viernes, 23 de diciembre de 1994



La X

José Joaquín Rodríguez Lara


LA X no es una amenaza, ni un enigma ni tampoco un misterio, es un pudridero. La muerte sin cara: dos tibias cruzadas y una calavera ausente.


La X es la verdad exigible de oficio, exonerable en beneficio y exhumable por servicio. Las aspas de un ventilador apuntándote a la conciencia. Una cruz de san Andrés que espera la carne culpable de su exarca.


La X es la cabeza de una serpiente enfrentada a la serpiente de mil cabezas. Lo desconocido, pero no lo indiferente. La duda indudable. El secreto exudado. La exhalación del eximio.


La X es la huella extraviada del execrado. La sombra exacta del exégeta. La exégesis exultante del exorcista.


La X es el andamiaje del pelele que da traspiés intentando mantener la verticalidad.


La X nos exacerba, nos exaspera, nos excandece, nos excava, nos excede, nos excoria, nos excreta, nos exilia de la razón, nos explota en los ojos, nos expolia de la justicia, nos exprime, nos expropia de la verdad y nos extorsiona, porque no puede sernos exótica ni extraña ni -quizás- extravagante.


La X trae las exequias de la dignidad y no exime, aunque excarcele, ni extermina, aunque extirpe.


La X es el engaño permanente. Una letra tan vil, indigna y cobarde que, teniendo nombre, no aparece en él.


La equis es el demonio del abecedario.





martes, 15 de febrero de 1994

Cambio sardina por chorizo

José Joaquín Rodríguez Lara

Los extremeños despiden hoy a la plebeya de los mares con funerales de reina de las dehesas. Extremadura entera se rinde ante la sardina, este Martes de Carnaval, tributándole a la fresca moza honores de emperatriz y despedida de vieja rica que, antes de expirar, hubiera pasado por el notario.

- Y ¿cuánto dejó la finada?
- Gran pesar y no poca congoja
- ¿Y la alforja?
- Vacía no; empeñada.
- ¿Y a qué, pues, tanto lamento?
- Cosa de nacimiento
- ¿Pariente cercano era?
- Mucho más: forastera.

Y como forastera que es, la visten como a una novia; la sacan a hombros como al más valiente de los toreros y para abreviarle el mal trago de la despedida, en lugar de tierra le dan fuego y avientan al aire sus cenizas. En Extremadura, alcanza este día la sardina tal protagonismo popular y recibe semejante agasajo que no hay pescado que la iguale ni carne que a soñar se eche. Ni la sabrosísima tenca (esa esmeralda de las charcas a la que Dios nuestro Señor, antes de mandarla a Extremadura, le enseñó el arte imprescindible de sobrevivir a la sequía enterrándose bajo el barro), ni tampoco el austero bacalao (milagro de la conservación, genio de los sabores, tan abierto y generoso que nunca rechazó ni unas papas ni un arroz ni unos garbanzos ni la mesa de un rico ni el fogón de un fraile ni el hambre de un pobre), ni, por supuesto, el cerdo.

Nunca, jamás, como a la sardina se honró aquí a nadie. Y menos que a nadie, al cabizbajo al que, por ser de la tierra, no hay quien le reconozca el mérito y le siente en el trono festivo de las parihuelas. Esta es la fiesta de la carne, pero Don Carnal no quiere ver al cerdo ni en pintura y recurre a la sardina que es bicho de Cuaresma.

- Pero con tradición.
- Mucha, sí, y muy madrileña.

Como todo tiene un principio, parece que el reinado de la sardina támbién lo tuvo y cuentan los que saben, como don Julio Caro Baroja, que antes de la sardina fue el marrano, al que el abuelo de Don Carnal debió de destronar por mucho miedo y más envidia y a quien su tataranieto Carnalborja no ha repuesto todavía en el efímero reino del martes carnavalesco. Una injusticia que a esta tierra, tan madrastra de los suyos, le cuesta reconocer, aunque motivos (gastronómicos, lúdicos, simbólicos, geográficos, históricos, económicos...) hay más que sobrados.

En Cáceres, al menos, se come por estas fechas el buche y las berzas, en el que hay costillas, manos, espinazo, orejas y otras prendas del filósofo de los encinares. Indica Fernando García Morales, periodista y divulgador de las tradiciones cacereñas, que el guiso es un trasunto del botillo leonés que bajó hasta Extremadura por las cañadas reales y aquí se quedó para uso y disfrute de los cacereños.

