sábado, 3 de febrero de 1996


Podencos ibicencos acechando al conejo en el matorral. Estos perros son un espectáculo
en la caza tradicional al diente.















El podenco, la joya del Mediterráneo


José Joaquín Rodríguez Lara


Las orejas del podenco son dos espinos que arañan la voz profunda del aire. Sus ojos, dos centinelas de miel, tan atentos como insobornables. Sus labios finos y retraídos protegen una dentadura que puede ser tan delicada en el cobro como poderosa en el ataque. La caña nasal es larga y recta y termina en una trufa eficaz, cuya pigmentación oscila entre el color carne, el castaño y el negro.

Hembra de podenco ibicenco de pelo liso.
Tiene la cabeza enteca, descarnada, seca, expresiva y afilada como una cuña de acero. Está cubierta, como todo el cuerpo, por una piel completamente adherida a los músculos, que resaltan allí donde los haces de fibra son más rotundos. Sus patas son, en la mayoría de las razas, muy finas, largas y ágiles. Tan aptas para la carrera y el salto como para el rastreo minucioso en zonas de difícil andadura. Terminan en píes recogidos, apretados, con almohadillas plántales duras, apropiadas para moverse por terreno árido. El podenco parece diseñado para el calor.

Dispone de una buena caja torácica, amplia, pero no descendida. Su pecho no baja del codo, lo que le facilita la brega en el campo. El paquete intestinal tampoco es voluminoso, circunstancia que, igualmente, favorece su agilidad. Su cola es una bandera que alegra al cazador y le pone en guardia en las inmediaciones del rastro.

El podenco es un atleta fuerte y resistente, despierto y perfectamente adaptado a su medio. Es la belleza subordinada a la eficacia, la austeridad decantada en el campo, la viveza puesta al servicio de la caza. El podenco es la joya canina de la cuenca del Mediterráneo y sin él, la historia cinegética de los países ribereños sería muy distinta.

Especialmente en Extremadura y en otras regiones en las que el podenco está íntimamente ligado a la persecución y captura del conejo entre piedras, zarzales, jaras y tamujos. ¿Y qué hubieran hecho los monteros sin podencos? ¿Cómo apagar la voz milenaria de estos perros desencamando las reses en las sierras extremeñas? ¿Cómo borrar su veloz llegada a tanto agarre, cuando los mastines y otros pesos pesados de la recova todavía desenredan el ovillo de la ladra, intentando avistar el ciervo o al jabalí acosado ya por los podencos?

Pocas razas caninas pueden presentar un hoja de servicios más dilatada en el tiempo, más ajustada a las características del terreno y del clima en que se desenvuelve y, a la vez, más versátil. Sus múltiples cualidades han sido admiradas desde la prehistoria.

El podenco es un regalo de la tierra a los hombres que, durante milenios, han recorrido la ribera mediterránea colonizando islas, fundando imperios, reedificando ciudades y cazando. Podencos de color retinto, canela, leonados o berrendos en blanco; de pelo fino y corto o duro y encrespado; de largas y ágiles extremidades, para saltar sobre la maleza, o cortas patas para entrar mejor en los zarzales; siempre con orejas erizadas, dirigidas a la más minúscula brizna de rumor; con ojos vivísimos, capaces de cortar la penumbra del jaral y de los canchales como bisturíes; con un olfato al que no se le escapa ni el conejo agazapado en la grieta de un lanchón ni aquel otro que trepa a la vieja encina para anidar su precaución y su miedo en una trueca. Y, sobre todo, con una sapiencia cazadora innata y poco común, para pararse ante la pieza encamada, para indicar al cazador con un medido monosílabo que el conejo está a punto de saltar y para llenar el campo con su potente latido, dibujando el rastro en el aire, sin dejar de correr y sin levantar la nariz del suelo.


En la Sierra de Arroyo




Los podencos están entre los perros más representados en el arte. Sus rasgos inconfundibles ya aparecen en algunas de las más antiguas composiciones pictóricas realizadas por el hombre. Aunque la aparición del podenco en las pinturas egipcias puedan hacer creer que todos los podencos descienden de perros nilóticos, o de otras variedades diseminadas por los fenicios en sus correrías mercantiles, hay en diversos lugares del Mediterráneo, tanto en África como en Europa, pinturas rupestres en las que se ven cánidos que una veces parecen podencos y otras veces lo son sin la menor duda. Estas pinturas
están datadas, en algunos casos, miles de años antes de Cristo.

