miércoles, 26 de enero de 1994


Por favor, un antídoto



José Joaquín Rodríguez Lara


Abdulá, turco, de 43 años, llegó a casa con una buena turca y, tras decirle a su mujer, Zeynep, turca como él, que pretendía dejarla y casarse con otra turca, se fue a la cama. Zeynep, presa de la ira, aprovechó que el vino había desmadejado a su marido, le ató a la cama, cogió un cuchillo bien afilado y le cortó el pene, pasándose de un certero tajo a la guerra santa de las Lorena Bobbitt que en el mundo han sido.

Seta con forma de pene, otra víctima de la navaja.
Cuentan los diarios turcos que Abdula daba gritos lastimeros, mientras la turca carnicera picaba espuelas. Atrás quedaba un turco sin pene, pero inconsolable. Los vecinos se apiadaron del infeliz y de su trocito y, por suerte para ambos, llevaron las dos mitades del mismo marido a un hospital, donde se produjo el milagro quirúrgico del reencuentro. Los cirujanos son optimistas y esperan que el pene recupere sus funciones.

Ahora sólo falta que los drogueros encuentren pronto un antídoto contra el muy contagioso -a lo que se ve- y peligrosísimo síndrome de Lorena. No es miedo; es precaución. Está en peligro la generación venidera.

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