ante Nigeria. Pero el seleccionador nacional no dimite. Es tan compacto y tiene la cabeza tan dura Don Javier que parece un buzo. Se mete en la escafandra de sus convicciones y no sale de ella ni para jugar al golf. Pues mire usted, el de Baracaldo será un plomo pero es insumergible.

Clemente es para unos un soberbio seleccionador y para otros no pasa de ser un seleccionador soberbio, pero tiene toda la razón al no dimitir. Aunque otros compañeros de oficio renuncien al primer contratiempo. A Javi le contrataron para ser el seleccionador de España y selecciona que es un gusto. Clemente era Clemente antes de ser contratado. No se ha echado a crecer la chulería como el que se deja la barba. Así que, si no vale para el cargo, no le corresponde dimitir a él, sino al que le contrató. Ese sí que se metió un gol en propia meta.

Pero que renuncie Villar es casi imposible. Antes dimite Manolete, que una de estas noches acierta eso de que Suker se va del Madrid, coge el acordeón y deja El Larguero. Por vergüenza torera, claro.


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