La imagen que aparece como anagrama de este artículo (en la edición impresa) y del que le precedió, publicado el día 20 de enero (de 1996) en este mismo suplemento semanal, fue pintada por los hombres que habitaban Extremadura hace miles de años. Concretamente en la Sierra de Arroyo de San Servan. Está recogida en las páginas del libro 'Pintura rupestre esquemática en Mérida', de Manuel León Gil y Ramón García-Verdugo Rubio. Los autores de esta obra, más inclinada al inventario que a la interpretación, no indican que el dibujo represente a un podenco; ni siquiera a un cánido. Tampoco se asegura aquí. No obstante, la disposición de las orejas amplias y erizadas, el gesto de las fauces, el porte de la cola y el lomo ligeramente arqueado ponen esta pintura prehistórica más cerca de representar a un podenco que a cualquier otro animal doméstico o salvaje.


 RAZAS Y VARIEDADES EN EL TRONCO DE LOS PODENCOS


• Podenco Ibicenco

Es el más conocido y selecto de los podencos españoles. Como todos los podencos isleños, es un raza muy consolidada cuyo origen se remonta a varios miles de años. Sólo hay un tamaño, permitiéndose oscilaciones de 60 (el mínimo de las hembras) a 72 centímetros (el máximo de los machos). Hay tres variedades de pelo: liso, duro y largo. El color puede ser blanco y rojo, el más apreciado, sólo blanco o rojizo. La trufa es de color carne.


• Podenco Canario

Este podenco, ajeno a la cuenca mediterránea, debió de ser llevado a las islas Canarias en época muy remota, pues está perfectamente adaptado a un medio extremadamente duro. Mide de 53 a 60 centímetros, su pelo es liso y la trufa de color carne. Se le utiliza para cazar; especialmete el conejo, al que descubre con su gran olfato. Una vez localizada la presa en el laberinto de lava, se suelta un hurón para desalojarla y que el perro la capture. Es la forma tradicional de caza al diente en el archipiélago de Canarias.





• Podenco Portugués

Los hay de tres tamaños: pequeño, mediano y grande. Su altura a la cruz tiene como límite máximo 30, 55 y 70 centímetros, respectivamente. El pelo puede ser liso o duro. La trufa es de pigmentación oscura.





• Podenco Andaluz

Fue reconocido en el año 1992 y es poco homogéneo. Se distingue el campanero, de La Campana (Córdoba), de pelo duro o largo, blanco y algo canela, y 55 a 61 centímetros de altura; los oritos (el pequeño, hasta 41 centímetros, y el mediano de 46 a 51 centímetros), de pelo corto, largo o duro y color canela con alguna mancha blanca. Una de las variedades más populares entre los cazadores es el maneto, que es el menor de todos los podencos andaluces y recibe este nombre por la singular inclinación de sus extremidades anteriores, especialmente de las manos.


• Perro de los Faraones

Se le considera descendiente directo de los podencos que poblaron el antiguo Egipto y fueron tan representados en los monumentos faraónicos. Es otro podenco isleño, de Malta, concretamente, aunque ha prosperado más en Gran Bretaña. La trufa es de color carne. Su pelo es corto y brillante, fuego o con manchas blancas. Mide de 53 a 56 centímetros.


• Cirneco dell' Etna

Se dice que fue llevado por los fenicios a Sicilia. Es otro hermoso podenco isleño de capa leonada, pelo raso y trufa de color castaño o carne. Los límites mínimo y máximo de altura están en 42 y 50 centímetros.






• Podenco Extremeño


En Extremadura hay variedades de podenco aunque no están oficialmente reconocidas. El podenco andaluz, como el portugués, pertenecen a la rama común de los podenco peninsulares y están asentados en zonas muy concretas. La cercanía de Extremadura a Portugal y a Andalucía hace que aquí se haya cazado, desde siempre, con variedades de los llamados podencos portugueses y andaluces -en realidad, son muy parecidos-, tan propias de Portugal y de Andalucía como de Extremadura, pues la genética no entiende de fronteras. Antes de que los podencos portugueses y los andaluces tuviesen reconocimiento oficial, en Extremadura ya se criaban podencos que, salvo algunas excepciones, son idénticos a los de Portugal y a los de Andalucía, pero, oficialmente, no hay un podenco extremeño.