Con ser mucho, y fuerte, poco reconocimiento es para el humilde de los humildes, con cuya imagen en piedra y en madera los antiguos adornaron campos, claustros conventuales y sillerias catedralicias y al que hoy no se le permite ni ser el celebrado fiambre del Carnaval.

miércoles, 26 de enero de 1994


Por favor, un antídoto



José Joaquín Rodríguez Lara


Abdulá, turco, de 43 años, llegó a casa con una buena turca y, tras decirle a su mujer, Zeynep, turca como él, que pretendía dejarla y casarse con otra turca, se fue a la cama. Zeynep, presa de la ira, aprovechó que el vino había desmadejado a su marido, le ató a la cama, cogió un cuchillo bien afilado y le cortó el pene, pasándose de un certero tajo a la guerra santa de las Lorena Bobbitt que en el mundo han sido.

Seta con forma de pene, otra víctima de la navaja.
Cuentan los diarios turcos que Abdula daba gritos lastimeros, mientras la turca carnicera picaba espuelas. Atrás quedaba un turco sin pene, pero inconsolable. Los vecinos se apiadaron del infeliz y de su trocito y, por suerte para ambos, llevaron las dos mitades del mismo marido a un hospital, donde se produjo el milagro quirúrgico del reencuentro. Los cirujanos son optimistas y esperan que el pene recupere sus funciones.

Ahora sólo falta que los drogueros encuentren pronto un antídoto contra el muy contagioso -a lo que se ve- y peligrosísimo síndrome de Lorena. No es miedo; es precaución. Está en peligro la generación venidera.

viernes, 21 de enero de 1994

Por la gamba no se desnuda nadie


José Joaquín Rodríguez Lara


Fabienne, Naomí, Tatiana, Heather y Emma han lanzado su atractiva desnudez contra la peletería. Amparadas en la leyenda 'mejor en cueros que con pieles', estas cinco espléndidas modelos ofrecen el señuelo de su famosa epidermis desde los anuncios para que los peleteros dejen en paz el pellejo de armiños, leopardos, focas, visones, zorros árticos y demás colegas de pelambre.


Las cinco merecen, sin duda, un aplauso. Hasta es posible que tengan más éxito que los ositos ecologistas, tan tiernos ellos, tan lacrimógenos sus mensajes y tan gastados sus carteles por el abuso.

El gesto de Fabienne, Naomí, Tatiana, Heather y Emma es, además, altruista. Estas chicas, que cobran millones por vestir ropa ajena o por Ilevar a la imaginación del público el poder seductor de un perfume, se han desnudado gratis, impulsadas simplemente por su deseo de salvar a los animales usados en peletería.

El cordero, la gamba, la perdiz, la gallina ponedora, la ternera, la lubina, el calamar, el venado, el faisán, la angula, el pavo, el cangrejo, la rana, el conejo.., y cientos de especies animales más quedan fuera de la campaña -tan hermosa, tan superficial, tan epidérmica-, protagonizada por Emma, Fabienne, Heather, Tatiana y Naomí. Y quedan fuera del anuncio a pesar de que, objetivamente, tan cruel es sacrificar a un animal para arrancarle la piel como darle muerte para comerle el solomillo. Sospecha uno, en su ingenuidad, que, una vez muerto, al visón le trae al fresco que se lo coman con patatas o con arroz y a la gamba le da lo mismo que la conviertan en bolso de señora o en zapato de caballero.

La actitud de estas modelos es novedosa en la forma, pero no en el fondo. La piel ajena siempre tuvo detractores. No pocos defensores de los animales canalizan injustamente sus iras contra las peleterías y los peleteros. Les pierde la insensatez, aunque conservan algo de cordura porque, felizmente, dejan al margen de sus campañas callejeras pescaderías, carnicerías y los despachos de huevo y leche. Y, por supuesto, a los establecimientos que venden hamburguesas y perritos calientes.

El pescado es sano -lo dicen hasta los médicos que fuman-, pero pocas formas de matar hay más crueles que todas y cada una de las artes de pesca; desde el azuelo a las grandes redes, pasando por el cocinero que arroja a la perola de agua hirviente langostas, bogavantes, centollos y demás mariscos aún vivitos y coleantes. Y ¿qué se puede decir de la mano que exprime limón sobre la cuna de la ostra y se la lleva a la boca todavía viva?

De la carne no se debe abusar, aunque la carne y la caza tienen bastante culpa de que el mono bajase del árbol y se convirtiera en hombre. Detrás de las hamburguesas está la sustitución de los bosques autóctonos por praderas criadoras de vacuno y tras los huevos fritos se ocultan granjas que son verdaderos campos de exterminio de gallinas en los que el principio capitalista de no alimentar a quien no se deshueva se lleva hasta sus últimas consecuencias.

Defender a los animales es, en general, digno de elogio. Incluso aunque no se entre a discriminar entre especies en peligro y plagas peligrosas. Proscribir, sin más, el uso de las pieles -que durante milenios sirvieron a la humanidad como abrigo, vivienda, calzado, barcos, cuerdas y mortaja- es bastante ridículo. Detrás de una prenda de piel hay dolor y muerte, claro. ¿Y cuántos gusanos hay que cocer vivos para hacer un pañuelo de seda? Las fibras sintéticas, no matan, no; ellas sólo contaminan.

Antes que desnudarse para que algunos no entreguen la pellica, habría que vestirse sólo con algodón, lino, lana y otras fibras naturales para que, más tarde o más temprano, no la entreguemos todos de un mismo golpe de tos. 

Las bienintencionadas Naomí, Fabienne, Emma, Tatiana y Heather hacen bien, pero hacen bien poco, aunque lo hagan gratis. Claro, que menos hace el Icona y, encima, no se puede ni comparar.

martes, 18 de enero de 1994

Antonio y Emilio izquierdo durante el juicio al que fueron sometidos en la Audiencia Provincial de Badajoz en 1994.












En la madriguera


José Joaquín Rodríguez Lara



Emilio y Antonio Izquierdo se metieron ayer en la madriguera del olvido para tratar de eludir sus responsabilidades en la masacre de Puerto Hurraco.

Aculados contra las tragedias familiares que han jalonado sus vidas, pretextando que por falta de estudios habían firmado las declaraciones sin saber lo que se había escrito en los papeles que le tendieron la Guardia Civil y el juez, empeñados -especialmente Emilio- en obtener, ayer mismo, reparación judicial por la muerte de su madre, los dos hermanos Izquierdo se hundieron en un agujero sin salida con el fin de obtener la salvación de, al menos, uno de ellos: Antonio, el menor.

Que lo consigan depende del veredicto del tribunal, pero puede afirmarse mientras tanto que sus declaraciones no parecían convincentes. Ni Emilio ni Antonio respondieron concreta y rotundamente a cuestiones planteadas por el fiscal o la acusación particular. Cuando eran acosados con preguntas por el fiscal y los abogados de las víctimas, los Izquierdo ahondaban un poco más la madriguera del olvido, de la que sólo salía un hilillo de voz que muchas veces se perdía en los micrófonos y no llegaba con claridad al público. Por el contrario, cuando el fiscal volvía los ojos hacia los magistrados para intentar aclarar la veracidad de las declaraciones sumariales atribuidas a los procesados, ellos, especialmente Emilio, salían con vehemencia del agujero del olvido reclamando justicia para su madre "a la que quemaron como una gavilla de leña seca", o por los malos tratos recibidos de la Guardia Civil que en el forcejeo de la detención, aquel 27 de agosto, le rompió un brazo al mayor de los Izquierdo. Estas afirmaciones espontáneas dejaban en el escenario unas gotas de autenticidad difícil de apreciar, a veces, en otras respuestas. Dejaron claro los peritos -médico forense y médico psiquiatra- que los hermanos Izquierdo sufren trastornos de la personalidad, pero que en modo alguno esto anula su capacidad volitiva. Y ante la sorprendente insistencia de Javier Luna Guerrero, abogado defensor de ambos procesados, el psiquiatra declaró al tribunal que los Izquierdo estarán mejor en la cárcel que en un hospital psiquiátrico.

La actuación del abogado defensor no fue ayer ni brillante ni espectacular ni especialmente destacable. Hundido en su asiento, acodado sobre el brazo del sillón, sostenía su cabeza con la mano derecha y con la izquierda se rizaba un mechón de cabellos, mientras a Emilio Izquierdo se le "arrevolvía el cuerpo" cuando le hablaban de niñas muertas.